Desde que Britney Spears salió a la fama ha sido objeto de todo tipo de atención mediática. Hubo una época, cuando estaba en su esplendor, que todo lo que hacía o no era cubierto por algún medio, desde los artículos sobre su éxito sin precedente, hasta los textos de medios perniciosos que creaban artículos plagados de fotografías de la princesa del pop tomando un refresco sin sostén.
Y aunque han pasado muchos años de este tipo de atención, Britney Spears vuelve a ser el tema de conversación desde que buscó liberarse de la tutela de su padre, Jamie Spears, el verano pasado y fue negada por el juez. Lo cual ha llevado a potencializar el movimiento #FreeBritney o #LiberenaBritney, en español, en redes sociales, y unas cuantas manifestaciones pequeñas de sus fans más aguerridos en diversas ciudades estadounidenses.
Todo ha explotado de nueva cuenta gracias a un documental de una hora y 13 minutos de The New York Times, llamado Framing Britney Spears. Este capítulo que se estrenó en Hulu y se transmitió el 5 de febrero en FX, se centra en el conflicto por la tutela de Spears, un acuerdo legal que ha permitido a otras personas (principalmente a su padre) gestionar su carrera, su vida personal y sus finanzas desde 2008.
Aunque este es el núcleo del documental, se habla mucho más acerca de los orígenes de la cantante, y cómo fue que por décadas se ha visto rodeada de personas que sacaron algún provecho de ella, al punto de llevarla a la desesperación por “una traicionera cultura de la celebridad y por los paparazzi que no la dejaban en paz”, según palabras de The New York Times, dejando en claro que la tutela de la que Britney busca liberarse sólo es la cereza en el pastel de este tipo de vejaciones.
El documental no llega a ninguna conclusión evidente acerca del caso, ya que ni siquiera hemos tenido una declaración de su boca de todo este tema, más que lo que comunica a su abogado. Mientras este incendio mediático que poco a poco se ha alimentado y crecido, Britney sube videos cortos a Instagram de ella bailando con un maquillaje peculiar y diciendo cosas raras.
Este detalle le da un toque curioso a todo estos eventos, pero sin duda, es fácilmente justificable que Britney decida mantenerse al margen de la vida mediática después de pasar décadas en boca de todo el mundo, y que su vida privada, en medida de lo posible, ahora sí lo sea.
Pero, ¿cómo es que Spears llegó a estar unos meses de cumplir 40 años y simplemente no poder comprar un café sin el consentimiento de su papá?
No hay manera en la que alguien no haya visto alguna vez a Britney en momentos en los que nadie quisiera estar al tener una crisis, ya sea golpeando con un paraguas el automóvil de un paparazzo, rapándose ella sola, o llorando en algún lugar público mientras los flashes no dejan de brillar.
No por nada Britney Spears es la segunda celebridad más fotografiada en la historia, la primera fue Lady Di y bueno, todos sabemos cómo acabó aquello por los paparazzi.
Después de salir de rehabilitación y raparse en una peluquería, su padre decidió comenzar un juicio para obtener la tutela de su hija, la cual es un complejo acuerdo legal reservado por lo general a los ancianos, los enfermos o las personas con discapacidad. Implica designar un representante para gestionar los asuntos y el patrimonio de la persona si se considera que no puede cuidar de sí misma o es vulnerable a influencias o manipulaciones externas.
Es decir, no es un “no sabe manejar su dinero”, sino es un “alguien puede engañarla para que entregue mi dinero”. Por lo que resulta ser un acuerdo legal muy importante que las autoridades estadounidenses toman con pinzas, ya que implica quitarle derechos humanos a una persona.
Así que desde 2008, Spears vive bajo este régimen, más de una década bajo la tutela que obliga a su padre a supervisar gran parte de su vida financiera y personal de su hija. Este tipo de figuras legales controlan todo, desde el cuidado de la salud mental del tutelado, hasta cuándo y dónde puede viajar, ya que cada cierto tiempo deben presentar cuentas detalladas de las compras al tribunal, como ya mencionamos, hasta cosas menores como un café de alguna tienda de autoservicio.
En este sentido, el documental cuenta que Britney aceptó ser titulada por el miedo a no poder volver a sus hijos, quienes en ese momento pasaron a la tutela completa de su padre, pero que ella no quería que su padre fuera quien manejara todo, sino un tutor profesional, alguien independiente. Por lo que contactó a un abogado que la acompañó al juicio, pero el juez no permitió que la representara, ya que tenía un informe médico que no le iba a mostrar al abogado pero que demostraba que era incapaz de contratar o dirigir a un abogado.
Pasó más de una década para que se volviera a hablar del asunto, cuando en 2019 Jamie Spears se retiró de su papel de custodio personal por problemas de salud, en ese mismo momento, Britney también cesó su estadía en Las Vegas (un show que dejaba medio millón cada noche que se presentaba), también aludiendo a los problemas de salud de su padre.
Así pues, fue que una tutora profesional sustituyó temporalmente a Jamie, y que en 2020 Britney declaró a través de su abogado que se oponía firmemente a que su padre continuara siendo su tutor, ya que deseaba que la tutora sustituta se convirtiera en permanente. Y fue en noviembre del mismo año que el juez se negó a destituir a Jamie como el encargado del patrimonio de su hija, pero agregó a un co-tutor independiente a la tutoría.
Pero en diciembre pasado, el juez prorrogó el papel temporal de Montgomery como tutora personal hasta septiembre de este año. Tal vez después de la audiencia judicial en la que el abogado de Britney dijo que “ella le tiene miedo a su padre”, y que no ha hablado en mucho tiempo con él. Tal es su decisión frente a esto que fue cuando declaró que no volvería a actuar si su padre mantiene el control sobre su carrera.
Claro que nada suele ser sólo bueno o malo, sino que en 2008, además de los obvios desequilibrios mentales de Britney, su familia quería deshacerse de Sam Lutfi, el manager de la cantante en esos tiempos, ya que, según documentos judiciales, había tomado el control de su vida, de su casa y de sus finanzas, además de que según ciertas pesquisas, había drogado en varias ocasiones a Britney.
Por lo que hablamos de un mal menor por un mal mayor a la larga, como una década después podemos presenciar.
A pesar de que Framing Britney Spears no llega a una conclusión sobre nada relevante al caso, más que dejar las declaraciones de personas cercanas, sí hace un llamamiento a la responsabilidad de todos en ese fatídico 2007 para la princesa del pop.
En un momento, entrevistan a Daniel Ramos, el paparazzo cuyo automóvil Spears golpeó con un paraguas, quien desde el inicio de su carrera la siguió a todos lados, y conforme las polémica aumentaban, cada fotografía llegaba a costar un millón de dólares, por lo que inevitablemente los paparazzi querían un pedazo cada vez más jugoso de la princesa del pop, cada vez más inestable.
El entrevistador le pregunta a Ramos, “¿Qué pasa cuando ella dijo, 'Déjame en paz'?”, a lo que él responde, “Hubo momentos en los que ella [estaba] como, '¿Puedes dejarme solo por el día?’ Pero no fue como, 'Déjame en paz para siempre '. ¿Sabes a lo que me refiero?"
En este sentido, pienso que más allá de cargar culpas de un pasado que ya sucedió, y que ha obligado a muchos periodistas de esos años a dar algún tipo de disculpa pública, para no hablar del hashtag que se volvió viral, #LoSentimosBritney, tal vez este documental sea un buen pie para cuestionar un sistema adoración de celebridades que se ha salido de control.
Y más que sentir remordimiento por algo que ya hicimos, o pasar la bolita a quiénes son los principales responsables, sería más interesante que cada quien se cuestione lo que consume y la forma en que lo hace. Y tal vez extrapolarlo a la responsabilidad que cada uno tiene y ejerce en las redes sociales.
Sea como sea, este caso sigue abierto y esperemos que Britney encuentre una mejor resolución a sus problemas, mientras sigue pintando flores en óleo con Mozart de fondo.
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FOTO: Glenn Francis, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons.