Historias de amor existen muchas, pero Rayuela de Julio Cortázar es, sin duda, uno de los clásicos de la literatura latinoamericana que merece un lugar especial entre todas esas experiencias de coincidir con la persona que nos hechiza.
En la literatura, como en la vida misma, los límites de la imaginación aparecen cuando las experiencias se limitan a los conceptos que nuestra mente alberga. Tal cual lo decía el filósofo Gastón Bachelard, “imaginar es ir más allá de las imágenes primeras”. Está en nuestro poder creativo derribar cada frontera que pueda obstruir nuestra mirada.
Julio Cortázar es uno de los escritores que destaca por haber demostrado que la imaginación lo puede todo. Tan sólo hablar de Rayuela, publicada en 1963, es hablar de un universo en el que la simplicidad no tiene lugar. Por ejemplo, cuando se propone a describir un beso en el capítulo 7 (y esto no es para nada spoiler), habla del cíclope que se vuelve uno con el otro. Incluso este fragmento ha sido motivo de estudio en la literatura, y no por verlo desde un punto académico, sino por ponerlo en un ángulo en el que la creación da lugar a que la cotidianidad y la experiencia pueden crear universos completamente delirantes en escenarios fantasiosos, en los que la realidad no deja de ser real.
Tal cual retrata el nombre de esta novela, Rayuela, la narración de esta historia no tiene un orden en sí mismo. Pensemos en las reglas de este juego, avientas una piedra y según donde esta caiga, será el sitio que no puedes pisar. Tendrás que recorrer, con un solo pie este plano dibujado sin tocar el sitio donde cayó la roca. Algo del azar, el tiempo y el espacio no lineal, y las situaciones que representa coincidir con alguien inesperadamente, de eso va Rayuela.
Esta novela consta de 155 capítulos, los cuales se dividen en tres partes: “Del lado de allá”, “Del lado de acá” y “De otros lados”. En primer momento, esto no tiene mucha importancia, pero muchos lectores han establecido tres formas de leer la historia de Oliveira y La Maga, protagonistas de Rayuela.
Una de las sugerencias es comenzar de manera lineal. Leer del capítulo uno y viajar en línea recta hasta el capítulo 56, en el que encontrarás una marca que indica el “final de la historia”. Si tomas esta ruta, podrás aceptar el final del juego y dispensar del resto. Con esto bastará para que te involucres en el mundo de esta novela.
Sin embargo, si no te conformas con dejarlo aparentemente incompleto, y quieres descubrir más de esta enredada historia, hay otro paso que puedes seguir. La segunda forma es guiarte por el tablero de direcciones, el cual encuentras al inicio de la obra. De esta manera, te darás cuenta que con estas indicaciones puedes saltar del capítulo seis al 93, por poner un ejemplo.
De cualquier formas estarás leyendo la misma historia, pero con diferente orden. Si eliges esta lectura, encontrarás más personajes. Incluso descubrirás un poema de Cortázar, una nota de periódico y pequeñas acotaciones. Todo esto enriquece el juego que supone esta novela.
Otra opción es hacerlo de manera completamente libre. Seguir tus propias reglas y disfrutar de lo que esta novela puede ofrecerte en todas sus dimensiones, al final está diseñada para que sea la misma historia, en un tiempo no lineal. Abre el libro en cualquier parte y dirígete a cualquier dirección, porque al final, eso es lo que en realidad Julio Cortázar pretendió al hacerla de esta forma, en un juego de metaficción con su universo literario, Cortázar buscó siempre que te convirtieras en un Cronopio y fueras más allá de lo que el mundo visible tiene para ofrecer.
Recuerda que los límites los pones tú, es tu turno para que las imágenes y metáforas adquieran un sentido mucho más profundo de lo que el mundo literal supone.
Atrévete a dejarte guiar por tus propios instintos y descubre Rayuela sólo en Sanborns.