“Midsommar” de Ari Aster, un ambicioso y brillante viaje de terror

Entretenimiento Calendario 20 sep 2019 Iván González

 

El cine de terror nos ha indicado que tengamos miedo a la oscuridad, que todas las habitaciones sangrientas se encuentran en ausencia de luz. Incluso aplicando una lógica simple al asunto, si muchas de las víctimas más notables de este género simplemente hubieran estado a la luz del día, podrían haber visto venir estos entes malditos. Este absolutismo termina con Ari Aster y su cinta Midsommar. 

Curiosamente, Stephen King odia la adaptación más famosa de su propio trabajo. Al describir The Shining, a cargo de Stanley Kubrick, el escritor de terror más influyente del mundo la describe como “una película hecha para lastimar a la gente”. Si bien King lo dijo como un insulto, es una frase que describe perfectamente el trabajo de Ari Aster, director que ahora nos presenta Midsommar

En esta ocasión Aster es una voz nueva y audaz en el horror psicológico, del tipo que se mete sin piedad en tu cabeza. Lo demostró el año pasado con El legado del diablo (Hereditary), ahora con el hipnótico e inquietante Midsommar, se aventura en un territorio fresco de nivel muy superior al cine de terror, no sólo por sus bondades cinematográficas, sino, en especial, por su temática que se desprende de lo genérico que suelen ser las cintas del género hoy en día. 

Sin necesidad de utilizar a entes malignos, demonios, fantasmas, vampiros o monstruos, el largometraje de Aster nos muestra la historia de Christian (Jack Reynor) y Dani (Florence Pugh), una joven pareja estadounidense que está atravesando por una situación complicada debido a la falta de comunicación; él lleva varios meses deseando poner a fin a la relación, pero no quiere ser quien termine las cosas, mientras ella continuamente encuentra nuevas formas de culparse por el comportamiento distante de su novio.  

 

 

Después de que Dani se entera de un terrible suceso vinculado a su hermana bipolar, Christian, no tan convencido, decide invitarla al viaje que realizaría sólo con sus amigos Mark (Will Poulter), Josh (William Jackson Harper) y Pelle (Vilhelm Blomgren) para visitar la aldea natal de este último en Harga, Suecia. El propósito del viaje no solo es vacacionar, sino también presenciar el “Midsommar”, una celebración que tiene lugar allí cada 90 años, la cual resulta de especial interés para Josh, quien está elaborando una tesis sobre festividades y tradiciones milenarias. Al llegar a Harga, todos se impresionan por los símbolos nórdicos que se encuentran en la comuna, por ejemplo, runas antiguas y casas extrañas. Al principio, la comuna parece inofensiva, incluso utópica. Todos los miembros se visten de blanco y se refieren entre sí como hermano y hermana. Llevan coronas de flores, bailan y sueltan alegres alaridos. Pero hay señales de advertencia: un granero prohibido, un oso enjaulado del que nadie habla, jeroglíficos y textos extraños. 

 

 

Mientras tanto, Christian sigue demostrando ser el novio más “meh” del mundo, olvidando el cumpleaños de Dani, ignorándola cuando expresa ansiedad y nunca procurando su seguridad. Y luego, por supuesto, nuestras persistentes sospechas sobre la comuna comienzan a hacerse realidad. No los revelaré aquí, pero el asunto se pone mal. Curiosamente, la película juega con la idea de que se deben respetar las prácticas de la comuna, sin importar lo correctas que sean para nuestros propios valores occidentales. 

El director parece jugar con nosotros al enseñar, de una manera excesivamente paciente, las tradiciones que conforman a la comunidad. Desde la premisa, la película atrapa al espectador y lo encierra en sus espacios inquietantes a través de su bien cuidada forma, atención obsesiva a las composiciones geométricas y simetrías. Y como en toda buena película de terror, la música otorga una fuerte carga de ansiedad por medio de juegos estridentes con el violín y, aparentemente, tambores. El encargado de estos sonidos estrambóticos fue el músico y productor británico Bobby Krlic (alias, The Haxan Cloak), quien ha colaborado con Bjork. 

Para finalizar y sintetizar, Midsommar busca ser una experiencia sensorial en la que los espectadores se coloquen en el lugar de los turistas universitarios, sumergiéndose en un viaje psicodélico de locura. 

 

 

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