En 2020, Florian Zeller brilló en su debut como director, El padre, cinta adaptada de una trilogía teatral del propio galo, la cual nos mostraba una visión personal y muy particular (ya que es un thriller) de la demencia en la vejez y cómo afecta a la familia.
Sin duda, adentrarte a The Father en una primera persona que ve el mundo a través de esta enfermedad degenerativa, es tremendamente conmovedor y poderoso. Lo que obtuvo frutos en los Premos Oscar, le valió a Zeller y a su coguionista Christopher Hampton un Premio de la Academia al Mejor Guión Adaptado (basado en la obra Le Père, que también escribió Zeller), y le valió a Anthony Hopkins su segundo Oscar por su interpretación del personaje principal.
Este debut me tomó por sorpresa por el tratamiento tan humano de esta tragedia, con una honestidad que se siente en cada minuto. Y decir que la segunda parte de la trilogía me llamaba poderosamente la atención, es poco. Pero vaya que las expectativas a veces destruyen historias.voy
En El hijo, Zeller repite dupla con Hampton para adaptar su obra homónima, pero esta vez la sinceridad que conmovió al público con The Father, se perdió en una superficialidad que un trastorno tan difícil y común como es la depresión, no ameritaba.
En The Son conocemos a Nicholas Miller (Zen McGrath) quien, varios años después de que sus padres se divorciaron, decide que ya no quiere vivir con su madre Kate (Laura Dern). En cambio, Nicholas quiere vivir con su padre Peter (Hugh Jackman), quien vive con su nueva pareja Beth (Vanessa Kirby) y su nuevo bebé.
Nicholas ha estado faltando a la escuela durante más de un mes y, en cambio, decidió caminar por las calles de la ciudad de Nueva York todo el día. Afirma que la vida lo ha estado agobiando y que quiere que algo cambie. La actitud de Nicholas asusta a su madre, y Peter espera poder ayudar a su hijo a lidiar con este momento claramente difícil de su vida.
Desde que nos introduce la problemática en los primeros minutos, donde Kate va a visitar de improviso a Peter para explicarle que tiene miedo de su propio hijo, podemos intuir que el adolescente sufre de una depresión severa, y que sus padres no tienen ni la menor idea de cómo lidiar con ello.
Peter recuerda a Nicholas cómo solía ser cuando era niño, y ahora simplemente asume que esta es una fase que eventualmente pasará, a pesar de las constantes señales de advertencia y las declaraciones de Nicholas de que no se siente bien. Nicholas está lanzando alertas por todos lados, mientras que su familia en su mayoría espera que Nicholas vuelva a ser el niño normal y despreocupado que alguna vez fue.
Aunque una mirada más cercana a Nicholas hubiera dado una visión más compasiva, lo que El hijo enfoca es a la familia y cómo el dolor de Nicholas los impacta negativamente. Lo que hace que la película sea sumamente rígida, solemne y no por ello profunda, sino al contrario, se siente una superficialidad abrumadora que deja al espectador con ganas de que acabe de una buena vez.
En una escena, Peter va con su padre Anthony (interpretado por Hopkins), y está claro que Peter todavía tiene malos sentimientos hacia su padre. Cuando Peter comienza a hablar sobre su propio hijo, Anthony lo toma como una pista de que Peter está tratando de alardear de que es mejor padre que él. A esto, Anthony afirma que Peter debería "simplemente superarlo".
Si bien está claro que Peter nunca haría un argumento tan directo sobre la propia depresión de Nicholas, sus palabras dejan en claro este paralelismo de que la vida de Nicholas no es tan difícil como la suya, y que tal vez el mejor curso de acción para Nicholas podría en realidad ser "simplemente superarlo". Lo cual decanta en un final predecible, sobre todo cuando un desesperado psiquiatra entra en escena.
Estos traumas generacionales y temas complejos sobre paternidad y entendimiento, son temáticas que se han tratado antes, pero en The Son son manejados de una manera forzada e incómoda. Incluso las actuaciones (debido al guion) se sienten como extraterrestres que intentan recrear las emociones que se supone deberían de tener en ese momento.
Posiblemente lo que crea esta distancia tan difícil de surcar para el espectador hasta la empatía con la situación, es que la película está enteramente centrada en Jackman, y el hijo termina por ser sólo un adolescente de 17 años deprimido, y poco más.
Aunque este tipo de tratamiento funciona en cintas como Tenemos que hablar de Kevin, en esta donde sólo hay intuiciones de que Nicholas podría agredir a alguien (más que a sí mismo), terminan por crear un muro infranqueable y no logra hacer sentir a la audiencia exactamente lo que estaba sintiendo el personaje del mismo nombre.
The Son está tratando de mostrar el peso de la depresión, la naturaleza impredecible de tal estado mental y cómo ese sentimiento puede ser inexplicable para quienes lo padecen y, sin embargo, la dirección exagerada y el guion de Zeller se sienten sin honestidad y sin el impacto emocional que una historia como esta necesita desesperadamente.
Zeller está tratando de traer la misma sinceridad que le dio a The Father pero en El hijo, lamentablemente, se siente falso y superficial en todo momento.
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