En vísperas de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, las cuales se llevarán a cabo el próximo 3 de noviembre, las diversas narrativas ya estallan en todo su esplendor dentro del mundo digital. Y es que pensar en la política en general es como pensar en un show televisivo. Tenemos la figura del líder político y su personalización con su partido, el debate constante que se traslada a diversas áreas de la vida, los contrincantes buenos y los malos, los memes, el internet y su sarcástico poder de llevar todo a un plano en donde la ligereza y el peso real de las cosas se fusionan para crear un espacio casi ficticio, pero temerosamente real.
Si bien, la política es ácidamente real, la ficción es la que nos ayuda a digerirlo. Además, desde siempre la hemos visto retratada tanto en la pantalla grande como en la chica, y a decir verdad es muy raro que no exista una ficción en la que no se señale alguna mínima referencia de la misma.
Pensando en esto, cabe destacar que esta narrativa meta ficticia se divide en dos grandes y contrastantes ejes, la comedia y el drama. Un claro ejemplo de esto en el mundo del drama está en la emblemática serie House of Cards, protagonizada por Kevin Spacey, en la que la historia se centra en la vida de un congresista de Carolina del Sur. El motivo medular se ubica en el poder político y las reflexiones sobre sus efectos en la especie humana.
Igualmente, la comedia ha protagonizado en mayor parte la cultura política estadounidense. Pensemos en Los Simpson y sus obvias referencias hacia la política del país vecino, o en los clásicos y simpáticos personajes de South Park o Padre de Familia. Esto por hablar de algunas caricaturas para adultos que señalan sin pudor problemáticas y escenarios reales, de manera sarcástica y a veces hasta cínica, pero muchas veces acertada.
Espectador/votante y el reality show
El papel que ha adquirido el espectador hoy en día se ha convertido en uno más activo, en el que ahora, bajo los hilos de la narrativa meta política, podríamos catalogar de votante o no votante. De otra forma, la política se ha decantado en un reality show en el que la ficción y la realidad se encuentran en una eterna danza en la que ambas se seducen constantemente.
Sin pensar en la política de nuestro país (la cual claramente ha trascendido posibilidades que van del meme al show televisivo), vayamos directo a los encuadres de Trump, sin duda se trata de alguien hecho para el espectáculo. Muy poca seriedad se le podría tomar a la persona con peluquín que se para en un estrado para gritar a manera de berrinche de un infante de 5 años, su descontento por todavía no ser dueño del mundo.
Más allá de nuestras inclinaciones políticas e idealistas, es un hecho que el mundo se ha convertido en el temible escenario del espectáculo. Pues el espectador busca entretenerse y divertirse, de cualquier otra forma todo le parece aburrido. Por eso no extraña que algo tan serio, en términos simplistas, para nuestra civilización, como la política se haya convertido en un canal más del que se desfilarán un montón de memes, risas y, por supuesto, alguna que otra mueca de descontento.
El show de la política también trasciende a los escenarios trágicos y de terror, como aquellas balas injustificadas contra los manifestantes o civiles cualquiera. Es decir, el entretenimiento político está en una constante lucha entre la comedia y el drama que representa. De la risa podemos colocarnos en la indignación y el llanto impotente de las crueldades que suceden a diario.
Sin embargo, el mundo sigue, apagamos los televisores o nos desconectamos de las redes y aquellas figuras casi irreales, siguen gobernando el mundo. Para bien o para mal, seguimos en una realidad en la que ningún grupo de superhéroes llegará a salvarnos de Godzilla, o peor aún, de esta abrumadora realidad de la que la cultura popular se ha alimentado a manera de anestesia.
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