No hace tanto tiempo, la inteligencia artificial (IA) parecía asunto de película de ciencia ficción. Desde los androides, a los softwares, asistentes hasta pilotos de naves espaciales que se valían de ella para navegar a través de los "agujeros de gusano" y así entender el amplio universo. Hoy todos somos, en cierto modo, pilotos de naves espaciales.
Utilizamos esta IA que genera tantas preguntas para resolver problemas de nuestra vida cotidiana: para encontrar el camino más rápido entre nuestra casa y el lugar de trabajo, leer páginas web escritas en otro idioma, buscar información y un sinfín de otros propósitos, que han llegado a la toma de decisiones y área creativas en ejemplos mediáticos y poderosos como el Chat GPT. La IA plantea grandes retos y amenazas éticas, sociales y jurídicas a nuestras sociedades.
La idea es simple: los humanos diseñan aplicaciones de computadora que escriben textos, crean ilustraciones o sonidos basados en una serie de palabras clave o instrucciones. Lo hacen tomando como referencia todo lo que está alojado en internet.
Así, le pedimos a la computadora que escriba un ensayo sobre las consecuencias del cambio climático y la computadora responde con una serie de párrafos que tratan de seguir los lineamientos que le impusimos.
Lo anterior pareciera una solución a un problema, puede ser en el trabajo o incluso escolar, sin embargo, qué sucede cuando está de por medio la ética y sentimientos humanos. Un ejemplo es el caso de Joshua Barbeau, un escritor independiente de Canadá quien navegaba por la red en diciembre de 2020 cuando se topó con GPT-3, un complejo software de desarrollo de chats de IA cofundado, entre otros, por Elon Musk.
Barbeau, que no había superado la muerte de su prometida, descubrió que podía recrear su personalidad y volver a hablar con ella gracias a estos algoritmos, capaces de adaptarse de una forma muy compleja al lenguaje humano. La conversación que mantuvieron fue tan inquietante y real que sus creadores decidieron cerrar la web, llamada Project December, inmersos en una gran polémica.
Foto de Jonathan Borba en Unsplash
Lo que le ocurrió a Barbeau es solo un ejemplo más de lo delicado y complejo que es poner límites a la inteligencia artificial. También muestra el choque de enfrentarnos a un mundo totalmente automatizado.
Otro tema polémico es la recién utilización de IA para crear fotos en escenarios nunca pensados a una calidad sublime que después se convierten en virales, como la fotografía del Papa Francisco con un peculiar atuendo claro, voluminoso, con capas, moderno de raperos o artistas urbanos con intereses en la moda mientras caminaba por las calles del Vaticano.
Algunos usuarios de redes sociales se preguntaron si la imagen era real y algunos medios y figuras la compartieron en una oleada. Sin embargo, es falsa y fue creada utilizando la IA de Midjourney, especializada en la generación de imágenes realistas a solicitud de los usuarios, bajo el nombre de “The Pope Drip” o “La moda del Papa”. Anteriormente vimos imágenes del expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump resistiéndose a un arresto las cuales también eran falsas.
Alex Knight en Unsplash"
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