A pesar de la fama mundial de Rosalía, su música no es para todo el mundo. Es posible que lo más mainstream de su catálogo fue lo que la impulsó a la fama, “Con altura”, “TKN”, “La noche de anoche”, música de fácil acceso con ganchos pegajosos en el coro.
Si hablamos del álbum que sirvió como faro para hacerse notar con la crítica, El mal querer, no es un álbum para todo el mundo, a pesar de tener “Malamente”, una canción adictiva. Al contrario, es un álbum sesudo que reinterpreta el flamenco (un género muy de “nicho”) y experimenta con él.
El mal querer no es un álbum pop de fácil acceso, al contrario, es casi un gusto adquirido. Te reta con las inflexiones y mezclas musicales que te presenta, sobre todo para los escuchas que están acostumbrados al pop convencional.
Por lo que respecta a su tercer y esperado álbum, Motomami, continúa dentro del hilo experimental, tal vez más accesible que el resto por fusionar géneros mainstream, pero este álbum sólo confirma que la catalana desea que el resto se adecue a ella y no al revés.
Dejando de lado los debates sobre la pertinencia de tal o cual para usar un ritmo, Motomami es un collage de estilos y experimentación que enmarcan a sus ídolos musicales, y aunque pueda sonar desordenado, las 16 canciones escuchadas en orden de entrelazan con una fortaleza artística.
Los críticos comentan, que este tercer álbum “juega con dembows minimalistas, cantos fúnebres con autotune, electro enriquecido, bachata y baladas al mero estilo de Björk”. Mezclas creadas con la ayuda de una gama ecléctica de coproductores como Tainy, El Guincho, Michael Uzowuru, Sky Rompiendo y Pharrell.
Pero no deja de lado sus raíces, como en “Bulerías”, canción que se vuelve a centrar en el flamenco. La cual ofrece una mirada cercana a la telaraña de influencias de las que Rosalía saca mientras invoca los nombres de algunos de sus héroes en oración: “Que Dios bendiga a Pastori y Mercé / À la Lil' Kim, a Tego, y la MIA”.
Mientras que en “Delirio de Grandeza” reinventa la canción de 1968 del cantante cubano Justo Betancourt, agregando un sample de “Delirious”, la pista de 2009 del dúo rapero, Vistoso Bosses.
Pero la tradición se queda ahí, ya que existen tracks como “CUUUUUuuuuuuute”, quien tiene a la DJ y productora argentina Tayhana para poner voces en bucle de la estrella vietnamita, Soytiet, para una pista de baile estruendosa que colapsa inesperadamente en una tranquila pausa de piano.
Es una sacudida cuando las exaltaciones entrecortadas y carnales de "Hentai" dan paso a raps acelerados en "Bizcochito", una canción cuyos desaires sonrientes invierten la tradición del dembow.
Motomami encuentra estabilización gracias a un mensaje de autosuficiencia y empoderamiento, sino los giros creativos y a veces turbulentos, podrían desorientarse entre la dualidad y sus intereses gemelos en complicar nuestra comprensión de las habilidades de Rosalía como vocalista, poniendo en primer plano sus raps y pasando su voz a través de filtros desconcertantes.
Haciendo uso de rimas simples, e incluso absurdas, deja en claro que este álbum es menos formal que sus anteriores LPs, juega con la idea preconcebida que el mundo tiene sobre ella. “Esto no es El mal querer, es el mal desear” canta en “G3 N15”, la explosión de sexualidad, terminando el collage entre la voz de una mujer mayor y una enumeración de palabras según el abecedario.
El tercer álbum de Rosalía se vale de sus raíces, los sonidos donde se ha sentido cómoda y la voluptuosidad de su sexualidad. Entre videos repletos de kitsch y camp, Motomami es la demostración de que sólo conocemos la punta del iceberg de los intereses como artista de la catalana.
La demostración, de nueva cuenta, que Rosalía no está aquí para adecuarse al canon, sino que tiene el talento suficiente para crear uno propio.
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