Señales extraterrestres y la promesa de vida alienígena (Parte I)

Vida y estilo Calendario 13 ene 2021 Paulina Martínez

¿Cuántas botellas con mensajes se han lanzado al mar, para perderse entre las sales de la marea? ¿Cuántas veces hemos mirado el cielo, para enfrentarnos a la inmensidad de lo desconocido? Nunca un único intento ha sido el final, al menos no hasta ahora, mientras nuestra especie siga conservando su tenacidad y capacidad de asombro. 

¿Hay vida en otros planetas? Se trata de la pregunta contemporánea que más intriga ha causado sobre temas intergalácticos y la astrofísica en general. De la misma forma, cuando las semillas existencialistas se plantaron en nuestras mentes, desde las cuestiones básicas y primitivas, que divagan entre el sentido o propósitos de nuestra realidad humana, no hemos parado de intentar encontrar una respuesta sobre estas y más dudas que aún ni siquiera se nos han ocurrido. 

Para bien o para mal, nuestra mente no ha dejado de imaginar con las infinitas posibilidades de un encuentro alienígena. Ya tenemos la clásica escena en donde una extraña melodía es su forma de llegar a nosotros (Encuentros cercanos del tercer tipo, 1977), o la enternecedora imagen en la que un alienígena queda varado en la Tierra y debe refugiarse en el armario de un niño (E.T., 1982), hasta las más aterradoras visiones en las que el encuentro se transforma en una batalla perdida contra nuestra especie (La guerra de los mundos, 1898).

Para escenarios hipotéticos, los hemos pensado casi todos (o eso creemos). Sin embargo, ¿qué sucede cuando la realidad supera la ficción? Es decir, aún no hemos tenido un encuentro cercano con vida extraterrestre, o al menos no uno conocido. Porque si pensamos en todas las teorías de conspiración y miles de historias que existen en las mentes y creencias de algunos, entonces no tendríamos espacio suficiente en un texto para contemplarlo. 

Desde las supuestas abducciones que narran cientos de personas, los extraños fenómenos de los círculos en los cultivos, hasta las más populares; como la famosa Área 51 y el posible rapto de los humanos hacia una especie de otro planeta, o hasta el acercamiento a la tecnología alienígena. 

Imaginación nunca nos faltará, pero ¿qué sucede cuando parece que nuestras apuestas por la vida alienígena parecen ser ciertas? De lo extraordinario, aterrizamos en lo sublime. Y como bien mencionaba Kant, no se trata de un momento contemplativo, sino uno en el que el terror puede invadirnos, pero al mismo tiempo nos hace accionar. Es decir, no cabe duda de que, para bien o para mal, sin miedo, no seríamos la especie que somos hoy en día. 

Al respecto, distintas disertaciones han transcurrido en el plano de las mentes científicas, y son dos las que se encuentran frente a frente de manera confrontativa. Por una parte, encontramos al astrofísico Carl Sagan, quien relacionaba la exploración del universo con el entendimiento de nosotros mismos. Sobre encontrar vida alienígena comentaba lo siguiente:

“En mi opinión, la búsqueda de vida extraterrestre y, en especial, de inteligencia extraterrestre es una de las preguntas filosóficas, científicas y humanas clave, pero estamos en el principio de la búsqueda”.

Mientras que otra de las grandes y brillantes mentes de nuestros tiempos, Stephen Hawking, pensaba que era un error buscar vida alienígena, ¿por qué? Por las consecuencias catastróficas que esto podría traer para nuestra propia existencia. Asumía que de ser encontrados por otra civilización inteligente en el espacio, corríamos el riesgo de nuestra propia extinción, porque nosotros apenas somos unos primates con poco conocimiento de nuestro universo. 

Si en el futuro próximo se comprueba la existencia de vida extraterrestre, ¿qué haríamos como humanidad? Parece obvio intentar contactarla, en el romántico anhelo de encontrarnos y cambiar nuestros parámetros filosóficos y científicos. O quizá sólo nos ocultaremos y seremos cautelosos en lo que descubrimos si son amigos o no. 

La verdad es que me atrevo a pensar que ni las más grandes mentes científicas o políticas, tendrían idea de qué hacer en un momento así. Aunque seguramente deben existir por ahí protocolos que parecieran de películas de ciencia ficción, sobre qué hacer en caso de una invasión alienígena. Es decir, nunca hay que subestimar a la realidad, mucho menos a sus burocracias. 

¿Hay alguien más allá en el universo? ¿Estamos solos en este aparente infinito espacio de planetas y estrellas? Seguirán siendo preguntas que nos persigan hasta ser confirmadas, o ser extraordinariamente refutadas. 

 

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