Mientras el mundo gira, entre tormentas y el eco de sus habitantes, un murmullo de resiliencia agita su órbita; y es que entre todos los reclamos de justicia y equidad existentes, la lucha por los derechos humanos de la comunidad LGBT+ estalla en su peculiaridad estridente, excéntrica y urgente ante una sociedad que puede permanecer sorda a impunidades e injusticias.
Ahora parece una leyenda, un cuento de mal gusto o algo por el estilo, pensar que anteriormente la homosexualidad era vista como una enfermedad. O al menos lo parece para nosotros en este lado del mundo. Sin embargo, no fue hace mucho que la OMS (Organización Mundial para la Salud) eliminó de la lista de enfermedades a la homosexualidad. Esto pasó exactamente el 17 de mayo de 1990.
Eduardo Galeano (1940-2015), periodista y escritor uruguayo, apuntaba que la utopía se encuentra en el horizonte, y que para llegar hacía falta caminar hacia ella dos pasos para verla alejarse otros dos, entonces cuestionaba, ¿de qué sirve? “Para eso sirve, para caminar”. En retrospectiva, el planeta estalló en la posibilidad de una sociedad más empática y humana, aquel 17 de mayo. Sin embargo, la lucha no cesa y los crímenes de odio hacia la comunidad LGBT+ no se disiparon.
Quizá ese sea el único punto o “sentido” para el que la humanidad existe, caminar, avanzar o sentir que lo hacemos. Quizá se trata de otrora cosa completamente distinta, mientras lo descubramos, sin duda no podemos pasar por alto que el reclamo de justicia y, sobre todo, de empatía hacia las comunidades marginadas, sigue ocupando un papel protagónico en el recorrido de la humanidad.
Desde aquel grito de paz en la década de los 90, la escena queer en la música ha sabido resistir en una industria en la que la inclusión es apenas un tema actual y meramente contemporáneo, pero que anteriormente cerraba puertas a la comunidad.
En el marco del Día Internacional contra la LGBT-fobia, decidimos hacer un breve, pero estridente, recuento de la escena queer en la música con sus compositores y músicos contemporáneos. Porque de todas las artes, la música ha sido un importante acento en la resiliencia y la lucha por los derechos humanos en general.
Wafia
Originaria de los Países Bajos, de padre iraquí y madre siria, Wafia Al-Rikabi creció en Australia y estudió biomedicina. Sin embargo, dirigió su carrera hacia la música, en donde refleja su interseccionalidad como una mujer queer, árabe y musulmana. A través de sus letras y sus composiciones, encontramos temas de identidad, sexualidad, política, migración y, claramente, amor.
Merian
También conocida como Eme, es una mujer trans que se dedica a la música tradicional peruana. Sin duda, rompe muchos paradigmas dentro y fuera del género. En su carrera musical nos encontramos vals criollos, boleros, y un sonido bastante fiel a sus orígenes.
Clúster
Se trata de un proyecto musical nacido en la Ciudad de México en 2016, y en sus propias palabras, su música es “no binaria creada con base en su transitar en el mundo, tomando los elementos más mágicos de cada experiencia y transformándolo en música disruptiva, latente y sobre todo tropical y totalmente bailable”.
“Mezclamos sin purismo alguno, merengue con punk, joropo con metal, cumbia con hip hop, bossa nova con son jarocho. La fusión de sonidos representa a nuestra juventud, esta generación que tiene de todo en sus playlist y que no discrimina ningún género abrazando siempre las canciones que se escuchan en fiestas, radio y hasta en la calle", señala Ruvaak, compositor y vocalista principal del grupo.
Miss Blanks
Se trata de la rapera y activista neerlandesa-samoana nacida en Australia, quien entreteje una narrativa de empoderamiento para el colectivo trans en su música.
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