La lucha libre en México es casi tan icónica como el mole y el tequila, y aunque en nuestra época no ha tenido sus mayores años de esplendor, nadie puede negar la pasión y el amor que los aficionados tienen a los rudos y los técnicos; tal vez sólo superado por el futbol.
Aunque no se tiene un registro fehaciente de cómo fue que inició la lucha libre en México, se han creado varias teorías.
Una de ellas asegura que los primeros encuentros de lucha libre en México ocurrieron a principios del siglo XIX, y en estas primeras exhibiciones incluían funciones de lucha grecorromana, las cuales fueron llevadas a cabo por tropas francesas durante la Intervención.
Logrando una mixtura del catch-as-catch-can francés, el wrestling estadounidense y la lucha grecorromana, la cual se afianzó en México en la década de los 1930, el 21 de septiembre de 1933 se fundó la empresa más importante de lucha libre en el mundo, la Empresa Mexicana de Lucha Libre, y con ello comenzó la historia de la lucha libre.
Aunque nació como una mixtura cultural de deportes ya existentes, la lucha libre en México poco a poco tomó tintes únicos, lo que permitió que sea tan adorada en el país y tan conocida en el mundo. Con su iconografía tan colorida y kitsch, empezó a proveer a sus seguidores de una gran teatralidad catártica mediante sus dimensiones simbólicas.
Y es que muchos de los fervientes fans de las luchas parece que pagan para poder ir a gritar sin ser juzgados; una cuestión catártica que sólo en lugares multitudinarios puede ocurrir.
En Estados Unidos los superhéroes fueron el auge de los 40 y 70, la demostración de un hombre superior a todos que podía salvar a las personas; aquí en México teníamos a héroes de carne y hueso escondidos detrás de una máscara.
En comunión con el florecimiento de los medios de comunicación como el cine, la radio y la televisión en nuestro país, fue que nuestros héroes enmascarados tuvieron su auge. Posiblemente a raíz de los problemas mundiales, es que México floreció en el cine, y personajes como el Santo llegaron hasta Asia.
Y es que los luchadores lograron proyectar también rasgos muy particulares de la mexicanidad, como la espiritualidad, el erotismo, la comedia y la tragedia; lo que favoreció a las cintas en nuestro país al poder crear empatía, y le mostró al mundo lo que los héroes eran en el país.
Cabe recalcar que en México los héroes de carne y hueso siempre han tenido un papel protagónico, gracias a los caudillos de la Revolución, los cuales tenían tal poder de influencia, que fueron el modelo con el que muchos otros arquetipos se crearon.
El Santo protagonizó 52 películas, las cuales ganaron reconocimiento a nivel mundial, y se posicionó como el ícono del cine mexicano. Y a la par de su carrera como actor, El Santo también pasó a ser sinónimo de la lucha libre mexicana convirtiéndose en el luchador más paradigmático del deporte en este país, siendo poseedor de múltiples máscaras y cabelleras.
Junto a él podemos encontrar a Blue Demon y el Mil Máscaras, dos luchadores que en el cine hacían equipo con El Santo, pero arriba del ring formaban parte de las rivalidades más legendarias en la historia de la lucha libre.
No es ninguna noticia que la lucha libre en el cine fue quedando en el olvido, aunque ha tenido unos cuantos intentos de revivir la temática como Nacho Libre en el 2006, en la cual se trata de una adaptación libre de la vida de Fray Tormenta (luchador y sacerdote de origen mexicano).
De igual forma en diversas películas de animación como Campeones de la Lucha Libre (2008), AAA Sin Límite en el Tiempo (2010) o El Santos vs La Tetona Mendoza (2012).
Pero parece que con recientes noticias nos acercamos a una visión más realista de lo que es la lucha libre, los superhéroes se los dejamos a los estadounidenses, ahora se busca hablar de los hombres detrás de la máscara.
Y posiblemente el trabajo de Marie Losier documentando la vida de Cassandro, un luchador queer que se baja del ring para mostrarnos las dificultades de ser el rey de los Exóticos, subrama de la lucha libre que se centra en hombres afeminados de forma satírica. Al menos así era hasta que Cassandro llegó, orgullosamente gay, dándole un giro a la lucha libre.
El filme lo sigue durante los últimos cinco años de su carrera, compartiendo el amor y dedicación con que vive su profesión. Un documental entrañable que dio entrada a todo este nuevo mundo queer, en uno de los deportes más “machos” del mundo.
Hace tan solo unas semanas, se dio a conocer la noticia de que Gael García Bernal interpretará a Cassandro en una cinta ficcional que busca contar su vida, llamada simplemente Cassandro, dirigida por Roger Ross Williams.
El director es conocido por ganar el Premio Öscar a Mejor cortometraje documental con Music by Prudence (2010). En Cassandro veremos, según la sinópsis, la historia de Saúl Armendáriz, un luchador amateur homosexual de El Paso, Texas, quien se hizo famoso internacionalmente al crear el personaje "exótico" de Cassandro, "el Liberace de la Lucha Libre", con lo que transforma el mundo tradicionalmente machista del deporte y da un vuelco a su vida.
Según lo que precisa el medio que dio la noticia, Deadline, Cassandro comenzará a rodarse en noviembre de este año en nuestro país.
Así pues, ¿veremos el nacimiento del cine de luchadores, esta vez desde los hombres detrás de la máscara? ¿O sólo es una emoción por el personaje tan peculiar que Marie Losier llevó a la pantalla grande?
Sea como sea, el cine de luchadores forma parte en nuestra historia fílmica y cultural, al menos una vez jugamos o vimos aquellos luchadores de plástico que tenían la misma pose, pero máscaras de distinto color; o hemos pasado junto a la Arena México o en las tortas gigantes de al lado.
La lucha libre está tan arraigada a nuestra cultura, que si se le da un tratamiento moderno y adecuado a la época, no sorprendería que las cintas de luchadores volvieran a ser un éxito en taquilla.
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