Sólo basta ver Eurovisión para preguntarnos si alguien lo ve sin ironía de por medio, y aunque la respuesta pueda levantar algunas cejas, la realidad es que no existe otro evento europeo que cause tanto furor y orgullo entre los pobladores del viejo continente.
Sea como sea, en los 66 años que Eurovisión lleva al aire, lo único que ha hecho es crecer exponencialmente, y ha terminado por ser el show no deportivo más visto del mundo, con millones y millones de espectadores que quieren ver a su país ganar.
Algo así como los Juegos Olímpicos, pero en vez de músculos y disciplina, son lentejuelas y hambre por destacar sin importar cómo.
Es curioso pensar que este concurso europeo se creó con el afán de unificar a un continente destrozado por dos Guerras Mundiales, con un concurso que es una oda al pop, al glamour sin medidas y que después décadas, una pandemia y una guerra en ciernes, continúa siendo un evento que millones ven.
Más allá de lo político que puede resultar Eurovisión (el show de Madonna en 2019 lo puede comprobar, o el ganador de 2022), y el pop si lo miramos desde ciertos ángulos, es una realidad que lo excéntrico siempre será llamativo. Los espectadores nos quedaremos mirando, ya sea por gusto o para tratar de entender qué es lo que sucede ahí.
Así pues, aunque Eurovisión es muy extraño para el resto del mundo (a excepción de Australia, quien compite y ama este concurso), siempre es interesante tratar de entender lo que hace que millones en el mundo vea una transmisión de más de cuatro horas.
Este año y después de la covid-19, pero con un conflicto aún mayor en puerta, la Orquesta Kalush de Ucrania ganó Eurovisión, en una muestra simbólica de apoyo público tras la invasión del país por parte de Rusia.
La banda de rap-folk, a quienes se les otorgó un permiso especial para salir del país devastado por la guerra, subió al primer lugar con 631 puntos. Terminaron su actuación en Turín con una súplica: "Por favor, ayuden a Ucrania, ayuden a Mariupol, ayuden a Azovstal ahora mismo".
La canción ganadora de la Orquesta de Kalush, “Stefania”, se escribió originalmente como un tributo a la madre del líder Oleh Psiuk, pero se ha rediseñado como un grito de guerra ucraniano en medio de la invasión rusa.
Una combinación única de viejas melodías folclóricas ucranianas y flauta tradicional con ritmos contemporáneos de rap y hip-hop, sus letras sobre "caminos rotos" y campos "volviéndose grises" parecían extrañamente proféticos dada la devastación que enfrentan los ciudadanos del país.
Por su lado, Sam Ryder quedó en segundo lugar para el Reino Unido, el mejor resultado del país desde 1998. Un antiguo trabajador de la construcción, había sido muy favorecido antes que la competencia gracias a su poderosa balada, “Space Man”, que evocaba el clásico pop británico de Queen y Elton John.
Aunque no ganó, su segundo lugar revierte un largo declive en las fortunas de Eurovisión del Reino Unido. El país no ha estado entre los 10 primeros desde que Jade Ewen ocupó el quinto lugar en 2009. Tanto en 2019 como en 2021, el Reino Unido ocupó el último lugar.
España también disfrutó de una dramática recuperación en su fortuna, quedando en tercer lugar con el SloMo hábilmente coreografiado, interpretado impecablemente por la cantante cubano-española Chanel Terrero, fue el primer top 10 del país desde 2014.
Aunque este año se ha tornado mucho más político el concurso europeo, prohibiendo a Rusia participar, Eurovisión terminó con un agradable sabor de boca entre los espectadores, y claro que la competencia fue su mezcla habitual de pop loco y kitsch.
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