En busca del tiempo perdido de Marcel Proust es una de las sagas literarias más largas y reconocidas en la historia, consiste en siete partes de cientos de páginas cada una. Una novela magistral que recorre los recuerdos del autor, y toda esta travesía empieza por el olor y el sabor de una magdalena mojada en té.
Proust utilizó tal recurso para iniciar este viaje colosal, aunque puede parecer nimio, es sin duda algo que a todos nos ha pasado en algún momento. El olor a protector solar, a pan recién hecho o un perfume, pueden hacer que viajemos en el tiempo y volvamos a sentirnos en algún lugar.
Y como sin olor no hay sabor, sin duda la escena de Anton Ego probando el ratatouille de Remi en la película de Pixar es la definición gráfica de lo que pasa cuando un olor nos transporta a un recuerdo.
Así pues, aunque gracias a los nuevos tiempos, hace mucho que el olfato ha sido relegado a los sentidos debajo de la vista y el oído, cuando en realidad es uno de los más fuertes y primitivos. Que incluso según algunos estudios, pueden comunicar emociones.
Pero, ¿por qué?
El sentido del olfato está directamente conectado con el sistema límbico, también conocido como el cerebro emocional. Este sistema está conformado por varias estructuras emocionales, pero las más importantes para el olfato son la amígdala y el hipocampo.
La amígdala está directamente relacionada con la memoria emocional y el hipocampo con la memoria y el aprendizaje. Así pues, cuando un estímulo olfativo llega a estas dos estructuras cerebrales interconectan información.
La amígdala conecta el estímulo aromático con una emoción y el hipocampo relaciona ese aroma con un recuerdo en la memoria. Así que un aroma puede producir o reproducir una memoria emocional, una de las maneras más intensas de recordar algo.
Un olor no evoca hechos, sino evoca emociones y sensaciones. Por lo que cuando olfateamos un aroma que nos hizo feliz, como un viaje a la playa, casi inmediatamente nuestro humor cambia.
Además, el olfato forma parte de los sentidos más instintivos, por lo que desde los aromas se crea la dicotomía entre lo bueno-malo y lo agradable-desagradable. Pensemos por ejemplo en el olor a gas, inmediatamente prende un sentido de alerta porque implica peligro.
Por lo que es más simple que el ser humano prefiera los olores agradables, como el de las fragancias.
A pesar de que al inicio los perfumes se crearon con un afán de tapar los aromas desagradables, hoy por hoy buscan el refinamiento y realzar la personalidad de las personas que la usan. Aunque sea el mismo perfume, gracias al pH individual, termina siendo un olor muy distintivo.
Por lo que un perfume puede traernos un sinfín de recuerdos, con sólo olerlo en una persona que pasó a nuestro lado en la calle.
Los olores de la literatura
Como el olfato quedó relegado entre los sentidos humanos, no existen muchas palabras para evocarlo, no tantas como para nombrar las tonalidades de un color, o las variaciones auditivas de un sonido. Por lo que siempre ha sido complicado para la literatura emular un olor con palabras, así que recurren a la evocación de imágenes y sensaciones.
Si eres de los fanáticos del aroma a libro nuevo o viejo, queremos decirte que esta no es la única forma en la que un libro huele. Por lo que te recomendamos 3 libros para que vivas una experiencia extrasensorial al leer.
El clásico entre clásicos de la literatura es El perfume de Patrick Süskind. A lo largo de los años, y gracias a la película, esta novela se ha convertido en un best-seller.
Narra la historia de Jean-Baptiste Grenouille. Él es, gracias a su prodigioso sentido del olfato, el mejor elaborador de perfumes de todos los tiempos. Pero es un ser grotesco, deforme y repulsivo a los ojos de las mujeres. Como venganza a tanta ofensa sufrida a causa de su aspecto físico, elabora un raro perfume que subyuga la voluntad de quien lo huele. Así, Jean-Baptiste consigue el favor de las damas de la alta sociedad y el dominio de los poderosos. Existe un único problema: para obtener la esencia elemental de la mágica fragancia se necesitan los fluidos corporales de jovencitas vírgenes, y para ello el perfumista no duda en convertirse en un obsesivo, cruel y despiadado asesino.
Si aún no lo lees, te auguramos un viaje extrasensorial que te dejará pensando en el poder del aroma.
Otro clásico, pero esta vez mexicano, es Como agua para chocolate de Laura Esquivel. Como dijimos al inicio, no hay sabor sin olor, así que aunque esta historia se centre en la cultura culinaria de nuestro país, definitivamente es un viaje entre sabor y olores. Además que es más fácil evocar, porque esos olores son familiares.
Narra la vida de una mujer, sus amoríos y la relación de esta con su familia, todo relacionado con la importancia de la cocina y las recetas típicas mexicanas de la época en que está ambientada su vida.
Por último, pero no por eso menos importante, es un libro ilustrado del dibujante Jimmy Liao, El sonido de los colores. Un libro que cuenta qué pasa con el resto de sentidos cuando se pierde la vista, el sonido y el olor se vuelven imprescindibles para interactuar con el mundo.
El año en que el ángel se despidió de mí en la boca del metro, poco a poco, yo había ido perdiendo la vista. Una mañana de otoño, el día en que cumplía quince años, mientras afuera lloviznaba y después de haberle dado de comer al gato, a las seis y cinco, me encaminé hacia el metro. Ahora ya no tengo que pasar sin ello: todos los colores se traducen en sonidos y olores. Y resuenan como melodías de belleza infinita. ¿Para qué quiero un libro? El viento hojea los árboles y sé lo que allí son palabras y las repito a veces en voz baja. Y la muerte, que arranca ojos como si fueran flores, no encuentra ya los míos.
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