Isaac Asimov, de la ciencia a la ficción

Vida y estilo Calendario 06 abr 2020 Paulina Martínez

A 28 años de que Isaac Asimov (2 de enero de 1920, Petrovichi, Rusia - 6 de abril de 1992, Brooklyn, Nueva York) dejara este plano tridimensional, celebramos su partida con un recuento de lo que significó y sigue significando el amplio legado editorial que dejó. Desde sus cientos de tomos sobre la divulgación científica, hasta sus más increíbles historias de ciencia ficción; creando así toda una biblioteca de más de 500 volúmenes escritos por él. 

¿Qué es la ficción si no un retrato “alterado” de la realidad? Ya lo consideraba la activista y poeta norteamericana, Muriel Rukeyser, al decir que “el mundo no está hecho de átomos, está hecho de historias”. Si caminamos justo por encima de la línea que divide los hechos de la imaginación, veremos que no hay horizonte que los distinga. Es decir, ¿hasta dónde podría llegar la mente imaginativa si no hasta donde le ha dado el conocimiento científico para vislumbrar todo un paisaje de posibilidades?

De esta misma forma, es que las preguntas sin resolver que van surgiendo tras cada descubrimiento nos abren nuevas ventanas hacia un mundo posible dentro de la imaginación y la esperanza por creernos acompañados ante el inmenso espejo de galaxias infinitas del que estamos rodeados. 

Las primeras novelas de Asimov Pebble in the Sky (1950), The Stars, Like Dust (1951) y The Currents of Space (1952) se desarrollaron durante y antes de sus series Galactic Empire, pero no tenían relación con la serie Foundation, la cual representó una brecha en la literatura de ciencia ficción. Bajo el seudónimo de Paul French, escribió la serie infantil Lucky Starr (1952–58), del cual cada volumen tuvo lugar en un mundo diferente de nuestro sistema solar.

Después, el prolífico autor comenzó a indagar en el mundo de los robots positrónicos, en novelas que interactúan entre el misterio y la ciencia ficción. Escenarios desarrollados a tres mil años del mundo contemporáneo, en el que la humanidad vivía entre la Tierra y ciudades subterráneas y sobrepobladas, mientros los ricos se refugiaban en estaciones espaciales llamadas Spacers. De esta serie existe su adaptación cinematográfica I, Robot, dirigida por Alex Proyas y protagonizada por Will Smith. 

 

 

Además, sus novelas no fueron el único mundo ficticio que logró dibujar Asimov. Su colección de cuentos, escritos durante la década de los 50 también inculcaron una nueva etapa para el mundo de la literatura, en el que la ciencia y la fe (desde un punto de vista intrínseco en el que la humanidad necesita sostenerse de algo para seguir adelante, dejando de un lado las doctrinas y semejantes) se daban la mano para contar historias inimaginables. Uno de sus cuentos más breves, pero de corte en extremo poético fue Los ojos hacen algo más que ver, en el que da un breve relato del origen del universo y la humanidad. 

También escribió grandes relatos cortos como The Martian Way (1952), una alegoría sobre el macartismo; The Dead Past (1956), sobre un dispositivo que puede ver la historia; y The Ugly Little Boy (1958), sobre el apego de una enfermera a un niño Neanderthal accidentalmente llevado al futuro.

La cabeza de Asimov estaba inundada de ideas completamente fuera de este planeta, en el que logró consolidar una historia de vida (de nuestra propia especie), desde lo puntos más altos a los que ha llegado la ciencia y el imaginativo en el que la humanidad ha colocado sus esperanzas como seres capaces de lograr viajes intergalácticos y construir grandes ciudades tecnológicas. 

Después de haber creado un arduo trabajo ficticio, en el que más que ficción se trataba de un depósito de esperanzas sobre la humanidad y su futuro, Asimov abandonó, o mejor dicho pausó, la literatura para enfocarse más en su escritura no ficcional. De 1958 a 1991, escribió una columna mensual sobre ciencia para The Magazine of Fantasy and Science Fiction, con la que recibió el Premio Hugo especial en 1963. 

Varios de sus escritos de divulgación científica atesoraban la parte lúcida de la pluma de Asimov y gran parte de su humor, en los que desbordó tinta en temas desde la química con libros como The Chemicals of Life (1954), física con The Neutrino (1975) hasta biología con The Human Brain (1964). 

Sin embargo, no paró del todo sus escritos de literatura, pues incluso escribió Asimov's Guide to Shakespeare, vol. 2 (1970) y abordó temas de la religión en la Guía de la Biblia de Asimov, vol. 2 (1968-69).

Después de haber pausado su mundo ficcional en el que la ciencia y la literatura danzaban armoniosamente, regresó con The Gods Themselves (1972) y The Bicentennial Man (1976). De este último título todos, o casi todos, ubicamos la adaptación al cine de Chris Columbus, protagonizada por Robin Williams, una de las historias cortas de Asimov en las que retrata la búsqueda de un robot por convertirse en humano. 

 

 

La visión futurista de Asimov marcó el mundo como lo conocemos ahora. Con sus conocimientos científicos y su exhaustiva labor de escribirlos y explicarlos a través de historias inventadas por su propia cabeza, nos dejó todo un legado de historias conmovedoras y entrañables. En ellas se dibuja cómo la humanidad se ha desarrollado partiendo de las inquietudes primitivas que nos sostienen en la búsqueda por intentar resolver las cuestiones intrínsecas en nuestra corta historia humana. Y como siempre se menciona, no hay mejor homenaje a cualquier escritor que haya partido, que leer su obra.

 

Encuentra sus mejores historias sólo en Sanborns.

En circuloplussanborns.com/, utilizamos cookies para proporcionar y mejorar nuestros servicios.

Esto nos ayuda a ofrecerte la mejor experiencia posible. Al utilizar nuestro sitio, usted acepta usarlos. Aprenda más

Círculo Plus Sanborns