“Moto en japonés significa más duro. Mami la figura de la madre, las mujeres como poder de creación, como fuerza creadora”, explicó Rosalía en una conferencia de prensa en la CDMX sobre el título de su nuevo álbum, Motomami.

Un caos ordenado, según la propia barcelonesa, tanto como la vida de cualquiera. “Para mí, hay un orden divino en el destino de las personas. Cuando uno está observando la vida de otra persona puede parecer un caos, pero para mí es un caos completamente ordenado y el tracklist está hecho así adrede, buscando esa sensación”.

Es decir, que como la fotografía que corona la portada de su nuevo álbum, una representación moderna de El nacimiento de Venus de Boticelli, una motomami es una diosa que ordena al milímetro su propia vida.

 

 

 

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Siguiendo este hilo de caos y orden, los críticos han resumido este tercer álbum como “un disco difícil pero a la vez tremendamente instantáneo y visual. Directo pero nada evidente. Porque está lleno de capas pero al mismo tiempo se ha quedado con toda la esencia”.

Un álbum que podemos simplemente vislumbrar dentro de sus contradicciones, un reflejo de nuestros tiempos actuales. Donde conviven Boticelli, Madonna de los dosmiles, Patti Smith, Camarón de la Isla y Daddy Yankee. 

Una estética híper kitsch, en la que símbolos como los gatos, las motocicletas, los glúteos, el flamenco, la salsa, el trap, la bachata, el reggaetón y las baladas sexuales tienen un lugar dentro del destino de la dualidad de la motomami.

Un símbolo recurrente, que incluso forma el título del álbum, es la mariposa. La oruga se convierte en mariposa cuando el capullo se encuentra sofocado, algo similar a lo que hemos vivido estos dos últimos años donde parece que la vida se ha parado y ahora vuelve a tomar ritmo. 

“Eh, yo soy muy mía, yo me transformo / Una mariposa, yo me transformo”, canta en “Saoko”.

La mariposa como una estética dosmilera, que regresa porque la transformación de vivir encerrado en standby total sólo se puede comparar a cambiar de un milenio a otro. Esta metamorfosis y dualidad de las motomami se combinan con colores vibrantes, primarios: amarillo, rojo, azul. 

Un regreso a los orígenes, al esfuerzo por salir del capullo, y extender las alas; esta vez como una estética street, latina y un recuento de los percances de la fama. Un álbum que le costó lágrimas, sudor y sangre a la Rosalía, donde dejó su comodidad por permanecer en Estados Unidos en soledad para crear esta visión de nuestros tiempos.

Con cuero, plataformas, gorras, uñas postizas inmensas, cascos de moto, looks maximalistas, y contrastes de colores con ritmos que confunden en una primera escucha. Así es como Rosalía creó una estética que responde a los intereses caóticos de nuestros tiempos, que estemos listos para aceptar que vivimos en el universo de la motomami, es otra historia completamente distinta.

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