Hablemos de “Medea”

Entretenimiento Calendario 24 jun 2019 Nora Morales

Más de una vez se ha dicho que después de los griegos y Shakespeare ya no hay nada nuevo, lo cual es más que acertado, porque la vigencia nace en el retrato de la humanidad. A pesar de los adelantos tecnológicos, cambios de paradigmas y evolución social, la humanidad ha mantenido una constante en su naturaleza.

Hay muy pocas cosas nuevas bajo el sol, lo que es realmente innovador es el enfoque con el cual se mira. Medea de Eurípides ha sido revisitada un sinfín de veces, lo que hace aún más difícil mirarla de una forma distinta. Algo que tenía muy claro Antonio Zúñiga al reescribir su propia versión, la cual está ambientada en un México olvidado y polvoriento.

 

"Medea indaga más en las causas que llevan a Medea, la mujer del pueblo a castigar su honra, su honestidad y su lealtad a su hermano y su familia, por el privilegio de contar con el amor de un hombre. Jasón, proxeneta popular de la región de Tlaxcala, encuentra en Medea, la herramienta ideal para embaucar y llevar a su rebaño, a decenas de mujeres ingenuas, que desean como la misma Medea vivir un sueño de prestigio y de fortuna. Sus deseos son la piedra de toque de la traición y la desdicha, pues en esa región olvidada de México, lo que importa no es cuánto eres capaz de ser, sino cuanto puedes engañar y mentir."

 

La traición que siente Medea y la que decide hacer por el amor de Jasón, sigue siendo tan actual que no es difícil habitar como espectador la adaptación de Zúñiga. 

El dramaturgo había decidido escribir una adaptación como forma de catarsis, reescribiendo la historia de amor-odio de sus padres, cuando el director Mauricio García Lozano le dijo que Ilse Salas estaba muy interesada en explorar este personaje tan contradictorio. 

Así fue como la Medea de Zúñiga encontró un lugar en el ciclo teatral llamado Invasión griega, conformado por adaptaciones de Edipo, nadie es ateo y Orestíada.

La puesta en escena ocurre en el Foro La Gruta, un espacio diminuto que te permite vivir una experiencia íntima. Cuando tú te estás acomodando en tu silla, Medea (Ilse Salas) está en el medio del escenario a ras de suelo, dándonos la espalda, llorando por sí misma y lo que la llevará a la tragedia que todos conocemos.

El texto de Zúñiga es una combinación entre jerga mexicana y prosa poética, lo que decanta en un texto sólido, simbólico, pero no por eso complicado o que dificulte el completo entendimiento de la historia. Cada diálogo se siente como si hubiera muchas capas de entendimiento, es el tipo de textos en los que cada palabra cuenta.

 

FOTO: cortesía de la Secretaría de Cultura

 

Otra de las grandes sorpresas fueron las actuaciones, sobresaliendo la de Ilse Salas, quien literalmente carga sobre sí toda la obra de teatro, llenando el escenario como pocos actores lo consiguen. Podemos sentir cada movimiento y sentimiento en su interpretación, lo que hace que podamos ser partícipes del cambio de Medea.

Uno de los grandes ejes que mueve esta obra es la pertenencia y el derecho sobre eso que creemos nuestro. Desde el lugar que pisas, la maternidad, los hijos, la pareja, hasta las aspiraciones egoístas, explorando los límites sociales que estamos dispuestos a cruzar para alcanzar estos derechos.

Lo cual hace que ese pequeño escenario en el que espera Medea para contar su historia, sea un espejo en el que podamos encontrarnos más de una vez, ya que esa fortaleza contradictoria de la que es poseedora nuestra protagonista pasa por muchas facetas humanas. El amor, el poder y la venganza son los tres motores que mueven a Medea. Y todos podemos ser como ella.

Otro de los grandes aspectos, es que aunque es un área reducida, nunca se siente que falta espacio, la dirección de Mauricio García Lozano sabe utilizar perfectamente los espacios y los personajes para causar lo que la historia requiere. 

Dentro del espacio y las actuaciones, las escenas con el “coro de p*tas callejeras” son simplemente increíbles. Aprovechan el espacio, la corporalidad, el sonido y las luces para hacernos vibrar. Más que como un típico coro griego, estas mujeres hacen de jueces, torturando a Medea, la causante de su desgracia. 

Esto junto a un par de escenas que son de lo más simbólicas y pareciera que no se llevan a cabo en la realidad de la obra. Momentos de tensión en los que podemos sentir multisensorialmente lo que sucede en el mundo de la trata de blancas.

 

FOTO: cortesía de la Secretaría de Cultura

 

Los personajes masculinos, aunque cruciales para la trama, se ven eclipsados por las actuaciones femeninas. Un aspecto que se pudo explotar más, ya que una lucha de manipulación entre dos personajes dominantes, definitivamente le hubiera dado una capa extra.

Pero esto sólo es un detalle, que no es fundamental, ya que Medea camina a la perfección y cumple el cometido de hacer reflexionar al espectador, de cuestionarlo con una historia clásica que ocurre en un México contemporáneo. Este choque hace que la introspectiva sea casi un paso necesario.

Es una obra compleja, pero de fácil acceso, la cual plantea personajes complejos que respiran y deciden por sí mismos, aunque la resolución puede ser extrema, la justificación proviene de un lugar más que el simple hecho de que “así pasa en el texto de Eurípides”.

En definitiva una de las mejores opciones teatrales para ver actualmente. Las funciones son en el Foro La Gruta del Teatro Helénico, y serán hasta el 28 de julio. Los viernes con dos horarios, 19:00 y 21:00 horas; los sábados con dos funciones, 17:30 y 19:30 horas; y domingos con una sola presentación a las 18:00 horas.

No dejen ir la oportunidad de ver Medea, una gran obra de teatro mexicana.


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