Retratar la violencia en México se ha vuelto casi un cliché institucionalizado. Tal vez no sólo sea cuestión de nuestro país, sino es una constante en la historia humana, lo cierto es que en nuestra historia reciente, de la mano de oleadas que no parecen cesar, se ha convertido en el tema de muchas expresiones artísticas.
Más allá de lo pertinente que es crear o no a partir de la violencia en el país, en años recientes, las búsquedas estéticas buscan ir más allá del tremendismo explícito, que sin lugar a dudas, es la forma más fácil de retratar la violencia.
Pero las consecuencias, los interludios entre episodios violentos, y la cotidianidad que se busca recuperar a toda costa, pocas veces son el tema principal de estas expresiones artísticas. Por esto, es que la ópera prima de Carlos Lenin sale del canon a pesar de tener el mismo tema que el resto.
La pantalla se abre con la cámara avanzando, acompañada de voces en off, Lobo llora, Paloma le pregunta qué le hicieron, o qué hizo.
La toma se abre para encontrarnos a un hombre desnudo nadando en un cuerpo de agua inmenso, parece que está amaneciendo, el fondo es invisible, es casi como un abismo negro que amenaza con tragarse ese cuerpo. Acompañamos desde lejos al hombre que nada hasta la orilla, cuando sale sano y salvo, lo escuchamos sollozar. Es Lobo.
Este inicio marca la pauta del ritmo lento y silencioso de la película, que se concentra en imágenes equilibradas, armónicas y metafóricas, el ojo de Carlos Lenin junto al cinefotógrafo Diego Tenorio, busca retratar la vida a pesar de la violencia.
Todo gracias a Lobo y Paloma, dos personajes taciturnos que buscan sobrevivir a un páramo yermo, en el que su amor es lo único que florece.
Caminando entre el surrealismo, y una historia silenciosa sin mucha narrativa, es que nos sumergimos en la tristeza, la frustración, el miedo y la culpa que este amor lleva cargando en sus hombros, tal vez sin saberlo.
Con imágenes muy poderosas, como las logradas en la fábrica donde trabaja Lobo, nos describe el miedo y el hoyo profundo en el que este personaje se encuentra. Precisamente aquí es donde la violencia se presenta, metafórica, surrealista, como un sueño en el que nadie quisiera pisar.
Por su lado, Paloma busca sobrevivir sin regresar a casa, tratando de romper la pared que la divide de Lobo, como si un tren pasara por en medio y ella quisiera que la entendiera. Una búsqueda con imágenes más reales, e intereses más tangibles, como ir a los quince años de su hermana, o conseguir otro trabajo. Cuando Lobo entra en su ecuación es que una profunda melancolía llena el espacio.
Una cinta poco común si hablamos de violencia en México, ya que se centra en la vida que continúa a pesar de la guerra sin cuartel que ocurre en las calles del país. Una historia de amor, soledad y gritos silenciosos.
Galardonada en el Festival de Cine de Locarno con el premio Swatch Art Peace Hotel, que se entrega a las mejores óperas primas, La paloma y el lobo busca mirar lo mismo desde la metáfora y una armonía espeluznante.
Esta cinta se acaba de estrenar en salas de cine mexicanas, si decides asistir, te invitamos a seguir todas las medidas de salubridad para mantenerte sano a ti y a los tuyos.