No es Navidad hasta que vemos Home Alone (Mi Pobre Angelito) en la tele. La película protagonizada por Macaulay Culkin este 2020 cumple 30 años de haberse estrenado, a partir de ese momento se convirtió en el clásico navideño de todos los años.
La primera imagen que vemos cuando empieza la cinta dirigida por Chris Columbus es la enorme casa en Chicago llena de luces rodeando las numerosas ventanas de la fachada. En esa enorme casa suceden las peleas, las reflexiones y la esperada reconciliación. No es una historia sobre una pareja, pero es un relato de amor. De un amor más difícil de explicar e incluso sostener.
Antes de entrar a la casa ya escuchamos gritos y reclamos. Adentro los niños, adolescentes y adultos van de acá para allá, suben y bajan las escaleras sin prestar atención a lo que sucede a su alrededor. Lo interesante es que la cinta no es tan navideña como otras, y de hecho el contexto de esta celebración se maneja de forma muy ligera (e incluso muestra el estrés de las fechas).
Mi Pobre Angelito redefinió el género de las películas navideñas, fue una de las primeras que demostró que no tenían que ser cursi o románticas y le abrió el camino a un género protagonizado por personajes jóvenes que dejaban volar su imaginación (y su locura) cuando no había nadie quien los supervisara. Heredera de las caricaturas, tiene estas y otras razones para no sentirse tan navideña.
Un clásico que marcó a toda una generación de niños nacidos entre los años 80 y 90 que, después de verla, comenzaron a soñar con quedarse solos en casa para poner a prueba cada una de las trampas que Kevin McCallister (Macaulay Culkin) diseñó para derrotar a los ladrones que querían robar su casa. Mientras que la familia de Kevin está en caos en su viaje, Kevin está feliz de estar solo y no tener que compartir su espacio con nadie más. No es hasta que se ve amenazado que comienza a extrañar a su familia.
Como mencionamos al principio, la cinta es dirigida por Columbus, sin embargo, tiene el sello John Hughes (The Breakfast Club), quien escribió y produjo la película. La historia de cómo se le ocurrió la idea del filme es tan graciosa como la película: estaba por irse de viaje y comenzó a repasar los objetos y papeles que no debía olvidar por nada del mundo. Fue entonces cuando pensó: “¿qué sería lo más insólito que me olvidé de llevar? ¡Mi hijo!”. Esa simple anécdota fue el motor del proyecto.
Y en retrospectiva es cierto. La cinta no es una obra maestra de cine. Tomando en cuenta eso y dando por sentado que no es realista, verla resulta en un festín de comedia tipo slapstick (basada en golpes), ofreciendo una risa cada minuto.
Cuando se trata de cine, el tiempo es una prueba, 30 años es mucho tiempo, pero realmente se pasa volando, ayer eras un niño que se pasaba la aburrida cena navideña viendo a Macaulay Culkin destrozar a dos ladrones mientras llegaba la hora de dormir para dejar a Santa trabajar tranquilo y hoy eres un adulto hecho y derecho que intenta preservar la tradición mostrándole a tus hijos las aventuras del niño que supo defender su casa cuando los adultos se fueron.