Hay algo hipnotizante en los espacios underground, tal vez es que lo prohibido siempre causa tentación o al menos curiosidad, o simplemente son los entornos llenos de secretos iluminados con neones lo que nos atrae de ellos. Una sensación que la cinta Esto no es Berlín, de Hari Sama, recrea en este coming-of-age ubicado en el México de los años ochenta.
La juventud siempre ha encontrado su forma de expresión, el tiempo pasa y los espacios cambian, pero la necesidad de encontrar lugares seguros donde ser, es una constante por lo que la historia semibiográfica escrita por Sama es casi universal.
A las puertas de la Copa Mundial de Futbol de 1986, Carlos, un chico de diecisiete años, está más interesado en escuchar música y admirar a Rita, la hermana de su mejor amigo, Gera. Su vida monótona termina cuando la banda gótica de Rita les introduce a un club nocturno clandestino, El Azteca.
Ambos quedarán embelesados con este mundo de performances, ambigüedad sexual y drogas. Sin embargo, en esta exploración de sus nuevas identidades, también se pondrá a prueba su amistad.
Aunque la cinta se centra en el crecimiento y aceptación de los personajes, sin duda la escena artística y performática de los ochenta en México, impulsada por el new wave europeo, termina por ser lo más seductor de la cinta.
El mundo lleno de planos accidentados, colores neón y performances contraculturales, terminan por ser un contexto más que interesante, incluso más que la vida del propio Carlos, ya que poco se explica de esta.
Sin duda, los contextos familiares de los personajes principales terminan por ser background más que un centro gravitatorio, en lo que se centra el director de la cinta es en mostrar las transformaciones personales a raíz de unirse al mundo contracultural en el que las drogas, el sexo y el arte eran la forma de vivir.
Aunque al inicio la historia comienza lento, al momento del segundo acto, cuando el mundo underground artístico hace aparición, es cuando el ritmo mejora exponencialmente y sentimos la euforia de vivir en ese mundo libre pero con peligros en cada esquina, como el sida.
A pesar de que parece que ciertos temas se toman con pinzas y no con la crudeza que pudieron ser abordados, la cinta termina con una linda moraleja, tal vez innecesaria para la temática de libertad que toda la película se sembró. Aunque es cierto que la sensación de que todo puede terminar muy mal no te deja hasta el final.
Aunque la construcción de personajes se preparó con los actores con meses de antelación, y llevó al director a hacerlos crear performances en la calle, leer poesía, e investigar sobre las corrientes artísticas en México, ciertos personajes se quedan cortos en la exploración que muestran. Tal vez porque la expresión underground termina por ser un personaje, el cual se siente más explorado y completo que muchos del resto de personajes de carne y hueso.
Por momentos, el grupo de artistas con los que Carlos congenia, termina por parecer un conglomerado con personalidad multitudinaria, más que individual. Lo que no entorpece la narrativa, ya que es un poco predecible y las subjetividades del resto no parecen de gran relevancia dentro del avance de la misma.
No es que no sean importantes para la historia, sino que bien pudo ser otro grupo artístico, con otros nombres y necesidades, pero con consumo de alcohol e interés en el performance, y nada habría cambiado. Lo cual más que un error, parece un descuido.
Algo que también sobresale para mal, es la temporalidad en la ocurre la cinta, porque a pesar de que los ochenta están en cada rincón, los jóvenes actores actúan y se sienten desde la modernidad. Tal vez fue algo buscado para conectar con las nuevas generaciones, pero sin duda, salta muchísimo ya que se ve a conciencia.
Sin duda, las ideas performáticas y la recreación de las obras artísticas en espacios como la Quiñonera, es muy inmersiva y nos muestra este mundo sin prejuicios que era un terreno fértil para encontrar una identidad.
Algo que se encuentra en todas las épocas y lugares, pero siempre es interesante ver la perspectiva de cada uno en su tiempo-espacio, como fue la adolescencia de Sama en ese México performático.
Esto no es Berlín es una cinta interesante, de la que sin duda sobresale la escena artística frente a la narrativa predecible coming-of-age de los personajes principales, y es que además de que pocas películas retomen este mundo, es la mejor construida, incluso como personaje alterno.
Una historia universal que será del agrado de muchos, ya que la identidad siempre es un tema para la juventud sin importar la épica, por lo que mirar cómo lo hizo la Generación X, sin duda, promete ser interesante.
Después de una larga gira por festivales en todo el mundo (su estreno fue en Sundance 2019), Esto no es Berlín, de Hari Sama llega este 12 de diciembre a salas mexicanas.