Entre desastres naturales, conflictos bélicos, un ambiente caótico entre el fin del mundo y la desaparición de las fronteras metafóricas y reales, la resistencia, la resiliencia y la bondad. Una década tan humana, en la que nuestra naturaleza se reconcilió con el origen del todo, la catástrofe universal y los paisajes sublimes entre el horror y la belleza que hicieron posible este ajeno y familiar concepto que es la “vida”. Una década que habla por sí misma, después de que la anterior iniciara con eventos fatídicos como el 9/11 y serios problemas climáticos, que evolucionaron en este ciclo que está por terminar. Es un hecho que la humanidad ha sabido sobrevivir a la adversidad, y si algo debemos presumir, es de nuestro increíble poder de asombro a pesar de atravesar matices grises que nos desorientan de la esencia verdadera de este juego que es la vida.
Pienso en las palabras que mencionaba Calderón de la Barca acerca de la vida, durante el soliloquio de Segismundo y sus angustias entre el mundo y el significado de estar vivos, “¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”. Y es que en realidad somos una especie que a raíz de nuestra conciencia indagamos en estas cuestiones, que son producto de la evolución y la adaptación a nuestro entorno. Quizá nunca descubramos una respuesta concreta, pero tal vez sí logremos aproximarnos, así como es imposible científicamente viajar a la velocidad de la luz, quizá sea imposible llegar a una resolución de estas cuestiones primitivas, pero lo que es un hecho es que sí es posible viajar muy cerca de esa velocidad astronómica, de ahí que quizá vale la pena indagar en estas preguntas sin caer en el abismo del absurdo y existencialismo mal fundamentado.
Sin más vueltas al asunto, que seguramente es el producto de la pesada saudade que representa el fin de un año, una década y lo que significa que el inicio de un nuevo comienzo esté a la vuelta de la esquina, llegando al lugar común de “una imagen dice más que mil palabras”, proponemos una serie con las fotografías más representativas de la década.
Desde el documento fotoperiodístico e histórico que suponen, hasta la templanza y la lealtad de una visión optimista de lo que es la vida, la humanidad y nuestra continua convivencia entre nosotros y la naturaleza, sea esta el producto de una buena relación o el punto de encuentro entre el horror y la ira efervescente de una humanidad confundida y cegada por su propio apego a su contexto, esta colección de fotografías retrata los últimos diez años. A juzgar por los ojos de cada quién, ya diremos qué nos definió durante este periodo.
Los paisajes de la naturaleza nunca dejan de sorprendernos, como el 22 de abril de 2010, cuando un volcán de Eyjafjallajokull, Islandia, hizo erupción y sus cenizas se cruzaron con el fenómeno natural de las auroras boreales. De lo sublime, esta fotografía, tomada por Lucas Jackson, además de retratar un evento espectacular, también testifica el caos ocasionado que hubo en aquel entonces entre los viajes por Europa, mismo problema que duró unos seis días.
El beso de la década fue para el príncipe William y su esposa Catherine, duquesa de Cambridge. Después de que en 1945 el beso protagonista durara más de cincuenta años, con el famoso beso entre el marinero y la enfermera, llega la familia real para quitarle protagonismo con esta increíble captura de Dylan Martínez. Aunque en realidad esta foto se vuelve icónica por otro personaje, la ahijada de tres años de William, Grace, quien robó la atención de todos al mostrarse enfadada y fastidiada cubriéndose los oídos con un gesto de evidente molestia. Cuando la multitud vitoreaba, ante el primer beso público de los príncipes en Londres el 29 de abril de 2011, la actitud de Grace retrató el sentir de miles de personas y culturas más.
La fotografía del pelícano bañado en petróleo conmovió al mundo y nos hizo replantearnos, desde manera individual y colectiva, lo que la industria le está haciendo a nuestro planeta. El cambio climático y los desastres naturales, como los ocasionados por nosotros, nos han hecho reflexionar en una conciencia ambiental más fuerte que nunca. Esta foto, de Charlie Riedel fue tomada en 2011, en el Golfo de México después del desastroso derrame de petróleo de la plataforma Deepwater Horizon. Así como esta foto en la que un ser inocente resulta herido por la negligencia y el abuso del consumo, también la fotografía de la tortuga y el popote aniquilándola le dio la vuelta al mundo con el mismo propósito.
Si algo distingue esta década, es la ola de movimientos sociales y la resistencia de los mismos. Uno de los movimientos que más resonó en estos últimos diez años, es el movimiento feminista. La fotografía de Ahmed Abdellatif (2012), tomada del archivo del periódico, muestra a un grupo de jóvenes acosando a un grupo de mujeres en las calles del Cairo. Un país en el que se registraron varios casos de abuso sexual por pandillas de jóvenes, incluso dentro de las protestas en la revolución egipcia de 2011.
La fotografía de Toran Tomasevic retrata a los rebeldes sirios esquivando los escombros del muro en el que se refugiaban, cuando es alcanzado por un proyectil disparado desde un punto de control operado por el gobierno, esto sucedió durante los combates en el barrio Damasco Ain Tarma en Siria, el 30 de enero de 2013.
Algo que también sobresale de la forma en la que el mundo está cambiando sus interacciones y sus alternativas para documentar lo que acontece en los días, es lo que nos acerca al hecho, evento y a la importancia del documento, posiblemente histórico, que podamos retratar. La fotografía de Burhan Ozbilici, ganadora del World Press Photo 2017, sobre el ataque terrorista hacia Andrei Karlov, embajador ruso en Turquía, impactó al mundo. De casualidad Ozbilici se encontraba en el lugar de los hechos, en una sala de exposiciones, cuando el agresor comenzó a disparar y él sólo continúo tomando fotos mientras el agresor, antes de suicidarse declaró:
¡Dios es grande! ¡Dios es grande! ¡Nosotros morimos en Alepo, vosotros morís aquí! ¡Matáis a gente inocente en Alepo y en Siria!”, empuñando el arma.
Al respecto del cambio climático, los movimientos sociales también alcanzaron la cúspide con Greta Thunberg, sobre todo para el continente americano, cuando pronunció su discurso crítico frente a la Asamblea General de la ONU, con motivo de la cumbre sobre la Acción Climática. La fotografía de Jason DeCrow retrata la indignación de la activista al relatar y señalar a las grandes compañías y gobiernos de “ser indiferentes” ante esta crisis ambiental.
Sin duda, esta década se desenvolvió en una de ola de protestas sociales inconformes con las grandes cabezas que operan, sobretodo para Latinoamérica, en donde miles de movimientos y luchas de interés sociopolítico y cultural alzaron la voz en contra de la magna sombra que suponen los grandes gobiernos. Esta fotografía, tomada vía Instagram por Susana Hidalgo, retrata cómo los manifestantes chilenos tomaron una de las calles de Santiago en contra del presidente Sebastián Piñera.
Existen un montón de imágenes que aún revelan mucho más a fondo de lo que esta década representó, pero sin duda, ante el dolor de una humanidad alterada que carga con el peso del mundo en sus hombros, es claro que esta interrogante del, ¿para qué estamos aquí? Será un misterio que pueda resolverse entre la conexión con el otro, en el coincidir y en el presente de estar. Porque no sabemos si sobreviviremos ante la crisis ambiental, ni ante la humanitaria, pero es un hecho que nuestros instintos se aferran a la existencia. Así como la luz de las estrellas que viaja millones de años, incluso cuando esta estrella ha muerto, así como la vida se aferra a la vida incluso después de extinta, la humanidad se aferra a lo conocido y al misterio que habita en este camino para seguir.