Árido y desconocido, sin rutas ni caminos trazados, en un Chrysler 1929, doce personas desesperadas atraviesan el desierto de Sonora para llegar a Mexicali, Baja California. Cada uno impulsado por su propio interés, emprenden un viaje compartido en el que se verán expuestos a las garras de los más profundos miedos que cada uno experimenta. 

Sonora está ubicada en 1931, en plena época del nacionalismo mexicano, cuando Estados Unidos cerró sus fronteras con México, deportando a varios mexicanos, y el gobierno nacional mandó a exiliar a los chinos del estado de Sonora. Esta cinta, basada en La ruta de los caídos, de Guillermo Munro Palacio, dirigida por Alejandro Springall y adaptada a cine (guion) por John Sayles, rompe el paradigma del cine mexicano moderno. Contada desde un ángulo dramatúrgico, la historia se va desarrollando con una visión pura y sincera del México que poco se ha retratado en la actualidad. 

Además del reconocido elenco, conformado por Fernando Becerril (El Crimen del Padre Amaro), Juan Manuel Bernal (La Habitación Azul), Rafael Cebrián (Proyecto Lázaro), Dolores Heredia (Chicuarotes), Joaquín Cosío (Salvando al Soldado Pérez), la fotografía y los cálidos paisajes montañosos y desolados del desierto de Sonora, complementan enriquecedoramente a la historia. 

La naturalidad con la que se desarrollan los personajes y la fluidez con la que, a pesar de estar ubicada en el México de los años 30, muestran características determinadas en cada uno de ellos. En el caso de las mujeres protagonistas, fueron representadas como mujeres fuertes e independientes, sin caer en ningún discurso forzado ni fuera de lugar para el contexto. El racismo, la hostilidad, la avaricia y el clasismo son temas principales para la trama, que puede ilustrar a la perfección tanto al México de ese entonces como al actual. 

En tiempos en los que las crisis en contra de los derechos humanos, el racismo y la discriminación por diversas razones, ya sea género, posición económica, etc., esta película llega a la conversación con el espejismo de los años 30. 

“Hay miles de personas entrando a nuestro país, son migrantes pidiendo ayuda para cruzar en busca de un sueño y esta película, curiosamente, habla de eso. Creo que es una gran ocasión para ver desde ahí esta historia”, dijo la actriz Dolores Heredia, en la primera proyección de la película en el 16º Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), el año pasado (2018). 

Con buen timing llega esta cinta cinematográfica, en la que más allá de la ya conocida discriminación hacia los mexicanos en otros países, sobre todo en Estados Unidos, nos invita a observar con qué ojos vemos nosotros al resto del mundo. El tema de la discriminación ha sido inherente en nuestra sociedad desde tiempos del colonialismo. El resultado de nuestro país es un evento extremadamente caótico y desordenado, que ha originado un vacío en términos identitarios. 

México es muchos Méxicos, y la mirada con la que invitamos o rechazamos al resto ha originado una ruptura. Actualmente el mundo subsiste entre movimientos nacionalistas, xenófobos y un profundo odio al migrante, piensa en la caravana migrante de sudamérica o el grave problema que se vive en Europa, lo que está perfectamente retratado en la cinta, la cual solo ilustra el verdadero México de aquél entonces.

Sonora, desde una mirada moderna pero fiel a la época en la que se ubica, revela los más profundos sentimientos de la humanidad albergados en cada personaje. Muy al estilo dramaturgo, esta historia pone como protagonista los pesares que cada ser humano carga, para retarlos y enfrentarlos a sí mismos. 

“No quise un final hollywoodense y rompí esa tradición. Ganan quienes sobreviven. Existe una esperanza cuando nadie más tiene que morir”, explicó el director para entrevista con La Jornada. 

Siendo 1931, a diez años de la revolución mexicana, el país sigue en reconstrucción y asimilando la nueva estructura. Los personajes representan diferentes perspectivas del México que se está viviendo en ese entonces y ahora. “Los personajes arman y desarman alianzas; las ideologías se confrontan y la benevolencia se enfrenta a la brutalidad: el racismo, la avaricia y la paranoia, que se vuelven más peligrosos”, dijo Springall.

La mirada del mexicano con rasgos europeos, los personajes indígenas, el estadounidense, el migrante chino y demás, todos en un mismo automóvil “para alcanzar la paz”, según el eslogan de la película. Una de las reflexiones importantes de esta cinta está en revelar cómo el odio, la xenofobia y el racismo, son un reflejo puro del miedo, el desconocimiento y el sentimiento de inferioridad que habita en cada uno de nosotros. 

Esta cinta tardó en grabarse en alrededor de seis semanas en el Gran Desierto de Altar y El Pinacate, y será estrenada en las salas comerciales el 6 de septiembre.