Nuestros vínculos afectivos se ven, cada vez más, perjudicados en la sociedad en la que vivimos. Mientras el planeta sigue girando, sus habitantes caminan sobre la cuerda floja entre una persona y otra. Todos buscamos encontrar a nuestro par, a nuestra alma gemela. ¿Quién realmente lo logra? O mejor dicho, ¿realmente existe un alma gemela para todos?
Más allá de la romántica historia de los hilos rojos y el funambulismo absurdo en el que todos, inevitablemente, caemos cada que lo intentamos cruzar; lo cierto es que la posmodernidad y sus trampas tecnológicas han interferido en nuestras formas de relacionarnos desde siempre.
Ahora que el mundo dijo: pausa, de manera hostil pero en una sutil quietud, con el tema de la pandemia, nuestras redes y conexiones sociales se reforzaron más de manera virtual. Y antes de inclinarnos a señalarlas desde escalones imaginarios de cualquier juicio moral, lo cierto es que esto ha afectado y cambiado de manera directa la manera en la que vemos y nos reflejamos con el mundo.
Entre tanto, el ghosting (hacerse el fantasma) ha sido un nuevo concepto que se ha adherido a nuestro vocabulario. De hecho, la palabra fue agregada al diccionario británico Collins a partir de 2015.
Para bien o para mal, sólo proyecta antiguas formas de cómo nos relacionábamos anteriormente, para ahora trasladarlas hacia las terribles y horrorosas palomitas azules, o el clásico de la contemporaneidad del horror: El Visto.
Levante la mano en esta sala quien se haya sentido directamente atacado por “El Visto”, y es que más de ser un meme, se trata de una realidad de la que no muchos logramos recuperarnos.
Una encuesta que llevó a cabo YpuGov para el Huffington Post, en 2014 y en Estados Unidos, reveló que el 11% de los participantes confesó haber hecho ghosting a alguien, mientras que el 13% admitió haber sido víctima de esta práctica. Mientras tanto, el sitio Elle reveló, con una encuesta similar entre sus lectores, que el 26% de las víctimas fueron mujeres, mientras que el 33% de los hombres confesaron haber realizado esta práctica.
En mi opinión, y muy a título personal, me atrevo a decir que esta se ha convertido en una práctica de ambos géneros, tanto hombres como mujeres hemos sido víctimas y victimarios en esta estrategia contemporánea.
Pero más allá de haber sido víctima de este nuevo enemigo, o de haber hecho alianza con este para zafarnos de algún compromiso real o por el estilo, te has preguntado, ¿por qué ghosteamos o nos ghostean? Y sobre todo, ¿por qué muchos lo han tomado como estrategia de break up?
Últimamente, y ahora más que nunca con la pandemia, se ha visto (vaya la ironía del concepto) un fuerte incremento en terminar relaciones de la noche a la mañana con esta táctica del ghosteo, misma que le sigue a cortar toda clase de comunicación de la noche a la mañana.
Hablemos de consecuencias
De acuerdo con los expertos, esta práctica trae consecuencias tanto para quienes la sufren, como para quienes la practican. De primer momento, quien la sufre ve su autoestima atacada, por lo que debe pasar un duelo que conlleva el fin de una relación, sin tener claridad sobre los motivos de la ruptura.
Mientras que para quien la practica, tendrá que hacer frente a posibles remordimientos y al sentimiento, ese tan molesto, de culpa o responsabilidad, como prefieras nombrarlo. De hecho, muchos científicos han afirmado que la mayor parte de las personas que incurren a esta práctica, suelen ser quienes le temen al conflicto, por lo que es “más fácil” para ellos romper, de una vez por todas, de esta manera tan abrupta y tajante.
¿Por qué lo hacemos?
Se trata de una práctica en la que, a estas alturas del mundo contemporáneo que vivimos, todos hemos sido parte de una u otra forma. Sin embargo, es natural cuestionarnos el porqué de esta decisión y forma de alejarnos o terminar algo de manera “silenciosa”.
De acuerdo con Maya Borgueta, psicóloga de la organización californiana Lantern, afirma que esta práctica del ghosting se relaciona íntimamente con la evasión del conflicto. Además, apunta a que se trata de una práctica que siempre ha existido, pero que las redes tecnológicas acentúan de manera distinta.
"Obviamente el ghosting ha existido desde el inicio de los tiempos, pero no hay duda de que la tecnología y el tipo de comunicación impersonal a la que estamos acostumbrados a través de internet o de las aplicaciones móviles han hecho que sea más común", apunta.
Sin duda, y ya lo advertía Zygmunt Bauman (sociólogo y filósofo polaco y contemporáneo) nuestros vínculos transcurren (o mejor dicho, se escurren) en esta narrativa contemporánea líquida, en la que la fragilidad y vulnerabilidad se han convertido en la constante entre los intentos por acercarnos al otro de manera comprometida.
Porque más allá de proyectar el compromiso en esta idea de anillos y bodas, la responsabilidad afectiva se atraviesa con los temores de la incertidumbre en la que nuestra humanidad no sabe a qué estímulo ignorar y a cuál escuchar. Mientras tanto, quizá no sea malo reflexionar sobre hacia dónde nos está llevando esta sutil pero quizá muy dolorosa práctica.
Encuentra literatura sobre relaciones AQUÍ.