10 oct 2019
Es una fortuna que existan festivales de cine independiente como DocsMX. En la práctica son territorios marginales y a la vez santuarios autónomos para los cineastas alejados de la corriente principal. Funcionan como marquesinas, indispensables para las sociedades en busca de emociones y herramientas que las ayuden a reflejarse y nutrir su experiencia observando montajes de situaciones mundiales, con temáticas universales. Son unas fiestas audiovisuales y semilleros para cineastas prometedores u maestros oscuros, con visiones únicas, alejados del reflector. Es lo que ofrecen estos espacios así como reunir a gente para disfrutar películas, observarlas, aburrirse, extasiarse o conocer a personas afines. El cúmulo de circunstancias vuelven a estas fiestas un caldo de cultivo para reflexionar sobre lo que nos rodea y, en suma, vivir experiencias imposibles de repetir en cualquier plataforma online, gadget o domingo en el multiplex.
En su 14a edición, DocsMX presenta una excelente programación de cine que estudia nuestras relaciones sociales, el activismo, la política, la visibilización de problemáticas, la crítica a las desigualdades, el esparcimiento y las agendas progresistas de la sociedad civil. Y aunque no sea su eje principal, abraza la exploración del lenguaje cinematográfico para transmitir ideas y, por qué no, seducir, brindar, tener de qué hablar.
El festival revela por qué importa el documental, un cine que se parece a uno y se nutre durante el proceso de realización, uno que retrata elementos que no siempre pueden manipularse. Se parece a la ficción, porque depende del metraje elegido para el corte final, cuestiona su carácter interactivo, la puesta en escena, la incorporación de ensayos, diarios personales o su hibridación con trabajos experimentales, propagandísticos o militantes. Por ello, al igual que la ficción, busca esa utopía llamada realidad, que algunos juran posible mediante la representación.
DocsMX lo atestigua y como otros festivales de documentales, programa perspectivas sobre nuestro hábitat, sociedad, tiempo y transformaciones, es decir, visiones de las relaciones de poder. Y aunque el documental no es una verdad y no siempre modifica grandemente la temática retratada, sí delinea la mirada del espectador y su imaginación, sin la cual no podría aceptar la diversión, el desahogo o la irracionalidad.
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¿Hoy qué formas toman las películas de no ficción? ¿Qué técnicas y lenguajes visuales emplean? ¿Es mejor llevar una historia real hacia alturas surrealistas, o que fomente la retroalimentación y participación de la audiencia, sino es que mejor optar por ofrecer una gran cantidad de información o que sea decididamente militante?
Por esto y más importa DocsMX. Refleja una industria que, como la sociedad, se basa en la colaboración, de las reacciones del público, que persigue laureles y puede ser la única oportunidad del público local para ver estas visiones en la pantalla grande. Su importancia principal es la de ser un núcleo de participación de una comunidad heterogénea y con posibilidades, similar al término “documental”. Hasta los cineastas discrepan en cuanto a su tipo y figuras como Lucien Castaing-Taylor, del laboratorio etnográfico de Harvard, codirector del monumento llamado Leviathan y de la retadora cinta alegórica de las sociedades caníbales, llamada Caniba, menciona: “Odio casi todos los documentales. En el momento cuando siento que me dicen qué debo pensar acerca de algo, siento que quiero resistir la autoridad del documentalista (...)”. Es una apreciación discutible, pero es suya, su derecho y una libertad reafirmada por las agendas de otros documentales que, como Castaing-Taylor mismo, entienden que un valor intrínseco del arte busca superar a su creador y que el espectador arribe a sus propias conclusiones no solo en una proyección, sino en la rutina.
Después de tantas tomas y cortes, análisis de estructura y ritmo, para ejecutar las teorías cinematográficas y estudiar la comunicación de masas -como en la ficción-, quizá, como mencionaba el gran documentalista Albert Maysles (1926–2015), invitado a DocMX en 2013, el trabajo del documentalista y de un festival del tipo no sea dirigir la realidad, sino dejar que la realidad dirija a sus participantes.
