Azules turquesa y radiantes, dos globos a punto de reventar en una vacua oscuridad. La mirada que absorbe el último aliento de sus víctimas, Ted Bundy mira fijamente a un perro que le ladra con fervor y termina por dominarlo sin siquiera tocarlo. Así retrata Joe Berlinger, director, uno de los momentos más reveladores del personaje, en su nueva cinta cinematográfica Ted Bundy: durmiendo con el asesino.
Al contrario de retratar la frialdad de un asesino, interpretado por el conocido actor de comedia Zac Efron, que aislaba a sus víctimas y derrochaba sus encantadores dotes de “galán” para atraparlas y después mutilarlas, Joe Berlinger se propone apostar en anular el morbo y mantenernos en una pregunta abierta durante casi todo el largometraje.
La constante de la película entre creer si Ted Bundy sí o no es un asesino, es la que nos mantiene al filo de la historia. Además, aunque narre la historia de uno de los asesinos más famosos en la historia de la humanidad, el personaje principal le pertenece a Elizabeth Kendall (Lily Collins), quien es una madre soltera que empezó a salir con Bundy en los últimos años de la década de 1960, y quien ignoraba por completo el monstruo con el que dormía todos los días.
El enfoque sensacionalista y morboso que podría adoptar cualquier cinta cinematográfica que hable de un asesino serial, quien mató a más de 30 mujeres y lo negó hasta casi el final de sus días, después de haber sido condenado a la silla eléctrica, no lo veremos en la película de Berlinger.
Esta propuesta cinematográfica destaca en su innovación por cambiarnos de perspectiva. La narrativa transcurre a través del dolor y la negación de Elizabeth, a quien le tomó años liberarse del terror de Bundy y reconocerlo como el asesino serial que era.
Joe arriesga demasiado al voltearnos la historia, porque no sólo le pide ingenuamente a la audiencia que se cubra los ojos con las dos manos mientras entre abre los dedos frente a la realidad de esta historia bien sabida por todos, sino que podría caer en una apología en la que se encubre a una de las personas más atroces y malvadas que cometió los crímenes más viles en la historia de la humanidad, a quien se le desconoce la cifra exacta de mujeres a las que les quitó la vida y socavó sus cuerpos de maneras indescriptibles.
Ted Bundy fue un sujeto encantador, era atractivo y sabía moverse en el mundo social, caía bien, no parecía en lo absoluto que fuese un temible descuartizador de almas. Razón por la que se volvió todo un fenómeno, que incluso durante su primer juicio televisivo miles de mujeres ya lo idolatraban y asistían a los juicios como fans, como si se tratase de una estrella de rock.
Ted se convirtió en un rockstar, su personalidad frente a la cámara y al jurado conquistó a miles de personas desde el ojo mediático, pero ¿qué tanto funcionó que Berlinger eligiera este enfoque para toda la película? Si bien, Bundy realmente se convirtió en este oscuro fenómeno que irónicamente cautivó a miles de personas, sobre todo a mujeres, el target de sus víctimas, el contar la historia desde el extremo de su encantadora personalidad no permite, si no hasta el final de la película, vislumbrar la verdadera oscuridad que escondía ese papel, distanciandonos demasiado de la verdadera cara de Ted Bundy.
A pesar de que las tomas de la cinta están realizadas desde el close-up de Elizabeth y Ted, la ejecución de la narración nos queda lejos, arriesgando que los crímenes y la verdadera persona que fue Ted Bundy quedara tan fuera de foco que no recordemos que se trató de uno de los asesinos seriales más peligrosos de la historia, quien en un ensordecedor silencio aniquiló a cuantas mujeres pudo sin levantar ninguna sospecha.
La cinta llegará para los últimos días del mes de julio, a partir del 26 podrás ser testigo de esta historia desde el punto de vista de la mujer que hizo una llamada para cambiar por siempre su vida y la de Bundy.