Cuando los libros, películas, series y demás contenido de ciencia ficción nos quedaron cortos, la realidad no se esperó para buscar su salida de emergencia y empezar a materializarse desde lo inimaginable. Para esto, pensemos en los planes espaciales, en los que nuestra curiosidad y anhelo por lo imposible se reflejan en cualquier mirada hacia las estrellas. 

Más allá de nuestro contexto actual, en el que el escenario del mundo parece dibujarse entre las tormentas de una ficción fatalista y las de un desenlace con halos de luz en el que el clímax es una vacuna, el cielo sigue aguardando nuestra esperanza e instintos de exploración sobre el universo y la vida misma. 

“Si al principio una idea no es completamente absurda, no existe la menor esperanza de lograr algo a partir de ella”, apuntó una vez el físico y divulgador científico Michio Kaku, y definitivamente la historia ha sido prueba suficiente de que esto es una verdad casi absoluta. 

Alguna vez se cuestionó sobre la posibilidad de atravesar el océano, sin caer a la deriva en el inevitable vacío que albergaba el horizonte, pero no fue hasta que un hombre apuntó a que nuestro planeta era redondo, por lo que el aparente infinito en realidad no era otra cosa más que el camino de un continente a otro. 

Es decir, lo inesperado o inexplicable encuentra su resolución en las agallas por descubrir lo que sucede. Es de nuestra especie aventurarnos a lo desconocido, por mucho que esto nos aterre, pues sólo así descubrimos más y más preguntas para nunca dejar de explorar y reconocernos ante el universo mismo. 

Asimismo, después de que logramos aterrizar en la Luna, nuestros sueños por alcanzar al planeta rojo no perdieron de vista su posibilidad. Desde todas aquellas historietas, novelas y películas, como Mars Attacks!, de Tim Burton, que por cierto este año celebra sus 25 años; hasta los titulares contemporáneos de los últimos meses: Marte será colonizado antes de 2050, Arrancan planes para habitar Marte, etc.

Es decir, aterrizar en el planeta rojo está en nuestros planes, y conquistarlo está escrito en nuestra persecución de horizontes contínua. De saltos y saltos se ha construido la humanidad, y ahora, a inicios del siglo XXI hemos logrado saltos larguísimos que nos abren la posibilidad de poder ser testigos de nuestra llegada a Marte. 

En esta recapitulación marciana, veremos las actualizaciones de los planes que existen para lograrlo. Para eso, hablaremos del primer paso: la Luna. Porque entre la logística de viaje y demás, se ha contemplado seriamente aterrizar primeramente en nuestro satélite, para después de ahí partir a nuestro vecino rojo. 

De científicos locos a Elon Musk

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Hoy en día, cuando pensamos en Marte, el apellido Musk viene de inmediato en nuestro campo semántico marciano. Y es que no cabe duda de que ha dado mucho de qué hablar en los últimos meses, sobre todo si pensamos en sus planes para conquistar Marte. 

Sobre esto, todo radica en sus starships y la ruta hacia lo imposible. De primer momento, los  planes estaban en que estas naves estarían saliendo del planeta cada 26 meses, durante un periodo de 30 días. Algo como un éxodo espacial, lo cual permitiría transportar un millón de personas antes de 2050. Sin embargo, las fechas siguen siendo ambivalentes en cuanto planes intergalácticos, pues siempre habrá retrasos significativos.

De cualquier forma, todo parece indicar que no pasará de este siglo para que veamos este sueño hecho realidad. 

¿Y la NASA qué piensa hacer?

En esta carrera espacial, es un hecho que todos quieren participar. Porque más allá de los ambiciosos planes de Musk, los distintos gobiernos del mundo no quieren que esto se trate únicamente de una compañía privada, sino de algo meramente internacional. Es por eso, que la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA), más allá de colaborar en los planes de Musk, tiene su propia visión. 

No todo se trata de llevar humanos al planeta, sino de encontrar todo lo necesario para que cuando estos lleguen, puedan adaptarse de la mejor forma. 

Sobre esto, nos enfocaremos en la misión Artemisa III NASA, en la que se planea llevar una nave tripulada a la Luna para el año 2024 (año claramente tentativo). La idea es que los astronautas que emprendan este viaje, lleguen al Polo Sur lunar. 

Dentro de lo planeado, se busca que los astronautas viajen alrededor de 386 mil kilómetros en la órbita lunar a bordo de la nave Orion, con el fin de abordar directamente uno de los nuevos sistemas comerciales de descenso tripulado. Esto por resumir, ya que esta misión conlleva en realidad un montón de pruebas y planes, a modo de ensayo para llegar a Marte. 

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Igualmente, en esta misión, se espera que tanto los robots y los humanos extraigan recursos como el agua que se pueden convertir en otros recursos utilizables, incluidos el oxígeno y el combustible. Al perfeccionar las tecnologías de aterrizaje de precisión y al desarrollar nuevas capacidades de movilidad. De esta manera, los astronautas podrán viajar distancias más largas y explorar nuevas regiones de la Luna.

Aunque todavía siguen siendo planes, es un hecho que las grandes mentes ya se han esmerado en iniciar los borradores principales, para vivir el sueño de toda nuestra humanidad. Tal y como lo ha descrito Musk: “Un día la nave Starship aterrizará en las arenas ocres de Marte”. 

Es decir, un día habremos saltado más allá de nuestro faro nocturno, para haber llegado al planeta que, posiblemente, sea nuestro hogar en décadas futuras.

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