Mientras el mundo se siga cuestionando sobre lo verdadero o lo falso, nuestra esencia primitiva por descubrirnos y encontrarnos dentro y fuera de nosotros continúa alimentando esta narrativa que deambula paralelamente hacia un mismo intento pero uno mucho menos ontológico espiritual. 

Vivimos la era tecnológica, la era de las redes y las conexiones virtuales que habitan dentro de nuestro sistema digital. En este sentido, las redes sociales han adquirido un papel casi fundamental en el que la trascendencia se ha convertido en la suma de likes, hashtags, seguidores y opiniones que se generan a partir de una publicación. Una trascendencia un tanto vacía, un tanto tramposa ya que al final, como todo en la red, todo consta de una caducidad inminente. 

Los discursos se repiten una y otra y otra vez, un laberinto de espejos en los que las contradicciones, los vidrios rotos y las confusiones se transgiversan a tal punto que terminan por caducar temporalmente para después, dentro de un rato, escuchar algunos ecos rebotando sobre aquella conversación añeja que ocasionó el incendio más grande de las redes en determinada fecha. 

Sin embargo, la caducidad y su vulnerabilidad dentro de lo repetitivo pareciera estar gestando discursos invariablemente agotables que se alimentan de sí mismos para caer en las distintas trampas que el mundo supone, como el tema de la autocensura o censura colectiva, las contradicciones y muchas más, que han enmarcado una nueva narrativa en esta era digital. 

Dicho esto, pensemos en cómo el expresidente de los Estados Unidos fue abiertamente expulsado de la famosa aplicación de Twitter por motivos discursivos en donde sus tuits derramaban odio y demás espuma viscosa de ideas ¿“peligrosas”?, o al menos claramente incómodas y para el nivel de popularidad que este personaje tiene, por lo que los ejecutivos optaron por eliminarlo de la red. 

No obstante, este personaje no se quedó de brazos cruzados y optó por construirse su propia red social, a la que, muchos llamarán osadía, cinismo o simple casualidad, optó por llamar Truth. Una app muy similar a lo que ofrece Twitter, ya que cuenta con funciones similares a lo que conocemos como retuit y “me gusta”. 

Se trata de una red social formada por Trump Media & Technology Group (TMTG), y se creó hace un año. Asimismo, Truth Social se autodefine como “una gran carpa''. Una plataforma de redes sociales que fomenta una conversación global abierta, libre y honesta sin discriminar la ideología política". 

En defensa de la libertad de expresión, que al parecer no queda muy clara en su definición para el expresidente de los Estados Unidos, esta red social promete ser un espacio “libre de censura”, pero cualquier plataforma de redes sociales en App Store y Google Play tiene que eliminar el contenido que infrinja sus reglas.

Empresas como Twitter "han tenido años para desarrollar sus plataformas y construir sus audiencias", señala Darrell West, miembro senior de innovación tecnológica del grupo de expertos Brookings Institution, con sede en Washington D.C. "Creo que va a descubrir que es mucho más difícil de lo que cree", dijo.

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