El cuento de terror original de los hermanos Grimm (1881) Hansel y Gretel, regresa a la pantalla grande con la adaptación de Oz Perkins (La enviada del mal). En esta versión, redescubrimos un clásico de los cuentos de hadas desde una visión madura y moderna, en la que la relación entre hermanos es el hilo conductor para hablar de distintos temas; como encontrarse en el umbral de dejar la niñez para comenzar la adolescencia, enfrentarse a los mayores miedos y la determinación de emprender una vida propia desde la individualidad.
Gretel y Hansel retrata la oscuridad y el terror que provoca crecer, cuando desde el infortunio te ha tocado la vida en la que sólo tú puedes hacerte cargo de ti mismo, ¿qué alternativas hay además de querer huir? Ubicada en Baviera, a principios del siglo XIV, los hermanos Gretel y Hansel viven en la precariedad desde que su padre murió. Su madre, sin los recursos suficientes y con la desesperación por no saber qué hacer, los obliga a irse de su hogar para “cavar sus propias tumbas”. Gretel y Hansel comienzan la huída en el vasto bosque, en el que la oscuridad y los sus monstruos internos comienzan a jugar con sus cabezas y sentido común.
Sophia Lillis, quien interpreta a Gretel y quien encarnó el papel de Beverly Marsh en la película de terror de It (2017), muestra una actuación impecable. Oz Perkins supo dirigir cada uno de sus gestos y comportamientos, que a pesar de su corta edad (17 años), presenta un personaje atormentado que le teme a la boca feroz del mundo, pero que conforme la trama avanza, evoluciona verosímilmente. Lo mismo vemos con Sam Leakey (Hansel), con quien desde el principio de la historia cierras el pacto como espectador para creer lo que viene en el resto de la historia y en su actuación. Lo mismo sucede con el resto del elenco, sobre todo cuando nos referimos a Alice Krige (Silent Hill) y a Jessica De Gouw (Other life).
Como todos ya sabemos, este cuento consta de tres personajes principales, los hermanos y la bruja. En esta ocasión vemos a una bruja un poco distinta a lo que estamos acostumbrados en cámara y a lo que la imaginación colectiva ha generado entorno a este concepto. Sobre todo en el pasado, cuando a imagen de la bruja era completamente negativa y oscura, pensando inmediatamente en la “quema de brujas” que se llevó a cabo en el pasado, y sin necesidad de recalcar más ejemplos.
En esta adaptación de Oz, vemos a una bruja distinta. Si bien, no se trata de una bruja completamente “innovadora”, pues ya hemos visto diversas historias en las que estos personajes adquieren un papel mucho más complejo y fuerte en sí mismo, sin significar “el mal” precisamente, sí vemos una bruja que no se muestra como un ser “cruel” o despiadado, más bien por uno astuto, inteligente y vulnerable.
Al respecto, el director comentó para EW:
“La palabra ‘bruja’ fue difamada durante cientos de años y fue muy negativa. Ahora ser bruja tiene la cualidad de tener poder, el propio poder. Alice Krige hizo la cinta más extraña y maravillosa [con su presencia]. Llevaba este pañuelo en la cabeza, su cara flotaba, parecía algo sacado de Bergman. Hubo este tipo extraño de respiración, no sé si fue a propósito o no. Se sentía como si hubiera un perro de 500 libras en la habitación con ella. Fue muy atmosférico”, señaló Perkins.
Más allá de lo que como espectador esperaríamos de esta película, la visión de Perkins dio un giro discursivo, en el que incluso involucró elementos feministas sin forzar absolutamente la trama o psicología de los personajes. La misma inversión del nombre viene de la clara diferencia que quería marcar, siendo Gretel la hermana mayor (de 16 años ella y Hansel de 8) y quien tendría que decidir su propio camino, aunque eso tuviera que costar separarse, tal vez, de su hermano menor, a quien siempre ha protegido tanto como un hijo propio.
Sin ser precisamente una película introspectiva, sí podríamos catalogarla como una metafórica. En la que la búsqueda de identidad y el afán por escribir su propia historia, llevan de la mano al espectador para encontrarnos con escenas realmente fantásticas y llenas de magia. Sin ser un spoiler, una de las mejores escenas, a mi parecer, es cuando Gretel baja (a un lugar equis) para encontrarse con una escena siniestra de la que no hablaré, pero lo que vale la pena mencionar es el excelente manejo de la cámara y escenografía para representar la salida del vientre materno de Gretel al mundo real, la representación que divide el umbral de la niñez y la adolescencia. La cinta tiene varias lecturas, tanto literales como es la simple historia que va de punto A a punto B, como las diversas metáforas escondidas en los diálogos, acciones, escenarios e interacciones entre los personajes.
Además, las locaciones fueron seleccionadas minuciosamente. El rodaje se llevó a cabo en Irlanda, y una de las locaciones fue Hellfire Club, un pabellón de caza en ruinas, y el que según la leyenda local, fue visitado por el diablo. Incluso, este elemento lo utilizan durante la ficción, como guiño narrativo metaficticio.
Gretel y Hansel no sólo es una película para disfrutar en familia (no los muy pequeños, claro está), sino también para verse a uno mismo en distintas fases de la vida y reconocer lo que representa cruzar el puente entre una y otra etapa. Un cuento de hadas desde lo siniestro, que habla de desapegos, sin olvidar la parte que habita del otro en uno mismo y viceversa. Al final, todos estamos apartados del otro, en un camino en otra dirección, más allá de quienes amamos y lo que construimos, pero sin olvidar de dónde venimos.
No te pierdas el estreno de Gretel y Hansel en la pantalla grande a partir del 31 de enero.