El cineasta Kirill Serebrennikov fue ampliamente conocido en nuestro país gracias a su largometraje del 2016, El discípulo ((M)uchenik), el impactante relato sobre los actos de rebeldía y fanatismo de un joven ruso los cuales evidencian una crisis de valores y pensamiento permeados al interior del sistema educativo y la sociedad de ese país.
En Leto, un verano de amor y rock, su más reciente trabajo, Serebrennikov vuelve a enfocarse en la juventud de su país, pero no en la del tiempo actual, sino en aquella que vivió bajo el régimen socialista en los años previos a la Perestroika, la cual encontró en el rock proveniente del hemisferio occidental una válvula de escape al tedio y el yugo imperantes, así como un vehículo de expresión (y rebelión) inigualable.
La acción transcurre en la escena musical subterránea existente en Leningrado a principios de los ochenta, y se centra principalmente en tres personajes. El primero de ellos es Mike Naumenko, un músico experimentado quien goza de un enorme prestigio en dicho ámbito, al ser también líder de una banda llamada Zoopark, precursora del movimiento rockero por esos lares.
El segundo personaje es la bella Natalia Vassilievana Naumenko (más conocida como Natasha) abnegada esposa de Mike al cual apoya en su labor por la música, al tiempo que cuida de su hija e intenta mantener un hogar estable para los tres. Cabe mencionar que el guion de la película esta parcialmente inspirado en las memorias de la verdadera Natalia.
Y complementa el trío protagónico el enigmático Viktor Tsoi, un talentoso músico recién llegado a esa escena, quien se gana la simpatía de Mike (el cual reconoce sus cualidades como compositor y busca apoyarlo), al tiempo que inquieta a Natalia, quien se siente fuertemente atraída por él. Así, entre ellos no solo nace un triangulo afectivo (que deriva en amoroso) sino también surge una labor colaborativa que terminaría por moldear el rostro del rock soviético de ese tiempo.
La historia del encuentro de este trío de personajes y lo que resulta de ello, es relatada por Serebrennikov a través de una sobria fotografía en blanco y negro, empleada sin duda para reflejar la monotonía y rigidez imperantes en ese mundo, las cuales son quebrantadas por la presencia de la música rock, que irrumpe dentro de la mundana cotidianeidad del lugar. Tales disrupciones se muestran visualmente con una combinación entre el musical y la estética del videoclip, y echando mano de apropiaciones y reinterpretaciones de temas emblemáticos de artistas occidentales como los Talking Heads, Lou Reed o Iggy Pop, además de la inclusión de fragmentos de canciones de T-Rex o David Bowie entre otros.
Más que apelar por una nostalgia ochentera basada solo en el terreno de lo musical, la obra ve más allá, y lo que añora es ese tiempo de solidaridad, de sueños de libertad, donde el espíritu del rock significaba más que solo glamour, conciertos masivos, y un negocio multimillonario: era un estilo de vida y una manera de prestar voz a una generación que nació y creció en la opresión.
Leto, un verano de amor y rock tuvo su premiere en el Festival de Cannes del 2018, donde contendió por la Palma de Oro. También se presentó en los Festivales de Rotterdam, Karlovy Vary, Gotemburgo y Viena entre otros. Fue calificada como "Obra maestra" por la revista Rolling Stone, como una "Oda a un mundo sin fronteras" por Village Voice y como una "Película iniciática, poética y vibrante" por Le Figaro.
Asimismo, en nuestro país fue incluida tanto en la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Los Cabos, como en la edición 66 de la Muestra Internacional de Cine organizada por la Cineteca Nacional. Y finalmente, será estrenada comercialmente este viernes 12 de julio bajo el sello de PIANO.
Información e imagen: cortesía de IQ Icunacury Acosta & Co.