La camarista, de la directora Lila Avilés, ha tenido un recorrido ávido por festivales de cine en México y el mundo, dejando en cada lugar que va un buen regusto del cine mexicano.
Se estrenó en 2018 en el Festival Internacional de Cine de Toronto, para luego continuar su recorrido por el Festival Internacional de Cine de Morelia del mismo año, donde ganó el codiciado Ojo al Mejor Largometraje Mexicano. Al poco tiempo de formar parte de la Muestra de Cine de la Cineteca Nacional de 2019, obtuvo el Premio Ariel a Mejor Ópera Prima.
Aunque Lila Avilés nunca se había posicionado detrás de una cámara, su primera incursión como directora ha dejado muchas buenas críticas, e incluso el 100% en Rotten Tomatoes, lo que habla mucho de la calidad de esta increíble película.
La camarista después de ser aplaudida en muchísimos espacios y lugares, llega a todas las salas comerciales de nuestro país. Y es que la exploración ficcional de Avilés ha dejado más de una buena crítica: su centro son los invisibles, así como la exploración de la ausencia.
Los hoteles son gigantes que engullen historias, que dentro de sí miles viven algo distinto entre sus paredes, pero siempre está listo para borrar todo y entregar una tábula rasa para el siguiente huésped. Quienes crean ausencias dentro de las habitaciones son las camaristas y camaristos.
Al mero estilo de la estructura de las novelas modernas descubiertas por Cervantes, La camarista usa la premisa de los hoteles y los huéspedes, es decir universos circundantes, para cubrir la historia de Eve, nuestro entrañable personaje, quien es camarista de un lujoso hotel en la Ciudad de México.
Ella, al igual que todos las personas con las que se encuentra, está pasando por algo, en el caso de Eve es la necesidad de progresar por su hijo y por ella misma. Desde terminar sus estudios, conseguir un vestido rojo, hasta conseguir trabajar en el piso de la suite presidencial.
Aunque sus expectativas no se cumplen del todo, la transformación del personaje nace a partir de una máquina de toques y un libro.
La transformación radica en el reconocimiento de sí misma, como una persona, y no sólo como una trabajadora.
Es curioso que el libro que ayuda al reconocimiento personal de Eve sea Juan Salvador Gaviota de Richard Bach, ya que podríamos hacer un paralelismo bastante interesante, porque lo único que quiere hacer el personaje de esta novela es subir lo más alto, no le interesa lograr nada más que volar y volar para caer en picada.
En el caso de Eve, ella quiere subir a lo más alto del hotel, como una especie de crecimiento personal y laboral, en este lugar de por sí todo el tiempo hay referencias a esta elevación, con ventanas y ella contemplando el paisaje inmenso de la ciudad. En una de las escenas más íntimas termina por confirmar esta necesidad de más altura, precisamente como Juan Salvador.
Aunque este libro no iba a ser la primera opción de la directora, terminó encajando a la perfección como una referencia textual de las aspiraciones de nuestro personaje.
Además de la historia principal, esta película brilla por lo que hablábamos arriba, los microuniversos encajonados en habitaciones. Creando la sensación de una película viva, que respira por sí misma, lo que es más que aplaudible, sobre todo para la ópera prima de una directora autodidacta.
Una película cargada de sutilezas, pequeñas pinceladas que delinean a la perfección a un personaje tímido, que poco a poco se descubre a sí misma, mirándose en los otros.
La ópera prima de Lila Avilés retoma lo que más ama, en sus palabras: “el sonido, la gente y la fotografía”. Ella desde hace ocho años que comenzó a delinear esta historia, supo que debía de adolecer de música, quería crear espacios silenciosos, íntimos y, a la vez, ruidosos cuando fuera necesario.
Avilés le apostó a que el hotel hablara por sí mismo, con sus propios ambientes sonoros reconocibles; con esto logró que la actuación de Gabriela Cartol soportara la emoción que necesitaba el filme.
En definitiva una película silenciosa, que puede respirar por sí misma.
No te pierdas La camarista en su corrida comercial, a partir del 2 de agosto de 2019.