Si en este punto no sabes quién es Lil Miquela sólo hay de dos sopas, no eres un asiduo consumidor de tendencias o tienes más de treinta años.
Fuera de bromas, esta mujer de raza ambigua ha sido la tendencia en Instagram desde 2016, pero sin duda, en 2018 fue cuando explotó la fama de Miquela Sousa. Para este 2020, es una de las influencers más importantes del mundo.
Ha promocionado ropa de Chanel y Prada, ha entrevistado a J Balvin y King Princess, hace vlogs en YouTube, es cantante, ha sido parte de polémicas y participó en un video promocional junto a Bella Hadid de Calvin Klein, donde se besaban.
Lo que la diferencia del resto de influencers en el mundo es que Lil Miquela no existe, es una animación creada por Cain Intelligence, un programa manejado por una startup de Los Ángeles llamada Brud.
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En 2018, fue nombrada en la lista de las 25 personas más influyentes en internet por Time, el mismo año en el que se confirmó (como si hubiera faltado) que no era una persona, sino un robot. Pero no sólo eso, sino que en la misma publicación sus creadores duplicaban las capas ficcionales dándole a Miquela una conciencia de sí misma como un robot, a la cual le habían mentido sobre su pasado. Dejando una pregunta al aire, “si no soy un humano, ¿soy una persona?”
Es decir, las preguntas que encontramos en casi cualquier película sobre ciencia ficción en la que existen entidades vivas que no son humanas. Pero esta vez con una entidad que “convive” con seres humanos dentro de nuestra realidad.
Lo que nos deja más o menos así:
Al indagar sobre Lil Miquela me encontré con muchos artículos que hablan sobre el miedo humano a ser sustituidos por máquinas e inteligencias artificiales, haciendo preguntas sobre si este séquito de animaciones podrían en algún momento descontinuar a los influencers de carne y hueso. Un miedo válido, al fin y al cabo, hemos crecido con ese tipo de ficciones y lo estamos viendo “hecho realidad”.
Lo que es cierto es que aún falta muchísimo para que este paso tecnológico suceda, por lo que me causa más inquietud es lo que indica en el presente que comencemos a creer en la fidelidad de un programa controlado por otros.
Claro que el amor por la ficción no es nueva bajo el sol, la perfección y el más allá siempre ha sido una inquietud humana. La Historia ha estado repleta de dioses imperfectos e inmortales, dioses perfectos, golems y superhéroes, hoy por hoy es el culto a la imagen quien ha sustituido en gran manera a las mitologías de antaño.
Así pues, ¿en realidad hay una diferencia entre Lil Miquela y el resto de influencers que basan su influencia en una ficción armada al milímetro?
Tal vez podríamos asegurar que el carisma no es algo que se pueda crear, pero sí una piel perfecta, un abdomen plano, y una vida de ensueño. Y si ahora pensamos que la mayoría de las celebridades que adoramos son controladas al milímetro por decenas de expertos, quienes ya han delimitado el público meta y cómo llegar a ellos… Ya no suena tan distinto.
Si las marcas usan influencers es porque ellos ya tienen un público meta delimitado, similar a escoger entre nichos en un catálogo, es más simple crear un lazo con los compradores si está de la mano de alguien que siguen con antelación.
En general, pensar que las vidas y cuerpos de celebridades e influencers que sigues en IG son reales, es simplemente ridículo. De igual forma, creer que Miquela era una persona suena igual de descabellado.
Instagram ha sido creado e impulsado por sus usuarios como la gran red social de la mentira, cada fotografía con millones de likes fue recreada y pensada al milímetro. Es algo que sabemos, tal vez queremos creer que es posible porque esa es la idea de felicidad que impone esta sociedad.
Sea como sea, lo único que podríamos argumentar como diferencia entre Lil Miquela y el resto de influencers es la humanidad, ya saben, necesidades básicas y escatológicas, tal vez subjetividad, pero seamos sinceros ¿cuándo veremos en el propio Instagram de algún influencer una foto con un ángulo desfavorable, tal vez con barros y celulitis?
No, Instagram es la vida que todos quisiéramos tener pero no tenemos, y lo peor de todo es que nos quieren hacer creer que es real.
Esto ha hecho que la muchos de los nuevos usuarios (niños de la generación z) tengan por ídolos a las E-Girls y E-Boys, personas que sólo existen en Tik Tok y que se esfuerzan por parecer irreales. De igual forma, esto ha impulsado el maquillaje virtual y los filtros que te permiten verte o ser alguien más.
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Así pues, por mi parte veo a Lil Miquela como un escalón obvio en la vida ficticia que plantean las redes sociales. Y en general, nuestro presente y futuro en el que los discursos y la ficción tienen mucho más peso que los hechos fácticos, comprobables.
No tengo pruebas pero tampoco dudas.