El viaje de Keta, es la ópera prima del dúo de directores Julio Bekhór y Fernando Sama, con un guion de Beto Cohen, plantea una exploración sobre algunas drogas de la mano de Keta, una dealer reconocida en la CDMX por su peculiar aspecto y por andar en tacones conduciendo su bici.
Por su adicción a la marihuana y su peso, se ve imposibilitada a conseguir un trabajo vendiendo cupcakes, por lo que recorre las calles de la ciudad llevando droga a todo tipo de personajes bizarros que lidian con sus problemas invidividuales. Y gracias a la diversidad de sustancias, podemos conocer más acerca de ellos.
El viaje de Keta es un cúmulo de viñetas que son introducidas por Lucrecia, una youtuber especializada en drogas, usando este conocimiento crea cápsulas informativas de cada una de las sustancias que funcionan como hilo conductor de las historias de los personajes.
Lo que permite un juego metaficcional en el que pareciera que las drogas sólo son una excusa para hablar sobre la infidelidad, el abuso sexual, envejecer en la televisión, salir del clóset, y otras tantos temas que de broma en broma, asoman una realidad muy cruda.
Todas estas historias de adultos lidiando con su sexualidad, miedos y sueños, están encapsuladas en una estética colorida, actuaciones exageradísimas, donde las luces neón son la regla, lo cual nos remite a estéticas visuales pop y kitsch al mero estilo de John Waters.
Es una cinta que en cada minuto busca transgredir, ya sea con sus chistes, escenas sexuales, o el “consumo” explícito de drogas, lo que eclosiona en una película que desea desesperadamente hablar de tabúes desde la comedia, lo cual dependiendo de tu nivel de amargura ese día, te va a divertir o te va a hartar.
Pero si eres una persona que disfruta una estética kitsch ─como yo─, definitivamente disfrutarás el viaje.
Por problemas monetarios a raíz de la temática, tres fondos mexicanos de películas rechazaron el proyecto, lo cual retardó siete años el estreno, tres de rodaje hormiga y el resto de postproducción. Y esta larga producción es algo que se siente en la película, como por ejemplo, muchas de las historias planteadas quedan sin algún tipo de resolución, o algunas se quedan como con un arco narrativo escueto.
La construcción de personajes tampoco es la mejor, ya que no funcionan como laboratorios humanos, sino como fábulas con un pequeño inicio, nudo y desenlace ─en la mayoría de casos─ que no busca indagar sobre la naturaleza humana, sino con problemas simples que a veces empeoran o se solucionan con el uso de drogas.
Lo cierto es que es una película que entretiene, y de la que en realidad no podemos esperar una gran narrativa, ya que a primera vista podríamos asegurar que sólo quiere contar historias con un hilo conductor, no hay ningún tipo de juicio de valor, sólo se van desenvolviendo y ─a veces─ uniéndose torpemente los personajes sin más pretensión que eso.
Quedándonos con esta primera impresión parece una cinta propositiva, con una cinematografía que busca recrear las sensaciones que los estupefacientes causan, un buen soundtrack y una buena edición.
Pero luego, hay una pantalla en negro que reza la “moraleja” de la historia, y es que lo que importa es la información que hay alrededor de las drogas, ya que se seguirán consumiendo a pesar de todo, y es mejor hacerlo de forma segura. Pero ¿realmente era necesario?
Tal vez sí, porque frente a temas tan polémicos parece regla escoger un discurso frente a él, porque quedarse neutral no parece nunca una opción, pero dentro de una ficción, parece que se explicara el punto de la película. Y esto, le resta altura a la ficción, lanza un peso a tierra firme cuando la farsa exagerada fue el tono de toda la cinta.
Lo “informativo” podemos encontrarlo en las cápsulas de Lucrecia, pero son tan estrafalarias y fársicas que parece una bonita introducción a las viñetas, más no como el centro cremoso de la película.
Así pues, tal vez la censura por la temática que le han impuesto la Cineteca Nacional y Cinépolis, hagan que se vuelva una cinta de culto, y que quede en los annales cinematográficos como una cinta “muy interesante pero muy extraña”, como Paty Chapoy diría.
Nadie sabe lo que vaya a pasar con El viaje de Keta, sobre todo con el elenco de celebridades mexicanas que hay en cada cuadro, pero si eres una persona que le gustan los viajes por estéticas kitsch, la irreverencia y un par de tips sobre estupefacientes, sin duda, esta cinta es para ti.
El viaje de Keta, de Julio Bekhór y Fernando Sama, se estrena el 31 de enero en algunas salas de Cinemex y el circuito de salas alternativas en la CDMX, así como otro par de salas en la República Mexicana.