Ya estamos en el siglo XXI y es más normalizado que el amor no todo lo puede, y que se necesita más que ese concepto abstracto para construir una relación amorosa. Se necesita confianza, respeto, aceptación, empatía y una buena comunicación.
Lo que ha decantado en la popularización del término relación tóxica, la cual es definida por los expertos como una relación en la que una o varias de las partes sufren de forma constante a causa de ella y están sometidas a un gran desgaste por tratar de sostenerla, y que puede llegar a desembocar en violencia física e incluso ser fatal.
Vamos, no seamos extremistas, pero hay muchas situaciones de dolor que se previenen si nos damos cuenta a tiempo de ciertos focos rojos. Un comportamiento tóxico no es exclusivo de un género u orientación sexual, son formas de ser que incluso, pueden trascender las relaciones amorosas e ir al terreno familiar, amistoso e incluso laboral.
Pero como dijo Jack, hay que ir por partes.
En qué consiste una relación tóxica
Son acciones que cuestionan el respeto, que la entrega sólo va en una dirección y que inevitablemente nos causan más sufrimiento que bien. Esto incluye insultos y humillaciones públicas o privadas.
Qué desencadena una relación tóxica
Existen reglas sociales implícitas que nos indican que el amor todo lo puede, y en consecuencia que es permisivo hasta niveles en los que algunas de las partes ejercen un poder casi tiránico en el otro.
Tampoco nos engañemos, todas las relaciones humanas son juegos de poder, el punto es que el poder sea lo más equitativo posible y así tener a una pareja a nuestro lado, más que un dueño o una dueña.
Ahora, una de las posibilidades por las que se desencadena una relación tóxica, provenga de una profunda incompatibilidad en cuanto a valores o creencias:
“Cuando no coincidimos a nivel de valores, entramos en una dinámica de hacerle ver al otro que le iría mejor si fuera de otra manera: la nuestra. Son situaciones en las que siempre sufrimos porque la otra persona no estará bien si deja de ser quién y cómo es. Por otra parte, uno tampoco será feliz con alguien a quien no admira o que sueña que un día sea diferente”, explican los expertos.
Otro factor son unos límites desdibujados, es decir, si no tenemos claro qué es lo que para nosotros no es negociable, es probable que cuando sucedan determinadas cosas no sepamos si aquello es muy grave o si debemos dejarlo pasar.
Esta permisividad tan destructiva para una de las partes, a su vez puede desencadenar e ir de la mano de la manipulación. Tan fácil y complejo como no poder comunicar cómo te sientes porque la otra persona se molesta. Recordemos que para que uno manipule tiene que haber otro u otra que se resigne y se someta porque de no haber una víctima, el papel de agresor no tendría sentido.
Claro que al inicio de una relación, cuando todo es de color rosa, nos cuesta razonar y notar los focos rojos que pueden evolucionar hasta llegar a niveles insoportables.
Lo cierto es que el amor romántico es una construcción social que lleva siglos, en la que se entiende la pertenencia como amor, por lo que se ha considerado que pequeñas cosas como sentir que los celos es una manera de expresar un amor loco. Por ello, es que muchos comportamientos internos pueden ser tóxicos y no necesariamente significa que la persona sea mala.
En este sentido...
¿Hay esperanza en mi relación si es tóxica?
Lo tóxico implica que una de las partes hace sufrir a la otra por su conducta, y como ya dijimos, muchas veces no es con dolo, sino son comportamientos aprendidos y replicados sin ponerlo en tela de juicio. De igual manera, como la toxicidad está profundamente vinculada con los límites personales, ciertas personalidades pueden funcionar juntas y otras no.
Claro que hablamos de cuestiones no negociables, no de cualquier acción que propicie violencia física o psicológica. Es decir, tal vez para una persona le parezca un no negociable que su pareja no lo consulte para hacer ciertas cosas en su vida, pero para la otra persona le parezca asfixiante y esto fácilmente se puede volver tóxico para las dos partes.
Y lo tóxico no sólo causa malestar en la víctima, sino en las dos partes, ya que hasta la cosa más nimia puede causar una pelea gigante, y esto eventualmente causa frustración, desgaste y vacío en las dos partes.
Establecido esto, sí hay esperanza para una relación que ha comenzado a tener rasgos tóxicos, pero cabe aclarar que hablamos de cosas pequeñas, nada que afecte directamente a la integridad del otro. Lo cierto es que se necesita mucho compromiso, ya que muchas veces es indispensable que las dos partes vayan a terapia y deseen cambiar la forma de interacción.
Casi nunca funciona el esperar que la otra persona cambie sólo porque sí, ya que esto crea expectativas y confía que se modificarán los comportamientos, pero esto sólo “de dientes para afuera”, como coloquialmente se dice.
No vale con que la persona tóxica manifieste intención de cambio, importan los hechos, porque son los únicos que nos van a aportar información real.
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