Es un día como cualquier otro, despertamos y nos preparamos para enfrentarlo. Abrimos nuestro clóset y planeamos nuestro outfit. Elegimos entre una camisa de algodón (que para su realización necesita alrededor de 1200 litros de agua) o una de fibra sintética (mil litros), unos jeans (3 mil litros) y por último qué calzado utilizar (aproximadamente entre 4 mil 400 litros de agua).
En promedio, diariamente vestimos hasta 15 mil litros de agua consumida en la producción de nuestra vestimenta.
Anualmente, la industria de la moda impacta el ambiente con alrededor de 92 millones de toneladas de desechos. Y si hablamos del consumo de agua la cifra es extrema: cada año se consumen aproximadamente 79 mil millones de litros para la producción de textiles a nivel global.
Tenemos prisa, no hay tiempo, no mires atrás, no hay tiempo, hay que ganarle al fin del mundo, no hay tiempo. ¡Alto! Se escucha desde lejos, quizá la velocidad con la que asumimos la vida es la responsable de los daños ambientales actuales. Fast food, fast fashion, lo inmediato, lo desechable: no porque no lo veamos desaparece.
La producción masiva de ropa, en función de las tendencias y la imperante necesidad inventada de innovación es conocida como fast fashion. La inmediatez en este escenario se acompaña de una calidad mediocre que una vez que va de los aparadores a nuestros armarios, su destino pronto está escrito en la basura. Por si fuera poco, la industria textil es la responsable del 8% de las emisiones de CO2 a nivel global y del 20% de las sustancias tóxicas a los ríos y mares en el mundo.
El cambio es revolución y la ropa de segunda mano es el estandarte en contra de la fast fashion. De acuerdo con un informe publicado en ThredUp en 2021, plataforma web estadounidense de ropa de segundo uso, se estima que el mercado de la moda circular supere a la moda rápida para 2030.
¿Qué es la moda circular?
Se trata de una estrategia que busca utilizar los recursos finitos de nuestro planeta de manera más sostenible y responsable. Este sistema se basa esencialmente en el modelo ecológico natural, en el que hay una cadena de ciclos compuestos de sinergias y circuitos abiertos que se conectan entre sí en distintas escalas y velocidades. En el caso de la moda, hablamos de la reutilización y el mercado de segunda mano a diversas escalas, desde la individual hasta la industrial.
Livia Firth, la productora de cine y una de las embajadoras más importantes de la moda sustentable en Hollywood, lo ha dicho muy bien: “La moda rápida es como la comida rápida. Una vez que el azúcar se ha ido, sólo te deja un mal sabor de boca”.
Son cientos de historias las que habitan en nuestros clósets, y cada vez estamos más convencidos de que vale más un estilo sustentable y consciente, que cualquier tendencia barata y en oferta que las cadenas de Inditex puedan ofrecernos.
Una apuesta revolucionaria
Queremos que nuestra ropa cuente una historia, no que el planeta lo lamente.
Desde que la pandemia inició a la fecha, el número de vendedores de ropa usada en Troquer, plataforma mexicana dedicada a la compraventa de ropa usada, incrementó en un 80%. Mientras que, en un panorama global, ThredUp estima que al mismo tiempo que la ropa de segunda mano ha incrementado su preferencia en el consumidor, la demanda de ropa nueva comercializada como “sostenible” ha disminuido ocho lugares.
Tan sólo en México, se estima que el valor del mercado de la moda circular es de 5 mil 900 millones de dólares. La plataforma mexicana calcula que el mercado de segundo uso en ropa incremente en 2025 a 12 mil millones de dólares de artículos a la venta. Lo que equivaldría a 3 millones de vendedores y 6.6 millones de compradores potenciales en utilizar Troquer en 2025.
A pesar de que marcas opulentas en la industria se han posicionado en favor de esta urgente desaceleración, como es el caso de casas de moda como Gucci, Saint Laurent y Viktor & Rolf, el espíritu rebelde que se antepone a la fast fashion con mayor impacto radica en la generación centennial, seguida de la millennial. Una nueva mentalidad sobre el consumo de ropa ha cambiado los hábitos de los más jóvenes.
Las nuevas generaciones han adoptado un nuevo modelo de consumo, se trata de un hábito circular: lo desechable es sinónimo de reusable. Una prenda puede tener múltiples dueños en su vida útil y tirar a la basura jamás es opción, lo vendes o lo regalas.
De lo pequeño al cambio verdadero
Casi como un mandala, la revolución de la moda circular funciona de adentro hacia afuera. El beneficio se refleja en el ahorro del consumidor, como en el cuidado del planeta.
Tan sólo en la última década, 6 mil 65 millones de artículos de prendas se han mantenido en el mercado de la moda circular. Es decir, en total los consumidores se han ahorrado 390 mil millones de dólares en los últimos diez años a nivel global.
Por ahora solo un 7% de la ropa en el clóset de los mexicanos es de segundo uso o es reciclada y todo apunta a que esto se incremente en un 15% en un periodo de cuatro años. Así es, la apuesta del mercado circular está dando números alentadores.
La revolución de la moda está a nuestro alcance y cientos de cuentas de Instagram, bazares de segunda mano, los clásicos tianguis son la prueba.
A gran escala, la fusión de fuerzas con la industria masiva de la ropa con los minoristas y la búsqueda de la redondez está dando sus frutos.
Ahora son nuestras prendas las que tienen más historias que contar, han viajado a distintos rincones del mundo con nosotros y con sus dueños anteriores y estamos seguros de que el viaje no ha terminado en nuestro armario, pues todavía les quedan muchos más que visitar.
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