Ahora que el mundo se ha convertido en una cacería de likes, es difícil imaginar que las redes sociales nos los quiten. Pensemos, sobre todo, en Instagram y Facebook, mismas que ya nos amenazaron con eliminarlos, pues ambas redes se caracterizan por el alcance e impacto que resguarda cada reacción y adorado like.
Son nuestras nuevas insignias, hemos dejado en segundo plano el contenido. Tanto likes, views, seguidores y demás se han convertido en el principal motor y creador de serotonina en nuestros cerebros.
Quizá pueda sonar bastante drástico aseverar que la interacción virtual ya nos afecta a niveles químicos en nuestro cuerpo. Sin embargo, sería ingenuo pensar lo contrario. Sobre todo ahora que el contexto nos arrojó al encierro, en donde nuestras fronteras se veían diluidas y derribadas a través de las redes sociales, antes que cualquier caminata casual en nuestra colonia.
Más allá de lo que nos podamos contar de nosotros mismos a través de nuestras conversaciones, anécdotas y experiencias, es verdad que nuestra vida digital se ha convertido en la ventana que adornamos con luces, flores y más filtros para contarle al mundo lo que somos a través de ellas. Es decir, ahora más que nunca nos contamos quiénes somos nosotros mismos a través de una pantalla, antes, tal vez, de algún juicio autocrítico e introspectivo.
No por nada nuestro cuerpo reacciona químicamente ante estos estímulos digitales como los codiciados likes/seguidores/views y sus equivalentes. Al recibir un like (o equivalente) las pequeñas estructuras cerebrales del placer se activan, por lo que asociamos el bienestar no únicamente a las imágenes o post en general, sino a las actividades que pueden verse en ellas.
Muchos han catalogado a las redes sociales como los nuevos gimnasios del narcisismo, en donde la percepción de nosotros mismos y nuestro entorno se refleja de una manera filtrada a lo que queremos ver y contar, y no precisamente a lo que es en realidad.
Por mucho que estas aseveraciones corran el riesgo de sonar a juicios morales y dictaminadores del “mal”, en los que señalamos a las redes sociales como lo peor que nos pudo haber pasado; lo cierto es que el mundo siempre ha sido así, y la virtualización de ciertas tareas y demás actividades únicamente han optimizado muchas de ellas en estas “sutiles” acciones como los likes.
Es decir, nuestra naturaleza sólo ha evolucionado las formas de socialización a redes mucho más abstractas. Sin embargo, no dejan de ser humanas. Desde unos meses atrás, Facebook e Instagram comenzaron con pruebas para quitar los likes de las publicaciones, lo que causó un ruido inminente en la comunidad internauta. Y aunque no lo han hecho en su totalidad, nos cuestionamos: ¿de qué manera afectará esto a los usuarios de ambas redes? ¿Será un cambio más positivo que negativo o al revés?
Mucho se vio el tema de preocupación por motivos económicos y los nuevos modelos en los que muchas personas reciben ganancias a través de estos y sus equivalentes. Sin embargo, para los simples mortales también representaba, tal vez, una incomodidad sobre las nuevas narrativas en las que nos construimos, pues ya vimos que no sólo significa una cuestión económica, sino hasta química cerebral.
La noticia comenzó directamente en la galería de fotos de Instagram, pero ahora ha mutado a una nueva y mucho más amable opción, pues ahora ambas redes sociales te ofrecen desaparecer los likes con sólo presionar un botón, sin representar mayor problema.
Todavía se trata de una opción para unos cuantos usuarios, pero se prevé que se extienda a todos. Claramente esto hace temblar a nuestro cerebro y nos hace cuestionar sobre si esto será definitivo algún día, mientras tanto sólo se trata de una opción.
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