El mundo que se dibuja diariamente fuera de nuestras pantallas, pero que no por eso es más real que el tablero virtual, casi siempre (para bien o para mal) es digno de la popular frase: “la realidad supera a la ficción”.
Y es que por muy hiperbólica, exagerada y a veces hasta ridícula, que podamos “crear” una ficción paralela que refleje o no la verdad, los eventos reales que nos acontecen parecieran estar compitiendo entre la ficción y la no ficción.
Buscamos un mayor rating, pero, ¿de qué exactamente? ¿En qué momento la línea entre los likes y el pensamiento crítico pasaron a ser un mismo concepto?
¿Quién es más trágica, cómica, terrorífica, siniestra (inserte más adjetivos) etc.? ¿La vida o los memes? ¿La vida o el contenido media? Últimamente los titulares con los que amanecemos cada día parecen más de una película de ciencia ficción con sus grandes momentos de comedia y hasta comerciales de reality shows, que una narrativa aterrizada.
Es decir, no es que todo deba ser serio, ni mucho menos, pues definitivamente es más fácil aligerar la carga contándonos el mismo cuento antes de dormir. Hacerlo desde los guiones de un realitys o una sitcom, claramente es la mejor alternativa que conocemos, hasta ahora. Ya lo decía Walter Benjamin (1892 - 1940, filósofo y crítico literario), es nuestra manera de “soportar” este ácido mundo que hemos construido.
Si bien, no vivimos (o al menos hasta ahora nada nos ha dado motivos para dudarlo) en la cinta de Peter Weir, Truman Show (1998), es un hecho que nosotros (simples mortales) no estamos a cargo saber lo que sucederá en la siguiente temporada de la humanidad, ¿qué capítulos serán planeados y cuáles la mera suerte de nuestras propias acciones?
Mientras la pandemia ya determinó un plot twist para nuestra serie existencialista, pero con hartas risas de por medio, los restos de sus consecuencias siguen y seguirán respirando entre nosotros. Así que si las risas no faltaron, ¿por qué no transformarlas en sucesos hiperbólicos en los que nuestros héroes favoritos (o villanos, tal vez) salen de la pantalla para rescatarnos de nosotros mismos?
Pasa desde siempre y en todas partes, las recientes elecciones presidenciales de Estados Unidos sólo reforzó lo que en países como el nuestro es el pan de cada día. ¿Kanye West postulado para dirigir un país desde la Casa Blanca? Claro que sí.
Entonces, ¿por qué sería raro aceptar que la intérprete de la ardida y clásica canción “Rata de dos patas” no busque también un lugar en la política mexicana?
De la alfombra roja a la política
“Bob, no sé si te has dado cuenta o no, pero la política ya no es sólo teatro: es un show business. Así que intentemos dar el mejor show de la ciudad", respondió Frank Underwood, el personaje protagónico de House of Cards.
Mejor dicho e ilustrado no puede estar, y es que ese show business, en definitiva, se rodea de la cultura del entretenimiento y el espectáculo. Por lo que no extraña que personajes de la farándula y demás íconos de fama, se involucren seriamente al juego. Es decir, ¿qué era Trump si no más que un presidente un show business man?
Y aunque muchos parecen sorprendidos con la noticia de Paquita la del Barrio y semejantes se suben al ruedo electoral, es un hecho que nuestro país vecino nos lleva décadas de ventaja en el espectáculo político. Sólo hace falta recordar que uno de los presidentes más carismáticos de la historia reciente de Estados Unidos, fue actor en su juventud (Ronald Reagan).
Otro clásico está en el cine de nuestra infancia, y los westerns que nos recordaron la narrativa literaria (y quizá hasta bíblica) sobre los buenos y los malos. Ese “tipo duro”, pero luchador por la libertad y la justicia, protagonista de Harry el sucio y más, Clint Eastwood, quien también ha formado parte de la escena política.
Desde que se dio a conocer su postura política, de lado de los republicanos, afiliandose en 1952 para votar a Eisenhower, hasta convocar a su candidatura independiente, misma que ganó en 1986 en las elecciones como alcalde, en donde llevó una política notablemente diferente a la típicamente republicana, ya que defendió el medio ambiente o llevó a cabo diversas políticas públicas en favor de los ciudadanos de la ciudad en la que vivía distintas a las habituales de su partido.
Breve, pero real, su carrera política de dos años demostró esta transfusión entre el mundo cinematográfico o multimedia, a los canales de nuestra realidad política.
De la misma forma, así como en Estados Unidos tenían al pistolero del oeste, en España también tuvieron a Toni Cantó (actor) y Felisuco (presentador de televisión). Mientras que en México es la misma historia, con grandes momentos de comedia, en la que no sabemos si reír ni llorar.
Sin duda, la política y el plano de la realidad, o la maya como llamarían los yoguis, es la mera ilusión de lo que nos contamos para asimilar las dudas existencialistas que invariablemente nos aturden. Y si no es solamente esto, también es un hecho que las líneas entre el mundo virtual y la el “real” hace mucho tiempo ya se debatían por apoderarse unas de las otras.
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