El amor es una emoción que siempre es buscada y alentada por la misma sociedad, e incluso, nos han dicho que el amor te hace cometer locuras, tal como los jóvenes Romeo y Julieta. Y claro que es comprensible que creamos que el amor debería de hacernos perder la cabeza, debido a la fase de enamoramiento.
En esta fase estamos fascinados por la persona amada y que pone en marcha mecanismos químicos en nuestro cerebro que nos llenan de deseo, euforia y excitación de manera involuntaria.
Claro que esto es normal, pero deja de serlo cuando a ello se suma una fuerte necesidad por ser correspondido de manera obsesiva. Es entonces cuando hablamos de limerencia.
La limerencia, como la definen los expertos, es un estado involuntario interpersonal que implica un deseo agudo de reciprocidad emocional; pensamientos, sentimientos y comportamientos obsesivos-compulsivos, y dependencia emocional de otra persona. Hablamos de un trastorno obsesivo-compulsivo enfocado al objeto amado.
Y muchas veces hemos visto representada esta necesidad como parte “del estar enamorado”, cuando está más bien alejado de la realidad y actualmente es más bien catalogada como una enfermedad, que no sólo afecta al objeto de deseo, sino a la persona que vive desesperada por el amor del otro.
Aunque claro que nadie puede diagnosticar a nadie a menos que sea un experto, sí podemos hablar de características que se pueden encontrar en la limerencia. Pero sin duda, un gran foco rojo es que ese enamoramiento te haga sentir intranquilo e incluso, infeliz.
Pensamientos circulares hacia el objeto amado
Todo lleva a la persona amada, cada acontecimiento, lugar o momento nos recuerda al ser amado y todo se centra en él. Se trata de pensamientos recurrentes de tipo obsesivo, que giran en torno al otro con la intención de descubrir y comprobar si nos quiere en la misma medida.
Temor al rechazo
Ansiedad excesiva cuando se piensa en el posible rechazo del otro, incluso con manifestaciones físicas de ansiedad como taquicardia, temblores, hiperventilación, mareos, etc.
Conductas compulsivas
El miedo obsesivo a no ser correspondido se traduce en conductas compulsivas de comprobación, como preguntar directamente al otro sobre sus sentimientos, o escribirle mensajes sacando temas de conversación para ver su interés, preguntar compulsivamente a los demás qué opinan sobre la relación, etc.
Sensación de euforia frente a señales de atención, ya sean reales o no
Esto puede ocurrir durante el enamoramiento de forma normal, la diferencia está en que muchas veces se distorsiona la realidad a favor de forma desproporcionada, tratando de autoconvencerse con cada pequeño detalle, de que es significativo y que determina que el otro nos corresponde.
Fantasías constantes de reencuentro y recreación de los encuentros vividos
De nuevo la diferencia aquí con la fase normal de enamoramiento, es su carácter obsesivo y casi constante. La persona puede pasar horas fantaseando sin parar en estas recreaciones.
Falta de control emocional
La condición obsesiva y por lo tanto ansiógena de la limerencia, va a llevar irremediablemente a pensamientos distorsionados y reacciones emocionales de inestabilidad.
Pensamientos intrusivos sobre la otra persona
Pensar en el otro no responde a nuestro control, además el miedo al rechazo lleva a pensamientos negativos sobre los sentimientos del ser amado, de tipo obsesivo y que influyen en la desestabilización emocional descrita en el punto anterior.
Idealización del objeto amado
Durante el enamoramiento, todos idealizamos al otro, pero en la limerencia la obsesión por ser amado por el otro y la constante necesidad de comprobarlo, es desproporcionada, no pudiendo escuchar críticas o asumir que el otro tenga defectos. De este modo, la distorsión sobre el otro puede ser exagerada. Este sería el caso de Don Quijote y la Bella Dulcinea del Toboso.
Ansiedad y/o depresión
Mantener cualquier situación de forma obsesiva es generador de ansiedad y de un bajo estado de ánimo que con el tiempo puede llevar a la depresión. Además, el hecho de centrar toda nuestra valía casi exclusivamente en cómo nos ve el otro, y en si somos o no correspondidos, debilita enormemente la autoestima.
Si sientes que has vivido más de una característica, nunca es tarde para pedir ayuda y encontrar un mejor lugar contigo mismo gracias a ayuda profesional.
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FOTO: Maria Oswalt en Unsplash