La leyenda cuenta que en los años dorados de Garibaldi, el dueño del Salón Tenampa temía cuando Chavela Vargas y José Alfredo Jiménez entraban a su local, ya que entraban en viernes y salían en domingo llevándose dentro del cuerpo todo el alcohol del establecimiento.
Las juergas de caballitos de tequila y lágrimas amargas, terminaron por pintar los ojos del nacido en Dolores Hidalgo de un peculiar color amarillo que contrastaba con el azul del iris, un aviso de que moriría joven de cirrosis hepática, como sucedió el 23 de noviembre de 1973.
Pero dos meses antes, cuando José Alfredo Jiménez fue notificado de su inminente muerte, llamó a su eterna compañera de juerga y junto a Tomás Méndez, autor de “Cucurrucucú”, estuvieron tres días en el Tenampa cantando y bebiendo.
Uno de los compositores más prolíficos en la historia de nuestro país, nació en Dolores Hidalgo, Guanajuato, México el 19 de enero de 1926 y desde muy niño comenzó a escribir en un cuaderno sus canciones, aún sin educación musical.
A los once años llegó a Ciudad de México donde debió trabajar en diversos oficios para colaborar con los gastos de su casa, luego del fallecimiento de su padre, don Agustín Jiménez, quien tenía una farmacia. La vida no fue fácil entonces para doña Carmen Sandoval y sus otros hijos Concepción, Víctor e Ignacio.
José Alfredo Jiménez Sandoval fue camarero, entre otros de sus oficios, pero encontró en el futbol una oportunidad y debajo de los tres palos atajó muchos tiros de sus rivales.
Un día llegó hasta la Emisora XEX-AM e interpretó “Cuando el destino” y “Yo”, temas que causaron admiración y seguidores, una de ellas Paloma Gálvez, con quien tuvo luego dos hijos: José Alfredo y Paloma.
Después, José Alfredo tuvo una relación con Mary Medel con quien tuvo a Guadalupe, José Antonio, Martha y José Alfredo.
Y más tarde un gran romance con Alicia Juárez, a quien descubrió como intérprete, se casó con ella en 1970, le compuso canciones como “La araña” y “El rey”, y grabó un dúo con ella en 1972, “Las ciudades”, tema obligado en emisoras y cantinas.
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Algunas de esas canciones que lo convirtieron en leyenda nacieron en una pequeña barra diseñada por Antonio Romero, el cual se encuentra en una habitación repleta de reconocimientos, trofeos y placas conmemorativas que reconocen el trabajo de José Alfredo como compositor. Todos ellos se encuentran en la casa que vio a las estrellas de la ranchera desfilar para crear los recuerdos melancólicos de aquellos años posrevolucionarios.
De acuerdo a los registros de la Fonoteca Nacional de Conaculta, su legado está conformado por 208 canciones de todos los géneros. Pero se cree que compuso más de mil canciones en compañía del Mariachi Vargas de Tecalitlán, ayudado también con los arreglos de Rubén Fuentes, ya que José Alfredo Jiménez sólo silbaba la melodía.
Sus letras han sido interpretadas por grandes cantantes como Jorge Negrete, Pedro Infante, Lola Beltrán, Miguel Aceves Mejía, Luis Aguilar, Amalia Mendoza, “La Tariácuri”, Javier Solís, Pedro Vargas, Lucha Villa, Antonio Aguilar, Libertad Lamarque, Vicente Fernández, Rocío Durcal, Plácido Domingo, Eugenia León, Luis Miguel, Juan Gabriel, entre muchos otros.
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Sin duda, el mundo de la música mexicana tuvo un antes y un después cuando hablamos del guanajuatense José Alfredo Jiménez, sin su talento nato la música nacional sonaría distinta. No se equivocaba cuando escribió “pero sigo siendo el rey”.
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FOTO: Juan Carlos Fonseca Mata, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons