Los puentes que conectan un estilo de música con otro son cada vez más concurridos, el tránsito de la industria ha apostado por romper cualquier tipo de frontera que exista entre los diversos ritmos del mundo. Además, la tecnología también ha jugado un papel importante en esta ruptura entre los géneros musicales. Cuando antes era difícil concebir una pieza clásica en instrumentos electrónicos o de la mano de otros géneros, llegó un sinfín de intérpretes y compositores a demostrarnos que todo es posible y que si algo ha trascendido el tiempo y el espacio, a pesar de los siglos, es el lenguaje de la música. Imposible que Queen no aparezca en nuestras cabezas cuando pensamos en esto, principalmente con A Night At The Opera álbum en el que exploró el mundo del rock en los espacios de la música de orquesta. Igualmente, cómo no mencionar el género del metal sinfónico habitado en grupos como Epica o Haggard, y un centenar de ejemplos más con una gran variedad de ritmos y bandas.
Desde Suiza llega un empresario y productor para reafirmar el párrafo anterior, se trata de Kalabrese, quien desde sus inicios en 2007 revolucionó el paradigma con su EP Rumpelzirkus. En este debut arrasó con toda expectativa que se tenía sobre la música de aquél entonces, con un juego entre sintetizadores, una mezcla de ritmos y voces esparcidas en cada uno de sus temas, Kalabrese ya proponía una nueva ruta para el género de la electrónica. No hablamos de un genio que descubrió el hilo negro de la mezcla entre los sintetizadores y las pistas, o algo así, pero sí hablamos de un genio que consiguió un sonido exquisito entre la eclecticidad de los géneros y sus variantes. Con un estilo tropical, sonidos incidentales y con una base en cuatro tiempos, Kalabrese exploró toda una gama de sonidos, instrumentos y combinaciones para jugar con ellas y crear pistas realmente pegajosas y de calidad.
La estética de su sonido nos remonta a una atmósfera acuática, en la que la sensación de sumergirnos literalmente bajo un manto acuífero nos invade. Desde la suavidad con la que va progresa su sonido hasta el abuso de efectos que evocan un sonido opaco, como si estuvieras debajo del agua, hasta la utilización de guitarras acústicas, muy al estilo country, y trompetas, el sonido de Kalabrese da vueltas en un laberinto para indagar entre los puntos de encuentro con distintos géneros.
Aunque las descripciones podrían parecer que hablamos de una música artificiosa y sintética, en realidad lo que evoca Kalabrese es un sonido meramente natural. La unión entre la electrónica y un ritmo juguetón con todo lo que nos invade el cuerpo a la hora de bailar, ha conseguido un sonido único y capaz de elevar las vibraciones de distintos estilos de música para hacer uno auténtico. Además, el músico sueco es intrépido, no titubea a la hora de contraponer ritmos e instrumentos musicales entre sí, de eso se trata su música, de una mezcla orgánica, natural y completamente innovadora.
Su música es embriagante, cuando al principio puede sonarnos monótona, da un giro justo antes de que el impulso de dar click en “next” nos evite seguir escuchando lo que tiene que ofrecer. Su sonido llega a la altura de lo que ha generado Nicolas Jaar, por ejemplo, y aunque quizás aún no alcanza el nivel de reconocimiento mundial que el compositor chileno estadounidense, sin duda, Kalabrese ha rebasado diversas fronteras, desdibujándolas de una manera armónica y pegajosa.
Kalabrese se estará presentando en el último día del festival Trópico Acapulco, el domingo 8 de diciembre.