Estamos a unos pocos días de cumplir el primer año de pandemia, y una parte de la población tuvo que cambiar su forma de trabajo para llevarla a casa. Y bueno, no es algo fácil, es la primera vez que la humanidad contemporánea se ve envuelta en una pandemia, y todo lo que conlleva por lo que es normal, a pesar del tiempo, sentir que no sabemos lo que estamos haciendo.
Vamos, es normal, entre el cansancio de la pandemia y que hemos acumulado muchos malos hábitos por no saber qué hacer, que sea posible que estés cometiendo alguno de los errores que enlistamos a continuación.
Horarios, horarios
Muchos trabajan conforme a horario, pero muchos otros lo hacen por metas. Sea cual sea tu forma de trabajo, es fundamental que lo regules según un horario conveniente, para que cumplas los plazos y te encuentres localizable a ciertas horas, y debe de tender a ser normal.
Es decir, aunque tú seas un búho que prefiera trabajar de noche, es muy probable que debas organizarte para estar sincronizado con el resto del mundo, al menos una buena parte del día, si es que trabajas como freelance o por metas. De igual forma, piensa que correos enviados a medianoche indican una mala organización.
Pero esto también tiene otro lado en la moneda, así como en un momento sin pandemia no te pasabas a la oficina después de cenar, ¿por qué revisarías tu correo con la meta de responderlos antes de acostarte? En casa al final no hay un espacio físico-temporal delimitado, pero es muy importante que si estás fuera de tu horario, no debas hacer nada de trabajo excepto en casos excepcionales y previamente marcados.
¿Aún sin espacio propio?
Ir a la oficina implica para el cerebro que estás yendo a un lugar específico para trabajar, y claro que el principal problema que muchos han tenido al tener que trabajar en casa es que nuestro cerebro asociaba ese lugar para muchas cosas, pero no precisamente un lugar de trabajo.
Por lo que si aún no tienes un espacio exclusivamente para trabajar, es tiempo que te tomes el tiempo para hacerlo, y así, junto a un par de rutinas, poner a tu cabeza en “modo trabajo”. Ya sea que tengas pluma y libreta a la mano, una vela aromática, lo que tú desees pero procura que lo hagas todos los días, para así acostumbrar a tu cerebro que después de ciertas acciones, entra en modo “on” el trabajo.
Procrastinar y acelerarte: estrés
En tu horario de trabajo, trabaja. Nada de poner una tanda de ropa en la lavadora, terminar ese capítulo de Netflix o checar tus redes sociales. Procrastinar es fácil cuando trabajas en el mismo espacio donde ves la tele o comes. Pero también está el polo opuesto: ser muy autoexigente, querer hacer más y estar todo el día con la sensación de no hacer lo suficiente.
Ni muy muy, ni tan tan.
Malos hábitos que entorpecen nuestra rutina
Trabajar en casa te da la posibilidad de hacerlo con ropa cómoda, pero eso no significa que estés en pijama todo el día. No hay peor señal para tu cerebro que permanecer en pijama todo el día, piensa en cómo era tu rutina antes de la pandemia, y cada acción te preparaba para ir a trabajar.
Simplemente quitarte el sueño de encima con una ducha y vestirse como un ser humano, te dará aquello que necesitas para ponerte a trabajar, y no ser sólo un mueble más que no termina de empezar el día.
Otro mal hábito que es muy común es comer en tu espacio de trabajo; comer en unos pocos minutos y hacerlo mientras sigues trabajando es un desgaste muy notorio para tu cuerpo. Procura darte al menos 30 minutos para comer bien y rico; de igual manera, procura que tus viajes al refrigerador no se multipliquen, ten rutinas y horarios establecidos para comer, tomar un refrigerio e incluso tomar un café.
Aún sin métodos de trabajo específicos para ti
El famoso Pomodoro no siempre se ajusta a todas las profesiones, si estás muy concentrado en algo, es mejor terminarlo de un tirón que estar parando cada 25 minutos.
Tal vez todos los consejos que leíste en internet no te sirven, porque tu forma de trabajo es distinta, por lo que es importante analizarte. Mira cuáles son tus momentos de productividad y cómo poner las pausas. Eso sí: encuentra tu propia estructura e incorpora parones. Tu cuerpo y tu mente los necesitan.
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FOTO: Adobe Stock.