Los filtros del Instagram, o de cualquier aplicación, no son otra cosa más que las máscaras que siempre hemos utilizado en el mundo real. Quizá no andamos por la calle viéndonos en colores saturados o en blanco y negro, pero sí que tenemos bien definidas nuestras actitudes para protegernos del mundo.
No es raro que la selfie se haya convertido en el fenómeno antropológico que más puede hablar de lo que somos como sociedad.
Nuestra generación se ha acostumbrado a la facilidad de guardar los recuerdos en la memoria de un dispositivo electrónico. Los avances tecnológicos nos han otorgado el fácil acceso a miles de megabytes o gigabytes al alcance de nuestras manos para atesorar nuestros momentos y experiencias: nuestra vida.
La democratización de la tecnología nos ha abierto cientos de puertas en las que podemos ver al mundo en su posibilidad extendida, pero todo tiene un costo y, hasta ahora, es difícil predecir cuál será exactamente el verdadero precio por pagar en el futuro por tener una memoria extendida a nuestro cerebro.
Sin embargo, existen estudios que nos advierten algunos cambios que, de hecho, ya están sucediendo. Giuliana Mazzoni, profesora de psicología de la Universidad de Hull en Inglaterra, ha creado un estudio en el que revela cómo fotografiar “sin parar” con la cámara de nuestro celular está afectando nuestra memoria.
Tener en nuestras manos la facilidad de tomarnos selfies y retratar nuestro alrededor en el momento en el que lo deseemos, es un riesgo que podría perjudicar a nuestra memoria de por vida, e incluso podría generarnos un conflicto de identidad.
La identidad y su caducidad
Más allá de ser una muestra de nuestro narcisismo y nuestro enorme esfuerzo por querer encajar dentro de los cánones europeizados que nos dicen “qué y cómo luce la belleza”, las Selfies son el fenómeno que más rápido está evolucionando en nuestra era, y no de la buena forma.
En el sentido profesional y clásico de los orígenes de la fotografía, el objetivo de los autorretratos y retratos era conservarnos en la memoria. Sin embargo, pareciera que la memoria ya no existe en las redes sociales, tenemos que estar refrescando la información minuto a minuto, por lo que una selfie no será vigente después de determinado tiempo.
Nuestras identidades expiran en la red, por lo que publicar una foto de nosotros mismos es una forma de garantizar que seguimos aquí, que seguimos siendo parte de la información global.
Evidentemente no podemos ignorar que las selfies son una vía para mejorarnos a nosotros mismos, Kames Kilner, neurobiólogo británico, realizó un estudio en el que menciona cómo la gente ha incrementado su interés por su propia cara.
Por lo que, la selfie es una herramienta que nos ayuda a la falsificación de esta, ya que al tomarnos una la editamos y la aproximamos a lo que nos parezca más atractivo. Y aunque no lo pareciera, esto se trata más de gustarnos a nosotros mismos que de engañar a los demás.
Claramente, la selfie también se ha convertido en una herramienta de marketing. Las garras del mercado se han apoderado hasta de nuestra imagen, cosa que no es ninguna novedad, pero es mediante el like como nos vendemos al mundo real y virtual.
La selfie y la pérdida de memoria
Visitar un lugar y vivir la experiencia cambia en el momento en el que concentras tu atención a vivirla a través de la pantalla de tu celular, “tomar fotos de un evento en lugar de estar inmerso en la experiencia del momento lleva a un recuerdo más pobre de la situación”, confirma Mazzoni, en una entrevista para BBC Mundo.
Es cuestión de lógica entender que al momento en el que te concentras en una cosa pierdes la atención para otra, lo mismo sucede cuando tomamos fotografías y dejamos en segundo plano a la experiencia corpórea para disfrutar del lugar en el que nos encontramos.
Es decir, por irónico que parezca, al estar fotografiando algo dejamos de enfocarnos en ese algo, ya se trate de un objeto, un paisaje o a una persona. Giuliana Mazzoni señala que no es lo mismo dedicarse a la fotografía de manera profesional, al contrario, alguien profesional sí dedica completa atención a lo que está fotografiando.
El estudio de Mazzoni se refiere al efecto que está provocando en las personas en general, al saber que la información está guardada en algún sitio nos da la seguridad de que podremos disfrutar de esa experiencia o recuerdo en cualquier momento que lo queramos.
La tecnología tiene la increíble virtud o terror, según cómo lo quieras ver, de acercarnos o traernos de vuelta momentos del pasado, lo que nos mete en serios problemas, ya que hacer repetidamente eso es dejar de ejercitar a nuestra memoria, y la volvemos perezosa, por lo que esa acción nos impide tener fácil acceso a nuestros propios recursos de manera natural.
La memoria, como el cuerpo, necesita ser ejercitada para mantenerse en una condición favorable en el que nuestra salud no corra peligro. De otra forma, disminuimos la calidad de nuestra memoria.
El fenómeno que nos ha marcado
La selfie es un fenómeno que ha impactado a la sociedad de múltiples maneras. Las máscaras que utilizamos para sobrevivir también han sido las que han terminado con la vida de algunos, por eso no nos parece raro, aunque sí absurdo, escuchar que haya demasiadas muertes para buscar la mejor selfie. Alrededor de 259 personas murieron entre 2011 y 2017 en un intento de tomarse una selfie en lugares altamente peligrosos.
Por otra parte, la ciudad de Makati Citi, en Filipinas, es el sitio en el que 258 personas de cada cien mil se hacen una selfie, de acuerdo con un estudio realizado por la revista Time. En segundo lugar, se encuentra Nueva York. Cada día los usuarios de Instagram publican alrededor de 60 millones de fotos.
Para bien o para mal, la selfie se ha convertido en el fenómeno que mejor describe a nuestra sociedad, lo mejor será no morir en el intento y procurar prestar más atención a los lugares con nuestros propios ojos y dejar que la memoria no pierda su poder.