Las historias sobre la soledad y las personas rotas siempre captan nuestra atención, ya que de una forma u otra, muchos hemos lidiado con ello. Estas situaciones, casi inherentes al humano, es la exploración del dramaturgo Jim Cartwright en The Rise and Fall of Little Voice, la cual se lleva a escena en México como Pequeña voz con la dirección de Alonso Iñiguez en el Teatro Milán capitalino.
Sin ninguna suerte de adaptación del texto original, conocemos la historia de P. V. (Maria Penella) y Mari Hoff (Karina Gidi) madre e hija que aún sopesan la muerte del patriarca de la familia Hoff.
P. V. (siglas de Pequeña Voz) prefiere el silencio (es más que posible que se encuentre en alguna parte del espectro autista) en compañía de los álbumes que le dejó su padre, así acalla los gritos de una mujer que nunca ha sabido escuchar, la cual para su congoja resulta ser su madre.
Mari Hoff por su lado vive de noche, alcoholizada casi todo el tiempo, en busca de un esposo, la única forma de éxito y redención que conoce. A pesar de vivir juntas, están completamente solas, y cada una lo lidia a su manera.
La trama toma un salto y comienza a caminar más aprisa con la aparición del nuevo novio de Mari, Ray Say (Odiseo Bichir), un manager de estrellas frustrado y triste, que cree haber encontrado la última oportunidad de su vida, cuando por casualidad escucha a P. V. cantar.
Aunque estos tres personajes son los que dan sentido a toda la historia, existen otros cuatro que funcionan como pivotes de los principales, pero que sin ellos posiblemente no sería lo mismo. Sr. Boo (Alejandro Morales) el dueño del bar venido a menos en el que actúa P. V., él también ve en ella una posibilidad de salir avante; Sadie (Amanda Farah) la mejor amiga de Mari, una amiga incondicional que escucha y ayuda sin reparar en el talento de voz; y Billy (Sebastián Lavaniegos) el interés amoroso de P. V.
Con estos personajes incomprendidos, más bien pertenecientes al estrato del fracaso y la desesperación por el mismo, es que vemos cómo los adultos se aprovechan de una jovencita para tratar de dar el último salto de gracia, para al final caer estrepitosamente, con P. V. de frente. Posiblemente una acción necesaria para presenciar una transformación de la silenciosa P. V.
La puesta en escena mexicana trae consigo a un elenco más que competente para crear a los ruidosos personajes, pero sin duda resalta la actuación de Karina Gidi, quien sostiene sobre sí toda la obra, dándole matices al personaje de Mari Hoff, mostrándola humana y temerosa de su soledad. Al final, el resto de personajes son básicamente silenciosos a su lado.
Aunque la voz de María Penella es buena, el personaje de P. V. queda reducido casi todo el tiempo frente al resto, a pesar de que todo se mueve gracias a su presencia. La imposibilidad de posar nuestra mirada sólo en ella, como los planos en una película permite, crea la sensación de que ninguna de sus decisiones es en función de ella, ni siquiera en la inminente transformación. Inevitablemente queda reducida a una pequeña voz.
Es una buena obra, con una escenografía cuidada, dos pisos de una casa deshecha que muestra la realidad de las dos mujeres que la habitan. Los covers interpretados por Penella son buenos, es notorio que estos son sus primeros pasos en la actuación, pero no por eso n o podemos mirar su potencial.
Lo cierto es que hay un fallo determinante en la dirección de Iñiguez, que puede ocasionar que algunos espectadores no terminen de conectar con la obra de teatro, y es que los actores fuerzan el acento para hablar como una traducción. Algo muy notorio que sólo logra que la puesta en escena se sienta artificiosa.
Desde mi perspectiva una adaptación a un español menos artificial, así como no hacer que los personajes hablen como una traducción, hubiera sido la solución para que esta buena historia sea habitada de la forma en la que merece.
Después de una exitosa temporada, sólo queda un fin de semana para ver la historia de Pequeña voz en el Teatro Milán. El 14 de julio es la última presentación, así que corre a conseguir tus boletos aquí.
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