La reseña de Pitchfork sobre el álbum Reward (2019) de Cate Le Bon, comienza con una pregunta certera, “¿Cómo suena la soledad?”. Al finalizar, declara que el nuevo LP de Le Bon es soledad, en términos sonoros.

Tal vez suena un poco pretencioso si no escuchamos de antemano el material de estudio, si no dejamos que nos inunde, y no conocemos el trasfondo que llevó a la cantante galesa a escribirlo.

Claro que más de una vez hemos escuchado sobre el desgaste creativo, y las diversas formas de curar ese mal en los artistas. Muchos deciden cambiar de residencia, trabajar con un productor que tenga un sonido totalmente distinto al propio, cambiar de género musical, entre muchas otras opciones, de las cuales, ninguna le parecía lo más aceptable a Le Bon.

Ella después de leer un anuncio de periódico sobre un curso de carpintería aplicó sin más, se mudó a Cumbria, Inglaterra, un condado solitario y alejado de Manchester, con tan sólo un piano de segunda mano y el curso que desde las 8 de la mañana, hasta las 6 de la tarde la ocupaba físicamente.

Aunque es más conocida por sus articulados arreglos en la guitarra, Le Bon decidió regresar a su infancia, donde la maestría de su tío para tocar en piano música Brit Pop la inspiró desde el inicio para adentrarse a la música. Así fue que este instrumento dramático por naturaleza, acompañó las madrugadas de la cantante por los meses que duró su aprendizaje en el arte de la madera.

En un horario estricto de 8 de la mañana a 6 de la tarde, Le Bon se acompañaba en silencio con jubilados, godínez hartos de la rutina, y en general personas que ansiaban trabajar en algo manual. Aprendiendo que la forma sigue la función, algo que dejó en la cantante galesa una muesca visible en su cuarto material de estudio.

Reward responde a lo que alude la palabra, este álbum es una “recompensa” si permites que sus ritmos y sus líricas te invadan, dándote una versión hermosa de lo que significó ese tiempo de soledad en la vida de Le Bon.

La soledad como cualquier sentimiento, es subjetiva, pero los que han sentido en carne propia la soledad, o la tristeza, podrán asentir o negar lo que diré después, por lo general no se siente como una balada con violines con la lluvia de fondo, sobre todo si es larga. Estos sentimientos se pueden convertir fácilmente en melancolía y esta no suena a una canción triste, es algo más, algo parecido que podemos encontrar en Reward.

Algunos críticos asemejan a Cate Le Bon con el cineasta griego Yorgos Lanthimos, ya que combinan cuentos de hadas con perturbadoras escenas. En el caso de Le Bon podemos escuchar tonadas solitarias, que sin mucha atención incluso podríamos catalogar como tranquilas y animadas, pero un presentimiento te embarga al escucharlas, realmente hay algo que sabes que no está bien.

Y es el momento en el que las líricas dan palabras a esa inquietud, la soledad y la búsqueda de uno mismo es el lugar donde se posiciona Le Bon en este álbum, aunque la tonada tome acordes del post-punk, como en “Mother’s Mother’s Magazines”.

Cate Le Bon no deja de lado su marca frente al mundo, el minimalismo, los tintes de saxofón, los sintetizadores y la guitarra eléctrica, a pesar de esto, Reward se siente distinto, trae dentro de sí un aura distinta que muestra al mundo el trabajo que le costó a la cantante galesa escribirlo, componerlo y producirlo en un lugar con muchas personas.

Pero al igual que un trabajo manual del que aprendes desde el inicio, es una cuestión de esfuerzo, paciencia y trabajo duro. Y es algo que Cate Le Bon aprendió con Reward, y llevó a cabo en 10 canciones que dejan tras de sí un halo de soledad melódica y trabajo duro para crear un impecable álbum.