El año 1995 fue importante por traer a la vida de los cinéfilos una animación que se convertiría en un clásico del séptimo arte y marcaría un parteaguas en la historia del cine de animación digital: Toy Story. También se trata del primer largometraje de animación de Pixar dirigido por John Lasseter, realizado completamente por computadora y que revolucionó para siempre el género.
Esta cinta fue nominada a tres premios Oscar: Mejor Guion Original, Mejor Música Original y Mejor Canción Original (“You’ve Got a Friend in Me”), además de recibir un Oscar especial por sus grandes contribuciones artísticas (el mismo recibido por Iñárritu en esta oportunidad por su labor en el cortometraje de realidad virtual Carne y Arena).
La historia de un grupo de juguetes que cobran vida una vez que sus dueños no están a su alrededor, cautivó tanto a niños como adultos y, en los años posteriores, desprendió las secuelas Toy Story 2, Toy Story 3 y Toy Story 4, las cuales también tuvieron una excelsa recepción y confirmaron la dedicación que hacen a temas universales como la amistad, la identidad y el crecimiento como uno de los grandes clásicos modernos.
Lo admito, la infancia de mi generación va de la mano de Toy Story y sus personajes forman parte de la misma. Es imposible no saber quién es Woody, Buzz Lightyear, los señores Cara de Papa, el tiranosaurio Rex, Andy, Forky, Bonnie y otros personajes. Si tuviste la fortuna de crecer con ellos, seguramente en más de una ocasión pensaste que tus juguetes también cobraban vida.
Sabemos que Toy Story 4 le ha puesto el broche de oro a una de las historias de amistad más humanas del cine, sin embargo, desde la primera vez que vimos a Woody y Buzz en los cines se empezaron a crear una serie de íconos que aún tienen un eco potente, como la canción “You’ve Got a Friend in Me”. Aquellas paredes tapizadas con nubes se convirtieron en merchandising en la vida real y empezaron a llenar las habitaciones de los niños de todo el mundo.
Han pasado 25 años desde su inicio y los dos protagonistas se convirtieron en los personajes más icónicos, irónicamente muy distintos entre sí, un vaquero y un astronauta, es decir el pasado y el futuro. Seres que aparentemente pertenecen a épocas y mundos distintos y que, sin embargo, desarrollan una amistad basada en valores como la confianza, el compromiso o la lealtad. El lazo entre ellos dos fue una de las claves del éxito de la película.
Ahora somos más individualistas que nunca y las relaciones son más virtuales que carnales. No obstante, los primeros años de la década de los 90 fueron los de las pandillas, de los grandes amigos que compartían las calles y crecían en un mundo en el que se podía creer más en unificaciones que en enemistades. En definitiva, Toy Story a los niños nos compartió los valores que caracterizan una época.
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