El agua grande la escribió Hugo Hiriart entre Nueva York y México, en manuscritos que, sin prisa, pero con constancia iba elaborando en momentos de soledad que le permitía su trabajo.
Y así un buen día de 2000 la novela estaba terminada, que en palabras del autor trata del transcurrir de la vida misma. Dice: “la narración es un espejo que habitualmente trata de reflejar el correr de la existencia”.
De modo que en la novela refiere hechos fascinantes donde la magia juega un papel principal, todo indica que el legendario sabio Magistrodontos prepara a su extraviado discípulo para recibir una revelación importante sobre el arte de contar.
Así, mientras explica cómo fue que Cosme el Enamorado se enfrentó al gánster más temido y malvado de la isla de Belotina a fin de recuperar el amor de la bella Theodora Karpeta, Magistrodontos desarma y recrea, ante nuestros ojos, algunos de los secretos sobre los que fluye la literatura mayor, la que perdura y trasciende países e idiomas.
Entonces con cierta elocuencia filosófica el autor enmarca el fluir de la vida, pero que no está en ninguna parte, porque se va haciendo, es invisible, inaprehensible y desaparece flotando en las narraciones del recuerdo, con lo cual le da un valor intrínseco a la novela: la vivacidad.
Editorial Tusquets 2000
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