La humanidad tiene una historia sumamente bélica. Suelen ser fisuras en la historia que duelen tanto que existen grandes películas y libros que las abordan desde distintas perspectivas. A pesar de que la visión infantil, tristemente, no es una temática lejana en las películas bélicas, no solemos mirar el inicio de los conflictos, sino el doloroso proceso, lo que hace de las cintas que unen la infancia y la guerra un trago difícil de mirar.
Por lo que sorprende la ópera prima del libanés Oualid Mouaness, 1982: El año que cambió el Líbano, una cinta muy cálida que tiene como centro la invasión del ejército israelí en su ciudad natal de Beirut.
El debut de Mouaness transcurre íntegramente durante ese día señalado. La película está protagonizada por un niño de once años llamado Wissam (Mohamad Dalli), que da vida al alter ego del cineasta en esa época.
Tras ver los tanques desfilar por las calles y escuchar las primeras bombas impactando contra el suelo, el pequeño Wissam quedará encerrado en su colegio, junto a sus compañeros de clase, por orden de sus profesores.
Wissam aprovecha el encierro escolar para revelar su amor a su querida Joanna (Gia Madi), al temer que las vacaciones de verano les separen.
El resultado son diversas tramas que confluyen en el mismo día. Mientras la trama infantil direccionada por Wissam nos deja en claro su objetivo, con enredos y clímax protagonizados por la inocencia, la implacable invasión, así como la necesidad de los adultos de proteger a los niños de la terrible realidad, conviven en un día caluroso de primavera.
A pesar de no ser una película bélica de suspenso o acción per sé, la tensión que se va gestando con el sonido de las ondas expansivas, la llegada de parvadas de palomas, los tanques de guerra bajando a la ciudad, la radio que suena como un murmullo, el humo que se alcanza a ver.
Todo ello se condensa en el tercer acto de la película, donde puedes esperar lo peor, pero que el director prefiere abrazar a sus personajes en la calidez de que todo va a pasar, después de todo.
“Los humanos tendemos naturalmente a querer refugiarnos en las cosas cotidianas, queremos seguir haciendo nuestras vidas normales porque es a través de nuestras vidas normales que pensamos que podemos pasar por encima de los periodos de crisis, la rutina nos hace sobrellevarlos”, comentó el director en una rueda de prensa mexicana.
Esta decisión es muy clara, en una de las escenas culmen y más fuerte que experimentaremos en 1982: El año que cambió el Líbano. Pero al final dejando en claro que las conexiones y la cotidianidad es lo que permite continuar pese a las adversidades. Dejando un agradable y cálido sabor de boca después de ver esta cinta.
1982: El año que cambió el Líbano se estrena en cines mexicanos el 27 de mayo.
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