México es infinitamente hermoso, infinitamente diverso e infinitamente conflictivo. En una extensión de 1,973 millones km² viven más de 120 millones de habitantes, y la desigualdad es una de las características que impera para los mexicanos.
Tal vez sea esta desigualdad y el hartazgo de estar en vulnerabilidad continua, lo que ha dejado la puerta abierta a que la violencia sea la nueva moneda de cambio en nuestro país. Un punto de fuga de la realidad imperante en México.
Esta realidad violenta en la que vivimos en nuestro país, nos ha sumido a los mexicanos en una desensibilización casi necesaria, un mecanismo de defensa ya que la impotencia es más fuerte. Nos hemos concentrado en ver números, donde hay caras, historias y vidas arrebatadas. Nadie tiene la culpa de hacerlo, nuestra mera humanidad nos protege.
Pero las historias continúan, las personas son cada día más. Y el mismo sistema en el que nos vemos inmersos, es lo que ha permitido en gran medida el descontrol de la inseguridad en México.
Este tema no es nuevo en nuestro país, los artistas oriundos y extranjeros lo han retratado de cientos de formas. No por nada, la narco literatura es un género tan recurrente en las librerías. Esto también aplica a las películas, series y documentales.
Es cada vez más común ver series sobre narcotraficantes (si estas glorifican o no a estos personajes, es cuestión de cada uno), ver que los malos de las películas de acción estadounidenses son cárteles mexicanos, y documentales independientes que reflejan a las víctimas y victimarios.
Por ello, es que la temática del documental Soles negros, del director canadiense Julien Elie, no es ni cerca de ser nueva. A pesar de ello, lo es el tratamiento y el espacio geográfico e histórico que abarca en casi tres horas de filme.
Elie creó una cartografía del terror, como él mismo la llama, un recorrido por Chihuahua, Tamaulipas, Veracruz, Guerrero, Estado de México y la Ciudad de México. Un viaje en el que aborda, con testimonios de familiares de las víctimas, activistas y periodistas, la diversidad nauseabunda en que la violencia ha tomado forma.
Es un filme en blanco y negro, que va tomando el rostro de todas las personas que luchan porque los miles de víctimas no sean olvidadas. El propio Elie relata que desde la primera línea del guion, vio esta odisea coral en blanco y negro, para evitar que la atención se perdiera en el México colorido que a tantos ha enamorado. Quería una película donde las personas y sus historias fueran el centro de un país alumbrado por soles negros.
Una de las escenas que se repite constantemente en el filme son las espaldas de los protagonistas, caminando por un país en el que el simple hecho de hacerlo, ya implica vulnerabilidad y peligro. Elie narra que mientras transitaba por las calles de México, iba detrás de unas personas, y fue que pensó en todo lo que implicaba.
Estas escenas son muy representativas, ya que el temor es el sentimiento que busca constantemente transmitir en Soles negros. Una labor que logra con una edición limpia y una musicalización, que a momentos, podría bien ser parte de un thriller. Con bajos pronunciados y violines chirriantes, podemos sentir en todo el cuerpo lo que implica vivir en México desde los frentes más peligrosos.
La cartografía del terror fue un mal necesario para el director Elie, ya que en primera instancia quería retratar los feminicidios en Ciudad Juárez, pero terminó por encontrarse con la violencia a periodistas, los miles de desaparecidos, las masacres a inmigrantes, la mano de obra del narcotráfico obtenida con secuestros, las fosas que han vuelto el suelo mexicano un cementerio, los asesinatos de la llamada guerra sucia en los años 70…
Un recorrido que vio necesario plasmar en Soles negros; aunque admite que no es todo, ya que casi parece infinito, fue su aportación para dejar un registro de todas estas voces.
Él sabe que no puede cambiar al mundo, que no es activista, sino simplemente un extranjero que ama profundamente al país, y por ello se embarcó en este viaje que a momentos se asemejaba a una tortura al ser observador de tanto dolor colectivo.
Ver las noticias a diario se ha vuelto una odisea casi obscena, al menos un acto violento es destacado, sobre todo porque el tratamiento periodístico es numérico y casi médico, se habla del cuerpo de seres humanos como si fueran pedazos de carne. Se busca impresionar, tal vez sin quererlo, en vez de sensibilizar.
Por ello es que documentales como Soles negros, son necesarios para reconocer que las víctimas son personas, quienes tuvieron familia y una vida, que no todos los que aparecen en las noticias “se lo buscaron”. Sino que este problema no sólo tiene dos frentes y daños colaterales, sino se ha convertido en una moneda de cambio redituable.
No todo es oscuro, ya que la humanidad y la esperanza son temas igual de importantes en el documental, ya que no es una oda a los muertos, sino a los vivos que luchan por poner su granito de arena para que los desaparecidos no queden en las sombras de los soles negros, sino queden al descubierto.
La humanidad es lo que prevalecerá al final, México es tan infinito que dentro de sí aún guarda esperanza y justicia.
A partir del 27 de septiembre, podrás ver Soles negros dirigida por Julien Elie en salas de cine comercial y alternativo de la República Mexicana. Además que será proyectada dentro de Ambulante Presenta, que se llevará a cabo de octubre a diciembre.
Este estreno está acompañado por Ambulante con una serie de acciones. Comenzando por una galaxia interactiva en Instagram en la cuenta @solesnegrosdoc; un número especial de la Revista Ambulante donde una serie de artistas y escritores mostrarán su punto de vista; activaciones públicas para dar a conocer el documental; actividades en Ciudad Juárez; proyecciones colaborativas con la UNAM; y un podcast que relatará el detrás de cámaras de Soles negros en voz de Julien Elie.