Desde su nacimiento en la civilización griega, la comedia ha sido ese punto de inflexión en el que todo se puede decir sin que sea tomado en serio, desde sus inicios se ha desenvuelto como uno de los géneros más críticos.

Así pues, hoy (17 de diciembre) hace treinta años Los Simpson nacían y seguramente su creador, Matt Groening, no sabía el impacto cultural que iba a generar su familia disfuncional estadounidense.

La familia amarilla tardó un par de años en perfeccionar la hipereferencialidad que tanto amamos, pero al final sus escritores la convirtieron en una especie de arte. Al grado que muchos expertos atribuyen a esta característica la fórmula de su éxito.

Y es que desde Los Picapiedras, los cuales terminaron en la década de los sesenta, no había una serie animada tan aclamada, lo que literalmente ha posicionado a Los Simpson como la animación más famosa de todos los tiempos.

Los escritores de la familia amarilla han logrado a lo largo de los años, conjuntar referencias de cultura baja y cultura alta, lo que crea episodios que se pueden leer en muchos niveles más allá de los chistes bobos.

Los Simpson son una combinación bien cimentada en el pastiche, la parodia y referencias de la alta cultura y la cultura pop. Aunque en realidad no han sido ni de cerca los primeros en implementarlo, lo cierto es que si este fuera su único recurso, ya habría quedado en el bote de los espectáculos que ya envejecieron.

Las generaciones crecen y explicar por qué es gracioso, definitivamente le quita lo gracioso.

Así pues, lo que ha hecho que Los Simpson sean Los Simpson, es precisamente esto: es un show construido alrededor de relaciones humanas y personajes perfectamente perfilados, tan humanos que no existe lo bueno y lo malo.

Ese realismo en la moral del show ha permitido que su crítica sea mordaz y sin un pelo en la lengua. Y claro, sin olvidar el humor.

El historiador británico, Christopher Cook, aseveró para la BBC:

Sugiero que también se vea a Los Simpson como uno de los primeros programas de televisión posmodernos desarrollados para la televisión estadounidense mainstream. Alguien definió al posmodernismo como una 'estética de citas', en otras palabras, recopila material de trabajos preexistentes de formas poco probables. Y el pegamento que mantiene unido al conjunto es una ironía, saber de dónde provienen las referencias y cómo se han reemplazado. Veo mucho de eso en Los Simpson.

La maestría de crear un universo alrededor de una familia, ha permitido que por sus capítulos han desfilado estrellas como Michael Jackson, Lady Gaga, Paul McCartney, Aerosmith, The Rolling Stones, Meryl Streep, entre un centenar más de famosos. A los que se suman artistas que ayudaron con animaciones, como John Kricfalusi, Guillermo del Toro, Banksy, Sylvain Chomet…

Todos recordamos esta legendaria intro de la Casita del Horror XXIV, la cual fue dirigida por Guillermo del Toro.

Su influencia ha sido tan grande que marcó el parteaguas para la animación adulta. Definitivamente sin Los Simpson no existiría South Park, Padre de familia, Futurama, e incluso Rick & Morty.

Además que colocó en el mapa a la cadena televisiva Fox, no por nada afuera de sus oficinas principales hay una estatua de Bart, y seguramente sea el último empujón que va a necesitar Disney+ para quitarle a Netflix mucho de su público.

Después de treinta años en el aire, aunque no con la misma calidad de las primeras temporadas, y cientos de couch gag, Los Simpson pasaron de ser el programa que referenciaba la cultura pop (que digo, aún lo hace) a ser el programa que referenciamos como parte indispensable de la cultura pop.

Incluso la onomatopeya “D’oh!” ya es una palabra aceptada por el Oxford English Dictionary.