El último domingo de octubre, es decir, el pasado 30 de este mes, fue el día oficial para cambiar por última vez el horario desde 1996 en México. El cambio de horario se decretó por ley desde el 96 con el fin de ahorrar energía eléctrica y aprovechar más la luz del sol. Sin embargo, esta fue la última vez que lo hacemos.
La Cámara de Senadores avaló la reforma a la Ley de husos horarios en nuestro país, poniendo fin al cambio de hora que veníamos haciendo desde hace más de veinte años consecutivos.
¿Por qué se decidió esto?
Desde un punto de vista energético, el horario de verano tenía la finalidad de aprovechar más la luz del sol, con el fin de utilizar menos luces en casas y edificios y demás. Sin embargo, los senadores debatieron que esto era un punto un tanto artificioso, pues que este supuesto ahorro de energía tan sólo ha representado menos del 1% respecto a las energías que se consumen cada año.
Por lo que esta excusa no fue suficiente para dejar los horarios como estaban. Más allá de la precisión de la aseveración, lo cierto es que toda esta temática ha decantado una profunda reflexión sobre lo que es el tiempo y los constructos sociales en los que se maneja nuestra narrativa cotidiana.
Para empezar, el horario de verano originalmente se empleó por primera vez durante la Primera Guerra Mundial. Fue el imperio Alemán y sus aliados quienes lo aplicaron con el fin de ahorrar combustible. Después de esto, el Reino Unido siguió la misma estrategia y lo aplicó también.
Desde entonces, se ha tratado de una alternativa que no todos la utilizan, se aplica en 70 países y la mayoría se encuentra en Europa y Norteamérica. Japón es el único país industrializado que no lo utiliza, aunque países como Rusia lo emplean todo el año. El resto de países que no cambia su horario, se encuentran en la zona asiática, en el continente africano y Centroamérica y ahora México.
No cabe duda de que el tiempo es relativo, más allá de las dimensiones cosmológicas en la que lo podamos pensar esto. Sin duda, la percepción de los minutos y los días se sostiene dentro del convenio colectivo en donde nuestros relojes indican más que la hora, sino toda una ideología, forma de ver la vida y hasta el contexto político social del panorama global e individual.
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