Desde 2010, cuando el realizador Juan José Campanella recibió la estatuilla dorada a Mejor película de habla no inglesa gracias a la película El secreto de sus ojos (2009), sus creaciones se centraron en el teatro, televisión y una película animada.
Por lo que este 2019, a 10 años de su último filme con actores de carne y hueso, llega con una comedia ácida protagonizada por cuatro ancianos con una moral estipulada por ellos mismos. Esta ha sido creada por años y años de encierro en una mansión, más parecida a un mausoleo creado a imagen y semejanza de las frustraciones e impedimentos. Pero al final de cuentas, es su hogar.
Con un reparto más que adecuado, la película se sostiene gracias a los personajes que fueron creados desde hace 22 años por el propio Campanella.
Después de un largo camino en el que se transformó más de una vez el guion, y el director decidió llevarlo al cine, sabía que tenían que ser actores reconocidos (y lo son, al menos en Argentina): Graciela Borges, Oscar Martínez, Luis Bradoni y el miembro de Les Luthiers, Marcos Mundstock.
Un gran acierto, ya que se siente la maestría de cada uno y los años que no han pasado en vano en sus carreras. Por ello es que se sienten más verosímiles los personajes, profesionales del cine venidos a menos por la dictadura argentina y la vejez.
Así pues, con tan sólo tres locaciones, Campanella crea un thriller con un humor ácido muy inteligente, que delimita las personalidades de los personajes principales, y crea dinámicas que sólo son posibles en amistades de años.
Graciela Borges es la exdiva Mara Ordaz, quien ahora vive recluida en una mansión, ahí vive con su esposo Pedro de Córdova (Luis Brandoni), un actor sin talento pero apasionado de la vida. El guionista y el director que llevaron a Mara a la fama viven de igual forma en la casona; por los matrimonios y los años, estos dos hombres se volvieron amigos cercanos, el exdirector Norberto Imbert (Oscar Martínez) y el guionista Martín Saravia (Marco Mundstock).
De su convivencia y las personalidades egocéntricas, se desprenden rencillas basadas en el egocentrismo de Mara, nuestro querido personaje principal, estas se complican aún más con el arribo de dos jóvenes (la española Clara Lago, con un acento argentino cuasi perfecto, y Nicolás Francella).
Estos dos bandos crean una especie de pelea generacional, en la que los jóvenes quieren darle la vuelta a los ancianos, pero la moraleja de la historia es más grande que ellos, “un bichito que se come a otro bichito”.
Aunque es una historia algo “predecible”, por los juegos metaficcionales que el director plantea desde el inicio, es también bastante obvio que planea recrear y parodiar una película antigua, del tipo que hacían y actuaban sus personajes, por lo que las vueltas predecibles son una necesidad de sus personajes.
Según el propio Campanella para El Tiempo, esta película se burla de la forma de ver el mundo de la gente de cine:
Para los personajes la historia transcurre como si estuvieran haciendo una película.
Es gente que toda su vida hizo cine y vivió en una película. Los que hacemos cine, tenemos una deformación profesional: mirar todo como si fuera un filme. Estamos acostumbrados a ver las cosas en términos de conflicto, de malos, de villanos, de primer acto, segundo acto, de desarrollo argumental y lo que tendría que pasar ahora.
En el filme, los personajes describen su vida como si fuera un metraje y eso es parte del juego, no hay erudición, porque estamos hablando del saber popular.
Lo que termina siendo una lectura más interesante, ya que es más parecido a un pastiche de las películas en blanco y negro, que termina con un final bien justificado en los personajes, los cuales se van puliendo en las dos horas de película.
La duración creo que es uno de los puntos débiles de la película, ya que tan sólo en un par de escenas al inicio, son suficientes para plantear la unicidad de los personajes, y aunque se debe justificar el estira y afloja de la decisión de vender o no la mansión, hay un momento en el medio del filme que se afloja la acidez de los personajes, haciendo que se vuelva pesada y sin mucho sentido que aún no llegue el desenlace.
La actuación histriónica de Graciela Borges es simplemente genial, ya que se distingue a sobremanera de la personalidad parca y calculadora del director y el guionista, Oscar Martínez y Marco Mundstock, respectivamente; quienes a su vez se diferencian de Luis Brandoni, quien interpreta a este hombre noble y generoso, postrado en una silla de ruedas por un accidente.
Este club de fracasados es increíble, ya que las conexiones entre ellos ya no tienen filtros, justo como lo explica Campanella: “fíjate vos que cuando uno llega a una edad, ya no importa lo que hace.” Y las acciones de los personajes responden a este nihilismo provocado por la edad, lo que hace que la ambigüedad entre lo bueno y lo malo sea más que disfrutable en la cinta.
De esta forma, jugar con las convenciones cinematográficas, así como entre lo bueno y lo malo, y con los arquetipos de villanos y héroes, crea de El cuento de las comadrejas una de las mejores películas de comedia comercial en cartelera. Es simplemente un disfrute ver la interacción sarcástica y punzocortante entre los ancianos, así como el juego metaficcional del cine de época y los clichés que nacieron ahí.
El cuento de las comadrejas de Juan José Campanella se estrena en el circuito comercial el viernes 19 de julio. Un imperdible para reír con el cinismo que propicia la vejez.
Sinopsis
Cuenta la historia de una seductora estrella de la época dorada del cine, un actor que acarició la gloria, un guionista frustrado y un veterano director que hacen lo imposible por conservar el mundo que han creado en una gran mansión. Pero la llegada de dos jóvenes presentará una amenaza que lo puede poner todo en peligro.