Inicia Mórbido Film Fest

Entretenimiento Calendario 31 oct 2019 Redacción

Con motivo del inicio de la nueva edición de Mórbido Film Fest y el arranque de las épocas de sustos y espantos de Halloween, además del pistoletazo de salida de la destrucción absoluta del hígado, cartera y propósitos de 2018, dada la terrorífica Navidad, es indispensable darle su valor al género de cine de horror y al que es inclasificable.

Recurro al libro Wasteland: The Great War and the Origins of Modern Horror de W. Scott Poole, porque analiza cómo la locura asesina de la Gran Guerra del s. XX (la Primera Guerra Mundial, que hace unos meses celebrara 100 años de su armisticio) paralizó a Europa Occidental y detonó las películas de terror, para que fueran no solo un escape, entretenimiento o catarsis, sino un recordatorio, a veces inconsciente, de los traumas sufridos durante el conflicto armado.

“Contar estas historias tuvo a veces el efecto de arrancar la costra de la herida para que la situación nunca se volviera saludable, o llorar hasta que la pena se convirtiera en un fin en sí mismo. A veces, las historias daba pie a la crítica social. En todos los casos, las películas de terror incluían una larga y enojada procesión de cadáveres inquietantes”, según menciona el autor Poole.

No es una afirmación generalizada (tampoco hay consenso en cómo manejar la información) y sobran quienes piensan al cine de terror carente de peso. Sin embargo, esta óptica subraya el papel de las historias en la memoria, en particular, desde el terror o desde esas consecuencias horroríficas de todo cataclismo. Esto describe una variante atractiva del género y del cine llamado excesivo o inclasificable.

Está alejado de la superheroelogía y de los espectáculos a veces ñoños, que se toman a sí mismos demasiado en serio. Este cine no es fácilmente predecible o gusta, pero es diferente y divertido. También se aleja de las películas que pasguatas o militantes de la corrección política neopuritana. Los géneros de cine extremos, chabacanos y marginados por los doctos del cine (esos que alucinan y juran a los Óscares y festivales internacionales algo ajeno a plataformas de marketing y relaciones públicas), recuerdan que existir, a pesar del sinsentido, caos y muerte, no es una tragedia sino que, recurriendo al filme Joker, una comedia.


Figuras de la psicología como Mark D. Griffiths citan al Dr. Jeffrey Goldstein, profesor de psicología social y organizacional en la Universidad de Utrecht en una entrevista de 2013 para IGN, para preguntarse por qué atrae el género y dicen: “La gente va a las películas de terror porque quieren asustarse o no lo harían dos veces. Eliges tu entretenimiento porque quieres que te afecte. Eso es cierto para las personas que van a productos de entretenimiento como las películas de terror que tienen grandes efectos. Quieren esos efectos... [Las películas de terror deben] proporcionar una resolución justa al final. El villano lo consigue. Aunque eligen ver estas cosas, las imágenes siguen siendo inquietantes para muchas personas. Pero las personas tienen la capacidad de pagar atención tanto o tan poco como les interesa para controlar el efecto que tiene sobre ellos, emocionalmente y de otras maneras”.

La tensión generada por el suspenso, el misterio, el terror, el shock y la sangre, la manera como se relaciona con las historias personales y su significado cultural, junto al miedo a la muerte, traumas, etcétera, son difíciles de superar. No obstante, la naturaleza ficticia del cine (y otras expresiones) de terror favorece que los espectadores experimenten una sensación de control, al colocar distancia psicológica entre ellos y los actos violentos a su alrededor. Sin duda esto se verifica con la impresionante programación de Mórbido. Por ello es un festival y supera estos conceptos, porque también es una fiesta.

Es un error olvidar la comedia de esta clase de festivales y géneros, la diversión, chacota, los disfraces, la posibilidad de creerse alguien más y proyectarse en las fantasías más exageradas. Es lo que ocurre en buena parte de las representaciones de ficción, no solo en estos géneros; pero si disfrutamos una película B (o Z) de este festival, como Jesus Shows You the Way to the Highway de Miguel Llansó, uno no solo cree tener control, sino que vive la totalidad del descontrol en sus rutinas (pero sin sufrir tanto en la sala de cine). Algunos dicen que esta cinta parece una de espías filmada por el personaje Napoleon Dynamite. Muestra a los agentes de la CIA D. T. Gagano (Daniel Tadesse) y Palmer Eldritch (Agustín Mateo) y su tarea de ingresar al sistema operativo de la agencia para encontrar y destruir un virus informático que se está apoderando de todo. La tarea no es tan sencilla como parece, porque además de enfrentar al virus soviético enmascarado, hay una sustancia que induce todo tipo de alucinaciones en los usuarios. Es ciencia ficción, romance, comedia, suspenso, afrofuturismo y un viaje psicodélico envuelto en el absurdo más absoluto, filmado en Etiopía, Estonia y España, que se basa en James Bond y The Matrix (con un presupuesto ínfimo pero mucha frescura) para ofrecer una mordaz sátira de la cultura popular.

Este y otros champurrados mágicos de Mórbido se alejan de la gama de slashers moralinos del montón y se establecen como una ventana para reconocer las posibilidades que habitan el supuesto o inquietante confort de nuestro día a día. Motivan a buscar sensaciones o incluso a pensar en tabúes como, por ejemplo, identificarse con un monstruo, asesino o villano, sino es que así, por supuesto, con las víctimas.

Al final este cine reformula las tensiones personales y globales como ningún otro. A diferencia de géneros propagandistas o que explotan las teorías de conspiración, como el cine de acción y de superhéroes (más allá de sus valores), en el terror, horror y psicodelia loca o futurista casi nunca existe la salvación. Y cómo sería distinto, si se alimenta de la histórica, siempre vigente y popular venta del miedo viralizado, ese hoy tan clickbaitero y moneda de cambio de poderes, grupos de creencias (supuestamente espirituales o comerciales), medios de comunicación y de casi cualquier actividad clave en toda relación humana.

Por ello la programación me parece basada en la cara oculta de las relaciones de poder, pero dejando lo ominoso solo en la pantalla. Así, Mórbido y el terror no solo nos hacen destornillarnos de risa frenta a la ansiedad, azorarnos por lo surreal (como en la proyección de Santa Sangre de Alejandro Jodorowsky en 4K) o no sufrir la representación de la violencia y miedo –sin banalizarlo–, también deleita con su originalidad y frescura (o mera demencia). Y lo vale, cuando afuera de las salas de cine o en la no ficción, también parece inevitable que funcione el amarillismo, la paranoia, la sensación de pequeñez, vulnerabilidad, la incomprensión o las diferencias con el otro, o el ajeno, distinto y desconocido. Pero no es para tanto siempre y la selección de películas del festival encara el miedo rutinario de manera original o explora en la ficción los temores que, manipulados a mayor escala, desatan batallas geopolíticas, guerras e influyen en la forma que vivimos. 

De esta forma el monstruo de Frankenstein, Nosferatu y las piedras fundamentales del terror podrían tener raíces en el derramamiento de sangre o algo que impacte los rincones más profundos de nuestra psique. Mórbido parece comprobarlo pero va más allá. Parece entender que a la fecha ofrecer reflexiones y representaciones del devastador impacto psicológico del conflicto, no solo se queda en la guerra militar sino en la de todos los días, en la rutina, con uno mismo.

La sangre y la muerte son inevitables. Ok. El festival abraza este terror y con este hace lo único que le resta, de manera quizá medio enferma pero estupenda, chacotera, delirante y, al final, amable e incluyente: ríe, invita y nos hace divertirnos.


No se pierdan el festival.

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