El lenguaje de la tauromaquia tiene una sonoridad poética muy particular, lo que ha hecho que muchos escritores encuentren en estas palabras inspiración para sus propios escritos, como es el caso de la dramaturga Camila Villegas, la mente detrás de Que Dios reparta suerte.
La propia dramaturga admite que la sonoridad fue la principal razón por la cual decidió que sus personajes habitaran el mundo de la tauromaquia, por lo tanto no es una oda a este mundo tan controvertido, sino que era un gran espacio para explorar el género.
Aunque la vida y la muerte no ven géneros, de la misma forma que no lo hace un toro, el mundo taurino es un mundo masculino. La principal barrera a la que se enfrenta el personaje principal de Que Dios reparta suerte, Elsa Sánchez, quien nació para ser torera, pero la sociedad le impide jugarse la vida en el ruedo por ser mujer.
Acompañándola en este camino en contra de lo establecido está Tomás, quien gracias a una decisión propia, Elsa puede vivir para lo que nació. Los azares de su amor hará que ella deba decidir entre la vida o la muerte.
Así pues, el texto de Camila Villegas es una reivindicación sobre el papel femenino y el masculino en el mundo taurino, y las decisiones que llevan a los dos personajes a romper los roles preestablecidos, y así ejercer su individualidad.
Que Dios reparta suerte es una obra de teatro que en tan sólo una hora, logra perfilar a los personajes de una manera excepcional. En un escenario muy pequeño y con poca escenografía, las actuaciones de Verónica Bravo (Elsa) y Rubén Olivarez (Tomás) sostienen toda la obra, la cual no sólo ocurre en un solo espacio-tiempo.
Entre los diversos monólogos que logran sumergirnos en la vida de los dos personajes, así como todas las decisiones que los llevaron al momento presente, la actuación es inmersiva y logra que el espectador se sumerja en escenarios imaginarios. Por momentos, me encontraba sólo escuchando la narración del personaje y nadando dentro de la historia que estaba recordando.
La dirección teatral de Alberto Lomnitz es increíble ya que logra construir muchos escenarios dentro del pequeño espacio que es la Sala B de La Teatrería, gracias a las diversas disposiciones de los actores y el adecuado uso de la escenografía minimalista.
Otro de los grandes aciertos, es la forma en que se cambia de tiempo por el color de las luces en el escenario, lo que permite que el espectador pueda guiarse entre los recuerdos y las acciones presentes de los personajes. Tanto la escenografía como estos juegos de luces, son gracias a Tenzing Ortega.
Así pues, una obra de teatro más que interesante, sobre todo por las exploraciones y dilemas de los dos personajes, los cuales son tridimensionales, ya que puedes sentir que sus decisiones son verosímiles, que son dos humanos decidiendo sobre su vida.
Que Dios reparta suerte es una historia universal, que bien podría estar ambientada en otro mundo menos radical como lo es el de la tauromaquia, un lugar donde cada vez se decide entre la vida y la muerte, esta característica es uno de los mayores aciertos y un punto débil muy evidente.
Al ser una historia universal es más fácil crear empatía con el espectador, el problema es que parece que Villegas decidió en último momento que los personajes habitaran el mundo taurino.
Para una entrevista en Cartelera Teatro CDMX, la dramaturga explica: “[...] el vocabulario de la tauromaquia es increíble, por eso muchos poetas lo han retomado en su prosa. El vocabulario tiene una musicalidad muy particular y yo quería llevar a los personajes a este mundo”.
Lo que decanta en que este mundo parezca a momentos más uno verbal que el universo en el que viven Elsa y Tomá. Todo a raíz de repetir palabras propias del mundo taurino, más en un afán de pintar el contexto en el que viven, que con un sentido real, por tanto, pareciera que sólo se enumeran para dar la sensación de que se sabe del tema, no que realmente lo vivan.
Aunque podría parecer un error más bien gigante, ya que resulta ser el centro de la historia de Villegas, lo cierto es que la historia de por sí es buena y lleva al espectador a reflexiones muy interesantes. Una historia universal, al fin y al cabo.
Otro ligero detalle, ocurre cuando Elsa debe tomar la gran decisión que la sinopsis nos adelanta, ya que después de una obra de teatro que rebusca entre acciones que se alejan del cliché para así construir personajes realistas, el momento crítico del personaje principal cae redondito en el mayor cliché femenino. Lo que sí es que el final abierto que presenta, es interesante, ya que deja que el propio espectador llegue a una conclusión.
Que Dios reparta suerte estará presentándose todos los martes del 3 de septiembre al 10 de diciembre en punto de las 21:00 h, en la Sala B de La Teatrería (Tabasco 152, col. Roma Norte).
El costo por boleto es de $200 y si te interesa asistir, te recomendamos comprar tus lugares con anticipación, ya que es un foro pequeño.
Sinopsis
Elsa lleva toda su vida persiguiendo el sueño de ser torera, pero triunfar en la tauromaquia para una mujer parece imposible. Con la ayuda y el amor de Tomás, ella estará a punto de lograr su propósito pero la vida la colocará entre la espada y la pared y entonces se verá obligada a elegir.